TÚNEZ

A continuación voy a aportar mi granito de arena para que os animéis a visitar TÚNEZ porque estoy convencido de que os gustará tanto como a mí y a mis 4 compañeros. Lo hemos visitado en febrero y nos ha parecido un país extraordinario para conocer. Tras leer esta entrada espero haberos convencido de sus múltiples atractivos y os dén ganas de conocerlo.

Este país, cuya gran ventaja es que es pequeño, ya que en extensión es el menor del norte de África y el segundo con menos población (12.3 millones (datos de 2021)) sólo por delante de su vecino Libia. En lo que sí gana es que el país más tranquilo, abierto y el que mantiene una democracia más consolidada de toda esta zona.

Fue seguramente el caso más exitoso tras la Primavera Árabe que comenzó en Túnez con la inmolación el 17 de diciembre de 2010 del vendedor ambulante Mohamed Bouazizi desencadenando las revueltas y que se fue extendiendo a otros países como Egipto, Libia o Siria. Este hecho provocó la salida del dirigente Ben Ali que gobernaba Túnez desde 1987 y la aprobación finalmente de una nueva Constitución en 2014.

Este país fue un destino habitual a partir del año 2000 de turistas que buscaban sobre todo playa y hoteles del tipo todo incluído y que procedían sobre todo de Europa. Todavía recuerdo el «boom» que hubo en España en esos años, que ofrecían este destino en la mayoría de las agencias de viajes.

Todo iba «viento en popa» en aquella época, incrementándose el número de visitantes año tras año, pero los atentados de 2015 en Susa y en el Museo Nacional del Bardo por parte del Estado Islámico (ISIS), provocaron un frenazo importante al turismo, que pasó de 6 millones en 2014 y suponer aproximadamente el 8% del PIB, a menos de 3 millones tras esos ataques. Afortunadamente, comenzaron a recuperarse las cifras tras 2017, llegando a los 9.4 millones en 2019, pero llevó el maldito COVID19, que ha supuesto otro lamentable paso atrás del que ahora están tratando de recuperarse.

La agencia con la que contacté por mediación de mi amigo marroquí Hassan de viajes-marruecos4x4.com para hacer el viaje fue Magic Dunas, especializada en viajes a este país, y que resultó ser un auténtico acierto, así que la recomiendo especialmente (magicdunas.com). Me ofreció el tour estandar de 8 noches, al que añadí yo un día extra en el sureste del país, y además cambié algunos hoteles y actividades, todo con la máxima predisposición de la agencia. El resultado final no pudo resultar más espectacular. Un consejo, consultar antes de ir a un país musulmán, sobre todo si es en primavera, cuando se celebra el mes del Ramadán, por lo que os pueda afectar a nivel de horarios y actividades.

Tomamos un vuelo el día 17 de febrero con la aerolínea italiana ITA, que tras escala en Roma, aterrizamos en la capital tunecina sobre las 19h.

Allí ya nos esperaba nuestro guía, Abderrahman Rihani, que nos causó una muy buena primera impresión al llegar y que se confirmaría durante el viaje. Nos ayudó a cambiar dinero en el aeropuerto, íbamos a cambiar unos 250€ pero nos aconsejó que de momento sólo 100€, buena idea, teniendo los gastos del viaje prácticamente todos incluidos en el precio. También compramos una tarjeta para tener datos de Internet, algo ya indispensable en mis viajes. Nos sorprendió que fueran tan barata, pagamos por cada una 23 dinares, al cambio unos 7€ (menos de la mitad que en Egipto). Nos decidimos por una de 10 GB, aunque con una de 6 GB nos habría bastado.

Salimos del aeropuerto donde nos esperaba el que sería nuestro conductor, el gran Dris, otro profesional impecable y muy divertido, que nos invitó a acomodarnos en un minibus extraordinario, prácticamente nuevo y para más de 12 plazas, ¡¡iríamos como reyes, bueno, como sultanes!!

Esta era la ruta aproximada de 10 días que finalmente acordarmos con la agencia, llegando un viernes y partiendo el domingo siguiente. Con prácticamente todo incluído, 8 cenas, 8 comidas (bebidas aparte como siempre) y 9 noches de hotel con desayuno y por el que pagamos 2,050€ por persona, os puedo decir que el precio es muy muy bueno, poco a poco lo iréis viendo.

