Dado que lo que habíamos programado para el primer día era ir directamente cerca del volcán Pinatubo para hacer un trekking hasta él al día siguiente, pedimos al chófer del Grab que nos llevara desde el aeropuerto a la estación de autobuses VICTORY LINER BUS TERMINAL en PASAY. Eran aproximadamente las 16h, incluso antes de lo que habíamos previsto. Ya había leído del tráfico infernal de la ciudad y ya tuvimos nuestra primera toma de contacto con él, cogimos un buen atasco y tardamos unos 40 minutos en hacer los apenas 6 kilómetros que la separan del aeropuerto, pagamos 200 pesos por el trayecto (3.4€).
Entramos en la estación y fuimos a comprar los billetes con destino la localidad de Capas. Pagamos 205 pesos cada uno (3.5€) por un viaje de 115 kms. Compramos dos perritos, patatas y bebidas por las que pagamos 260 pesos (4,4€) y esperamos hasta las 17h que saldría nuestro autocar. La gente que nos atiende y que nos encontramos es muy amable, tenemos una muy buena primera impresión del país. El calor es pegajoso y sofocante, y eso que está nublado.
A la hora acordada subimos al autobús, que la verdad estaba muy bien, con el aire acondicionado a tope y bastante cómodo, tenía incluso wifi, todo pintaba muy bien, pero al salir al exterior todo lo bueno se esfumó, en plena hora punta de salida del trabajo, cogimos un monumental atasco, en una hora habíamos avanzado 5kms, y 17 en 2 horas!!! Una vez salimos de Manila fuimos cogiendo velocidad y finalmente llegamos a Capas a las 21:30h nada menos. Estábamos agotados, tras 2 vuelos y 4 horas y media de autobús. Cenamos en un Mcdonalds (350 pesos — 6€) y todavía nos quedaba media hora para llegar a lo que sería nuestro alojamiento. Por indicación del hotel lo mejor era coger un triciclo que nos llevara, y así hicimos, negociamos precio y nos metimos como pudimos los dos con las maletas y nos pegamos otra media hora como sardinas enlatadas. Por fin llegamos a las 22:35h al sitio donde pasaríamos la noche, pagamos el trayecto de 300 php (5€) y ya para rematar el día aparece por ahí un empleado, nos da dos sábanas pequeñas y dos toallas roñosas y nos lleva hasta nuestra «lujosa» habitación y nos dice que hasta el día siguiente a las 6 de la mañana, así, sin más explicaciones. Ya no había ganas ni de discutir…
El tamaño de la habitación, con un espacio entre litera y pared que no cabía yo de perfil, e intentando hacer de «tripas corazón», nos dimos una ducha y nos fuimos a dormir.
Había sido un día duro, como los que hay a veces en los viajes, y lo sabíamos, pero preferíamos esto de dormir junto al volcán que otra opción elegida por otros viajeros de hacer la visita y el trekking en el mismo día saliendo de Manila bien de madrugada.
Esta es la ruta que habíamos hecho en Filipinas en este agotador día, y ese el tiempo estimado… sin atascos, claro.
Día 2. Volcán Pinatubo – Manila
Nos levantamos a las 6 de la mañana después de dormir bien por supuesto con el aire acondicionado encendido toda la noche.
La decisión de visitar el volcán Pinatubo fue lo que más dudé de todo el viaje dado que no disponíamos de mucho tiempo. Aprovechando la tierra de volcanes que es Filipinas me parecía una buena oportunidad para visitar uno, no en vano hay hasta 53 activos en todo el país. Sopesamos la opción de ver algunos como el Monte Mayón (a 500 kms de Manila), el Taal (a unos 90), dos de los más activos y más costosos en cuanto a víctimas y como no el volcán Pinatubo cuya erupción en 1991 es considerada una de las más violentas del siglo XX. Además conocer uno de estos volcanes nos permitiría ver un poco más el interior del país, alejado de las zonas más turísticas.
Salimos al comedor al aire libre donde ya conocimos al simpático dueño del alojamiento, Alvin, y que es verdad que me había atendido de manera exquisita vía mail. Tomamos un desayuno muy justito e ibamos a comenzar el tour que habíamos contratado con él. Nos llevaron junto a las otras 3 personas que completaría nuestro grupo de 5 hacia la zona de los jeeps para iniciar el tour. Eché de menos algo de explicaciones de lo que íbamos a hacer, menos mal que más o menos lo sabía porque me había informado. Nuestros 3 compañeros eran franceses, por lo visto muy aficionados a visitar el país, y más si hay algo de trekking, actividad que les encanta a nuestros vecinos.