Esa primera noche ya dormimos en un hotel espectacular, de los mejores de la capital, el hotel Laico, un 5 estrellas tunecino que equivaldría a un 4 superior español.

Por dentro estaba muy bien, espectacular…

Y las habitaciones estaban también muy bien, con la ducha separada del retrete, con albornoz, chanclas de cortesía y hasta una cesta de fruta de bienvenida. Tuvimos algún problema para disponer de una habitación triple pero finalmente nos trajeron la tercera cama y se pudo solucionar.

Bajamos al comedor ya que la cena de este día era la única que no estaba incluida y por la que pagamos 85 DNR (25.5€). El buffet estaba espectacular, muy muy bueno, así que nos pegamos un buen homenaje, postres incluídos y nos fuimos a dormir.

Día 2. Sábado 18 de febrero

Comenzaba nuestra ruta pronto así que había que madrugar, Abderrahman nos esperaba a las siete y media de la mañana para comenzar nuestro tour así que antes de las sieta ya estábamos disfrutando de un estupendo desayuno buffet, y como no, bebiendo zumo de naranja en cantidades industriales, madre mía que ricas están aquí, mucho más dulces que en España.

Tras el desayuno Abderrahman nos acomodó en el hall del hotel e hizo una cosa muy sencilla que a veces no se hace, explicarnos tranquilamente con un mapa todo lo que íbamos a hacer ese día.

Con bastante frío matutino, atención a las temperaturas en febrero porque pasamos bastante más frío que calor, empezamos nuestro tour hacia el oeste de la capital, adentrándonos en una zona montañosa, continuación del Atlas que comienza en Marruecos y que atraviesa Argelia. El paisaje que veíamos era verde y nos recordaba muchas veces al de la mitad norte de nuestro país.

Nuestra primera parada fue Testour, un pueblo muy relacionado con España, ya que fueron los moriscos expulsados de nuestro país los que en el año 1609 fundaron la más emblemática de las ciudades andalusíes en Túnez.

Era sábado y temprano, pero en las calles ya había bastante gente, muy muy abrigada, eso sí, y con algunos habitantes, siempre hombres (ni una sola mujer como suele ser habitual) tomando té o café en las terrazas de los bares.

En Testour destaca la Gran Mezquita, construida en el primer tercio del siglo XVII con algo que la hace única en el mundo musulmán y se podría decir que en el mundo entero, que es su reloj, ubicado entre las dos torres octogonales. Simbólicamente, este reloj tiene los números colocados en sentido contrario a como suele ser habitual (reloj levógiro se llama técnicamente). Destacan además en su fachada oriental dos estrellas de David, símbolo de la convivencia entre musulmanes y judíos. Aquí tenéis una foto ampliada para que podáis apreciar lo curioso que es el reloj.

Tras dar un pequeño paseo para ver la mezquita por fuera y algunas calles estrechas, tomamos la calle principal para ver los puestos de los comerciantes, en los que siempre encontramos muchas clases de aceitunas, no en vano Túnez es uno de los mayores productores del mundo de aceite de oliva junto con España e Italia.

También pudimos ver otras cosas curiosas puestas a la venta y que siempre me gusta ver, y sobre todo probar, como dulces típicos de la zona.

También visitamos una tienda de chilabas, donde Abderrahman nos explicó el arte de confeccionar una buena chilaba, con el trabajo artesanal que llevan algunas, las más caras, que siempre hay que valorar.

Al final de la calle ya nos esperaba Dris con su flamante Hyundai impoluto para seguir nuestra ruta y llegar al plato fuerte del día, la ciudad de Dougga, una de las ciudades romanas más grandes y mejor conservadas del mundo, espectacular.

Dougga (también Thugga) declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO fue una ciudad del norte de África que fue primero un asentamiento númida y luego cartaginés antes de incorporarse al Imperio romano. La ciudad se construyó en una colina de piedra caliza estratégicamente favorable que dominaba el fértil valle de Wadi Khaled y floreció especialmente durante los siglos II y III a.C.

No os voy a dar mucha paliza con la historia porque para eso están los guías. Por favor, no visitéis estos lugares sin uno bueno, porque la diferencia es abismal, esto es algo que he aprendido con el paso del tiempo y que llevo a rajatabla en mis últimos viajes.

Llegamos sobre las once de la mañana y apenas había turistas, lo que confirma lo que observaríamos durante todo el viaje, que no hay muchos turistas todavía en este mes de febrero, y esto, aunque suele ser bueno, hay ocasiones en que no lo es tanto cuando llegas a los hoteles o buscas más ambiente en bares y restaurantes.

Lo primero que vimos fue el teatro, en buen estado de conservación para tener casi dos mil años.

Abderrahman tomó su tiempo en explicarnos con todo lujo de detalles infinidad de información sobre esta ciudad, que él considera única, y desde luego que lo es. El tamaño de lo que debió ser esta ciudad, es impresionante.

Podréis visitar templos, termas, baños públicos, casas, arcos triunfales y una calzada romana muy bien conservada.

Sin duda el área que más me gustó y que está mejor conservada fue la zona del templo y del foro.

Tras un par de horas disfrutando de esta fantástica ciudad romana, volvimos al minibus y Abderrahman y Dris nos ofrecieron la posibilidad de cambiar la comida que teníamos contratada por una barbacoa de carne de cordero a lo que dijimos, nosotros que somos bastante carnívoros y no renunciamos a una carne a la brasa así como así, por supuesto que sí.

Y nos dimos un buen homenaje, buenísimas costillas de cordero, acompañadas de ensaladas y platos de verdura y por supuesto un pan espectacular.

Una vez repuestas las fuerzas, la ruta prevista era ya acercarnos a la ciudad costera de Soussa donde teníamos nuestro alojamiento, pero como era pronto, le pedimos a Abderrahman si era posible visitar algún lugar antes de ir al hotel, y él, muy amable, nos ofreció la posibilidad de dar un paseo para conocer una localidad cercana, Monastir, ciudad costera y turística y entre las diez más populosas del país.

Nos dejó Dris junto al imponente Ribat de la ciudad, el más grande y antiguo del Magreb y que vimos por fuera. Fue edificado en el año 796 y ocupa nada menos que un espacio de 4200 metros cuadrados, resultado de importantes obras de ampliación desarrolladas a lo largo de su historia.

A continuación dimos un paseo muy agradable por una calle junto a la fortaleza y que estaba llena de ambiente.

Para llegar finalmente al Mausoleo de Habib Bourguiba, que es la tumba del primer presidente de Túnez, y por tanto el creador del país actual. Murió en el año 2000 y aunque no pudimos ver el espectacular mausoleo por dentro, destaca aunque sea por fuera por su grandiosidad, con su gran cúpula dorada flanqueada por dos altísimo minaretes.

Después nos acercamos a la zona del puerto deportivo, que a pesar de que era sábado, no había apenas ambiente pero en verano seguro que es un hervidero, bonita zona para pasear.

Finalmente ya cuando se estaba ocultando el sol, volvimos al bus para luego diriginos al hotel y despedirmos hasta el día siguiente.

Nuestro alojamiento fue uno de la cadena española Iberostar, concretamente el Iberostar Diar el Andalous

La habitación comparada con el Laico nos dejó un poco fríos, pero claro, veníamos de un hotelazo y este luego supimos que aunque la agencia había pedido que nos dieran buenas habitaciones, el hotel se encontraba llena por un congreso y nos dieron las habitaciones que quedaban, unas de las más sencillas.

Pero sin embargo el buffet estuvo muy muy bien, cenamos fenomenal con gran cantidad de comida a nuestra disposición y calidad bastante aceptable.

Pensamos en salir a tomar algo pero era complicado porque estos hoteles están a lo largo de la costa y hay que tomar algún transporte para ir al centro de Soussa y no nos apetecía, tampoco pudimos tomar nada en el hotel porque estaban todas las mesas ocupadas así que decidimos irnos a descansar.

Esta es la ruta que habíamos seguido este día.

Día 3. Domingo 19 de febrero

Normalmente me gusta dejar para el final las experiencias mejores en mis viajes pero en esta ocasión parece que por planing y por organización no podía ser así. La noche en el desierto, uno de los platos fuertes del viaje, tocaba ya disfrutarlo en este segundo día en el país.