Nos dirigimos a un lugar donde firmamos un papel de consentimiento y nos tomaron la tensión, cosa curiosa. Enseguida se acerca nuestro jeep amarillo, que poco menos que lo usaron los conquistadores españoles, a veces me preguntaba como podía seguir andando…
Salimos a las 7, avanzamos un rato por la carretera y enseguida entramos en lo que fue el cauce de todo el torrente de lava y ceniza del volcán que llegó a bajar hasta a 100 km/h, impactante este paisaje más propio de la Luna.
En este tramo íbamos relativamente cómodos, pero ay cuando el cañón se estrechó y comenzaron los baches y el vadeo del río… ahí a Manolo y a mí nos vino a la cabeza, como no… Islandia y la aventura que sufrimos allí vadeando también un río… al menos esta vez no conducíamos con lo que el miedo era infiniiiiitamente menor. Nos dio hasta para echarnos unas buenas risas.
Seguimos el curso de este río que gracias a que lleva poco cauce se puede remontar. Pegamos botes sin cesar durante aproximadamente una media hora en aquel trasto que parecía que iba a decir basta en cualquier momento. El camino a su vez se iba estrechando, y resultaba hasta fácil imaginar las avalanchas de ceniza caliente, lava y lahar bajando por este cañón que lo llenó de sedimentos llamados llamados depósitos piroclásticos.
La proximidad del volcán ya se notaba en señales como esta, un río amarillo!!!
Dejamos el jeep cuando el camino ya se volvió inaccesible con 4 ruedas y seguimos la ruta a pie, una caminata de menos de media hora por un entorno de naturaleza, ya más al que podemos estar acostumbrados.
Y por fin llegamos al punto fuerte del tour, la preciosa vista del enorme cráter del volcán, un paisaje más típico de los Alpes por ejemplo que del otro lado del mundo. El tamaño da una idea de las dimensiones de la erupción, que afectó a nada menos que alrededor de un millón de personas y que soltó cenizas que llegaron hasta Singapur, a 2,400 kms de aquí. Soltó tanto dióxido de azufre que provocó un enfriamiento en el clima mundial de medio grado en los siguientes tres años, datos increíbles, ¿no?
El cráter tras esa erupción de 1991, redujo la altura de la montaña 300 metros (descendió de 1,745 a 1,486 m) y con el tiempo se llenó de agua creando este lago, en el cual nos dijeron que hace unos años incluso se permitía el baño pero falleció un turista y las autoridades finalmente lo prohibieron.
Si estáis muy interesados aquí os dejo un documental extraordinario sobre aquella catástrofe natural que afortunadamente y gracias a las labores de detección, se pudieron salvar miles de vidas.
Comimos allí un plato de pollo con arroz que nos trajo uno de nuestros acompañantes y tras una hora hicimos el camino de vuelta.
Había leído que en esta zona había unos pocos habitantes del grupo étnico conocido como los aeta, considerados como africanos por sus rasgos y que tienen un origen incierto. Le pedí al que venía con nosotros si podíamos ir a su poblado, me parecía interesante, y la verdad que fue casi lo que más me gustó de la excursión. Subimos una pequeña colina y ahí estaba la pequeña aldea. Con una iglesia católica construida con la ayuda del gobierno coreano, pudimos ver sus humildes viviendas y su forma de vida más que sencilla, pero eso sí, nos recibieron con una sonrisa en la cara.
Entramos en la escuela donde repartimos un montón de pinturas, rotuladores y bolígrafos que llevábamos en la mochila desde España y que los niños apreciaron, tanto como también hacerse selfies con nosotros.
Fue una visita que personalmente me gustó mucho, yo diría que tanto como la del volcán y que por supuesto os recomiendo si tenéis la oportunidad.
Si me preguntáis por esta visita al volcán y yo que siempre trato de «mojarme», lo recomendaría si tenéis muchos días o por ejemplo como etapa si subís al norte de la isla a visitar las terrazas de arroz de Banaue y Batad, si no, venir sólo para esto, no estoy seguro de recomendarla.
Regresamos al alojamiento sobre las 13h, con prisas ya por volver cuanto antes para evitar la hora punta en el tráfico de entrada en Manila. Pagamos los 1,200 pesos (20€) por la lujosa habitación, al menos era barata, y los 2,050 (35€) cada uno por la excursión y fuimos de nuevo en otro triciclo hasta Tarlac para tomar el bus de vuelta. Nos fijamos en los vistosos bus urbanos, los llamados jeepneys, normalmente decorados de manera bastante extravagante.
Después de esperar un rato y ayudarnos más de un viandante para saber cuál teníamos que coger, pagamos 400 pesos (unos 7€) y reemprendimos el camino de vuelta a la capital. Esta vez no cogimos mucho tráfico con lo que apenas en dos horas y media llegamos a Manila.