Madrugamos de nuevo porque teníamos por delante un viaje largo hacia el sur. Tomamos una autopista y nos dirigimos hacia el desierto, parando antes en uno de las atracciones top del país, el monumento romano más visitado de Túnez, el espectacular anfiteatro de El Djem.

Cuando accedes al interior, la verdad que es impresionante. Construido en el siglo III dc podía acoger a nada menos que 35,000 espectadores y está en el top 4 de los más grandes del mundo, con 148 metros de largo y 122 de ancho. Recomiendo subir hasta lo más alto para tener la perspectiva entera de tan grandioso anfiteatro.

De nuevo con apenas turismo pudimos dar un gran paseo difrutando de las explicaciones de Abderrahman, sobre todo en la parte soterrada del anfiteatro, por donde circulaban las fieras y los gladiadores, yo, que todavía no conozco el Coliseo de Roma, disfruté como un niño con las historias, imaginando cómo sería aquella época.

Reemprendimos la marcha hacia el sur pararelos a la costa y paramos a comer en otra ciudad importante aunque sin ningún interés para visitar, Gabés, por cierto, muy contaminada por las minas de fosfato que hay en sus alrededores. Comimos en un restaurante llamado Alba Rosa, muy cerca del mar y aunque no tiene buenas críticas en Google, la verdad que comimos bastante bien.

Continuamos la ruta ya dejando la costa y adentrándonos en el interior y observando ya claramente el cambio del paisaje. Cabe recordar que aproximadamente el 40% del territorio de Túnez está ocupado por zona desértica, mientras que el terreno agrícola representa el 60% del total, aunque sólo el 32% el que está cultivado de manera permanente.

Dejamos las carreteras más transitadas y nos adentramos en un paisaje de ligeras subidas y en el que paramos en un bonito mirador donde ya apreciamos la cercanía del desierto, adoro estos paisajes.

Dejamos la altitud de las colinas y nos adentramos ya sí, en un paisaje que ejerce en mi una fascinación que no entiendo muy bien de dónde me viene, el paisaje árido, desértico, primero pedregoso y luego más adelante ya donde empezamos a ver esa arena fina y dorada que anticipa la llegada de ese coloso llamado Sáhara.

Esta foto, que me encanta, resume lo que estaba buscando en este viaje, dejar la civilización y adentrarnos en paisajes inhóspitos… Con la ayuda de mis anfitriones me coloqué el turbante que traía desde Marruecos y nos fuimos preparando para el colofón del día.

Llegamos al Ksar Guilane, un antiguo cuartel francés convertido ahora en varios campamentos enclavados en un oasis en medio del desierto y alimentados por un muy curioso manantial de aguas termales.

Aquí dejamos nuestro minibus y nos subimos a un 4×4 conducido por un simpático tunecino que tras unos 20 minutos nos llevaría al campamento donde pasaríamos la noche, la emoción se palpaba en el ambiente.

Y por fin llegamos al campamento Zmela, impresionante enclave en medio del desierto.

El campamento la verdad que estaba muy bien, mejor que en el que estuve en Marruecos, buenas edificaciones y bastantes comodidades para estar donde estábamos, lejos de todo.

Nos alojaron en estas tiendas, que sin grandes comodidades, pero que sinceramente, estaban limpias y no nos podíamos quejar.

Eran como las seis de la tarde y dejamos el equipaje a toda prisa porque la puesta de sol se acercaba y queríamos verlo entre las dunas, así que corrimos a adentrarnos entre ellas para disfrutar de tan increíble espectáculo. Otra vez recordé lo que es esta maravillosa experiencia, el silencio impresionante del desierto, qué climax… aquí os dejo un vídeo cortito y una foto que espero os dé ganas de sentir esta maravillosa sensación.

Cuando se fue el sol regresamos al campamento y allí nos sentamos alrededor de un fuego donde un bereber hizo pan horneándolo en las brasas y que luego nos dio a probar a todos. El campamento, este sí, estaba lleno de gente de muchos países, sobre todo europeos de cierta edad en plan raid con coches y motos.

Al poco ya nos acercamos a cenar al comedor y tengo que decir que comimos muy muy bien, el cordero espectacular, el pan como siempre, de diez. La verdad que la cena en general estuvo top, lo disfrutamos mucho y lo pasamos genial ahí todos juntos.

Por supuesto tras la cena nos alejamos un poco del campamento para disfrutar de otra de las atracciones del desierto, contemplar su cielo estrellado. Una experiencia fantástica ver nítidamente esos cientos de estrellas y que tan pocas veces disfruto viviendo en Madrid. En ese momento ya nos dimos cuenta, sobre todo yo que cada día soy más sensible a las bajas temperaturas, el intenso frío que hacía y que íbamos a sufrir esa noche.

Tras disfrutar del espectáculo nos dirigimos a la zona del bar a tomar algo (allí nos dieron alcohol sin problemas) y tras charlar un rato nos fuimos a dormir. Hacía tanto frío que yo cogí las 4 mantas que había, que no eran muy gruesas por cierto, y me las puse sobre la cama y me metí con sudadera y gorro!!!. No tardaría mucho en despertarme, porque a las tres de la mañana ya me entraron ganas de ir al baño y casi me muero yendo, buff, que frío….❄❄

Esta es la ruta aproximada que hicimos ese día, y digo aproximada porque el campamento donde pasamos la noche no aparece en Google Maps pero como ya he dicho, se encontraba a unos 20 min en coche del Ksar Ghilane, hacia el interior de esa masa marrón que aparece en el mapa.

Día 4. Lunes 20 de febrero

Este día como decía, me desperté a las tres para ir al baño, pero es que a las cinco y media ya estaba despierto y no podía dormir más, pasé mucho frío, así que si váis en esta época, ir preparados.

Salí de la tienda y dí un paseo abrigado con todo lo que tenía, debía estar como a 4 ó 5 grados calculo. La verdad que a pesar de todo disfruté de nuevo del cielo estrellado y de este maravilloso amanecer.

Sobre las seis fuimos a desayunar que para estar donde estábamos no estuvo mal, básico pero bien, café, pan tostado, algunos dulces y dátiles.

Sobre las 8 ya cogimos nuestras maletas para dejar el campamento y volver al Ksar Guilane, donde ya nos esperaba nuestro amigo Dris y su minibus para afrontar este día extra que pedí a la agencia y que no suelen incluir en los tour estandar. Ibamos a adentrarnos en el sudeste del país, en buscar de los ksar, las ghorfas y los fantásticos pueblos bereberes de montaña de los que me enamoré viendo fotos e investigando sobre lo menos conocido de Túnez.

¿Y qué son los ksar o ksour en plural? pues estos “castillos del desierto” se definen comúnmente como graneros que aprovechaban también como vivienda las tribus nómadas bereberes de la región. Allí almacenaban sus cosechas para protegerlas de los saqueadores, en compartimentos superpuestos llamados ghorfas. Todos ellos distintos y espectaculares, los Ksour se parecen a grandes colmenas, formadas por celdas superpuestas en torno a un gran patio y algunos de ellos incluso se esculpían en las montañas de manera que así pasaban más desaparecibidos ante los posibles invasores. Esa mañana comenzaríamos visitando estos últimos, excavados en lo alto de pequeños cerros o picos.

Seguramente el pueblo más famoso fues por el que comenzamos, Chenini, el único pueblo en la cima de una montaña aún poblado por una comunidad bereber de pocos habitantes.

Dejamos el coche abajo y por supuesto subimos hasta lo más alto, cruzándonos con algún lugareño trabajando en la reconstrucción de alguna vivienda.

Y ya desde arriba pudimos disfrutar de una magnífica vista, tanto hacia la parte delantera, donde podréis ver la parte deshabitada y donde destaca por su color la fotogénica mezquita blanca.

Como de la parte de atrás de la montaña, también con una vista fantástica.

Luego nos acercamos a otro pueblo, Douiret, este muy pequeño, y que según mi opinión podéis descartar si no tenéis el suficiente tiempo.

Subimos también hasta arriba y tomamos algo en un bar que como hecho curioso, el camarero no quería abrirnos el baño y tuvo que ponerse serio Abderrahman amenazándole con llamar a la policía, hecho que hizo replantearse rápidamente su decisión y al fin pudimos aliviarnos previa consumición, por cierto, con precios de lo más económico.

A continuación nos acercamos a un bonito ksar, dejando atrás los esculpidos en las montañas, llamado Ouled Dabbab, que alberga un restaurante y un hotel.

Y que tiene una preciosa parte de atrás restaurada en los que se ven bien los graneros encima de las viviendas y en las que se mantenían los alimentos frescos y secos dentro de los gruesos muros de adobe, bonitos ¿no?

Llegaba la hora de comer y Abderrahman nos llevó a un restaurante en la localidad de Guermassa, llamado Realais Dar Guermassa. Comimos una sopa, como no, que probaríamos muchas veces en este viaje y a mí, sopero por excelencia lo comía encantado, picaba un poco, pero nada exagerado. Luego nos dieron un brik, una especie de empanadilla de queso y huevo, muy buena, y un plato de otro clásico, pollo. Todo muy rico y la verdad que salimos encantados.

Tras la comida, seguiríamos disfrutando de los grandiosos paisajes de montañas y altiplanos desérticos donde surgen los asombrosos ksour. Nos dirigimos a las gorfhas de Guermassa, otro enclave único en la cima de dos colinas, estas lamentablemente ya deshabitadas pero de verdad que me encantó este sitio, desde cuya cima no puedes dejar de admirar los magníficos paisajes de esta zona conocida como Dhahar.

Pudimos dar un paseo tranquilamente e incluso entrar en las viviendas y ver de primera mano cómo vivían y sobre todo el minúsculo tamaño de las edificaciones.

Tengo que decir que a mí personalmente me encantó este sitio, tanto o más que Cherini, no sólo por las numerosas edificaciones que formaban una estampa única y muy curiosa sino también por las espectaculares vistas de los alrededores.

Para terminar el día, nos acercaríamos a un lugar, este ya más turístico gracias a algo muy conocido y que oiréis por todas partes en esta zona, la saga cinematográfica Star Wars, de la que yo soy cero fan, y que la verdad que detesto bastante los lugares que se hacen famosos por el rodaje de películas y que explotan hasta la saciedad, lo entiendo, pero no sé por qué en mí todo este ejerce un sentimiento de turistada que repudio, lo siento, eso sí, entiendo que George Lucas se enamorara de todos estos escenarios.

Pues ahí estábamos, en el ksar Hedada, y donde como no, había que pagar una pequeña entrada (eso sí, apenas 2.6 DR — 0.8€) aunque sea sólo, como indica el cartel, por el «tirón» de ser escenario de esta famosa saga.

El lugar lo encontramos de obras, estaban en pleno trabajo de renovación y por lo visto estaban haciendo un hotel, que como no, con estas edificaciones tan originales y Star Wars, supongo que tendrán éxito casi seguro.

La verdad es que apreciando lo bonito del lugar, desde luego no fue lo más interesante que ví de este estupendo día, y todavía quedaba el ksar más bonito de todos y que veríamos al día siguiente.

Ya como final del día y a modo de pausa para café, lo tomamos en un último ksar, este ya bastante deteriorado, el ksar el Farech, de dos alturas y que al no estar reconstruído en su gran mayoría también tenía su encanto.

Tras dejar el recorrido de ksar y ghorfas por entonces, nos acercamos ya a Tataouine, una localidad caótica, desordenada y la más grande de la zona, y que durante mucho tiempo fue una parada de las caravanas que venían de Libia.

Nos bajamos del bus para dirigirnos a una tienda y comprar unos ricos dulces llamados «cuernos de gacela» de miel y almendara y que por supuesto dimos cuenta de ellos en ese momento y en la cena.

Finalmente ya nos acercamos a nuestro hotel, que ya me había avisado Amparo de Magic Dunas que sería el alojamiento más sencillo de todos, más que nada porque no hay mucho más donde elegir por la zona, existía otro hotel grande hace unos años, llamado Sangho, pero se vio obligado a cerrar a causa del COVID19.

Nuestro hotel se llamaba Dakyanus, un alojamiento muy grande, que en época de apogeo turístico estaba por lo visto muy bien pero que tras la pandemia, tenía un alarmante falta de mantenimiento, y eso que las instalaciones mostraban el esplendor que tuvo en su día.

Nos llevaron a las habitaciones, creo que eramos los únicos huéspedes y sin duda que fue el hotel más sencillo de todos los del viaje.

Nosotros no es que vayamos por ahí pidiendo un hotel de cinco estrellas pero después de la noche en el desierto en el que no nos habíamos duchado (sólo los muy valientes lo hacen a 5 grados de temperatura) nos hubiera gustado un alojamiento al menos con una buena ducha caliente, pero lamentablemente es justo lo que no tuvimos, porque debe ser que por la falta de clientes, aquel agua de la ducha no salía caliente ni a la de tres. Esperamos más de 15 min con el grifo abierto como nos dijo el recepcionista (madre mía que desperdicio en una zona con tan poca agua) para acabar duchándonos como pudimos en una agua más bien fresca y finalmente con un hilo de agua desesperante. Además hacía un frío terrible en las habitaciones, menos mal que al menos, había calefacción de aire caliente.

Nos dirigimos a cenar que la verdad que es que no estuvo mal, volvimos al pollo y a la sopa de siempre, y ¿de postre? naranjas, como no, eso sí, de nuevo riquísimas, como el pan, que untado en aceite, nos hacía olvidar lo de la ducha, sobre todo a Manolo, el panero del grupo por excelencia.

Tomamos un gin tonic (marca MG que por cierto es español) en el solitario bar que nos abrieron sólo para nosotros y nos fuimos a dormir.

Esta es la ruta que habíamos hecho ese día, muy completa y super interesante, siempre y sobre todo, por las explicaciones de nuestro guía Abderrahman.

Día 5. Martes 21 de febrero

Nos levantamos y fuimos a desayunar, como sospechaba, el desayuno era de lo más básico, pan tostado, mantequilla, dátiles y poco más, muy pobre, pobrísimo, pero bueno, es lo que hay en un hotel con sólo siete húespedes, nuestro grupo.

Este día tocaba pasar la noche de nuevo en una jaima cerca del desierto, pero nada que ver con la última, pero eso lo contaré después.

Al poco de dejar Tataouine, paramos en un último ksar, pero qué ksar, impresionante, el mejor de todos, el espectacular Ksar Ouled Soltane, también escenario de Star Wars, pero eso es lo de menos, lo de más, es que es un imponente castillo con ghorfas de nada menos que cuatro niveles. Con la luz de la mañana reflejada en él, con esos colores anaranjados, repito, precioso, maravilloso.

Después de disfrutar de este último ksar, nos dirigimos hacia el norte. Por las casi desiertas carreteras veíamos constantemente a nuestro alrededor pequeñas presas de tierra y piedras, son los jessour, un sistema para retener la escasa agua de lluvia y permitir el cultivo en terrazas para cubrir las necesidades de los pueblos, y es que el agua obviamente escasea y de qué manera en esas tierras.

De vez en cuando hicimos paradas para hacer fotos de estos increíbles paisajes, que repito, no me extraña que enamoraran a George Lucas, fijaos en las formas de las montañas del fondo de la foto.

Cruzamos el precioso pueblo de Toujene, encastrado entre dos montañas y de una belleza espectacular.

Después de unos 130 kms pero de casi tres horas llegamos a otro pueblo turístico, Matmata, el más grande y conocido de los denominados pueblos trogloditas, que se caracterizan por tener sus casas excavadas en la roca.

También como no, es muy célebre por ser de nuevo escenario de la saga de las Galaxias. El más conocido es el ahora convertido en hotel Sidi Driss, que recrea la vivienda de la familia de Luke Skywalker en el planeta de Tatooine, episodios II, III y IV.

De verdad que el que sea fan de Star Wars aquí lo va a gozar, aunque tengo que decir, que este hotel no estaba muy bien mantenido, parece que no les debe merecer la pena, el lugar se vende sólo…

Para los cinéfilos aquí os muestro una foto que tomé, con los escenarios de las películas que figuran abajo y que están repartidos por todo el país, hasta el mismísimo Indiana Jones estuvo por aquí con su látigo y su sombrero.

Enseguida dejamos el lugar en el que por cierto ya olía muy bien a comida, para dirigirnos a una visita sorpresa que nos tenía preparado Abderrahman. Fue conocer por dentro una de las numerosas casas troglodidas que los bereberes, muy sabiamente habían decidido instalarse aprovechando el secreto de un aire acondicionado natural. Sus viviendas bajo tierra mantienen una temperatura constante de 17ºC durante todo el año.

Tuvimos la ocasión de entrar en la casa de una familia, experiencia que a todos nos encantó. Nuestros anfitriones, que nos agasajaron con un té y un aperitivo de pan y aceite de oliva, nos mostraron muy sonrientes su humilde y original vivienda. Jugamos con los dos niños de la familia, conocimos sus animales y por supuesto le dimos una pequeña ayuda económica a modo de agradecimiento y que espero les sirva de ayuda a mantenerse en estas yermas e infértiles tierras.

Después de esta muy interesante visita había llegado la hora de comer y nos acercamos al hotel – restaurante Dar Ayed Tamezret. El lugar era espectacular, todo nuevo, cuidado, con una torre de piedra con bonitas vistas y una piscina para los huéspedes del hotel, pero eso sí, estaba vacío, de nuevo tuvimos esa sensación de desolación que gusta tan poco como el del turismo de masas.

La verdad que el sitio prometía pero de primero nos pusieron una sopa o no sé como denominarla, tipo potaje pero con pasta que a casi nadie nos gustó mucho. Luego un cordero que tampoco nos entusiasmó con lo que personalmente fue de los sitios peores en los que comimos, y como decía no fue por la atención o el lugar, que estaba muy bien.

Después de comer y tomar un café tranquilamente en su patio, continuamos el camino hacia el oeste, hacia el desierto de nuevo para llegar a la localidad de Douz, a la que se le conoce como la puerta del desierto, por ser el comienzo de los mares de arena del Sáhara.

Las rutas de caravanas trans-saharianas llegaban hasta aquí, agradeciendo el fin del desierto. Desde aquí parten la mayoría de las excursiones en dromedario y 4×4 hacia las dunas, y aquí precisamente íbamos a disfrutar de otra experiencia que ya hice en Marruecos y que me encantó. Tenía claro que no quería más la turistada del paseo en dromedario y que a cambio quería lo de los quads, de más adrenalinda, y según mi gusto más excitante, aunque también menos ecológico, pido perdón de antemano…🙏

Pagamos por el paseo al cambio unos 25€, por unos 45 minutos de tour y la verdad que lo pasamos muy bien, nuestro guía local hizo todo lo posible porque disfrutáramos de la experiencia.

Cuando terminamos, no pudimos evitar de nuevo quedarnos embobados disfrutando de las dunas y del desierto. Esta parte tenía la arena de un color mucho más clara que la de hace dos noches pero igualmente maravillosa, con esas olas que provoca el viento y que no puede ser mejor definido que mar de arena…

No volveré a hablar de ello en el viaje pero lamentablemente vimos muchos, muchos plásticos y basura repartida por muchos sitios y en general durante el viaje, es una pena y espero que algún día pueda revertirse esa tendencia cultural y también haya los medios necesarios para que se inviertan recursos en recogerlos.

Se iba haciendo tarde y nos acercaron al que sería nuestro alojamiento esa noche, el original y peculiar campamento Tente el Bey, regentado por dos hermanos bastante personajes (uno de ellos aparece en la foto con ese inadvertido atuendo blanco).

Las instalaciones exteriores eran cuanto menos curiosas, entre «lujosas» y bien montadas, aunque con una sensación también de estar todo algo recargado, no sé raro, pero bueno, el sitio en medio de un palmeral, la verdad que estaba bien mantenido, eso sí.

La jaima que hacía de habitación estaba muy muy bien, decorada al detalle, además disponía de un radiador y de un aparato de frío / calor que funcionaba perfecto. Era una triple con una cama de matrimonio y otras dos camas individuales, todas coincidimos en que fueron muy cómodas. El baño estaba también muy bien, amplio. De nuevo teníamos una bandeja de fruta de bienvenida, botellas de agua y una bolsa de dátiles con una cesta de mimbre cortesía esto de la agencia de viajes Magic Dunas, buen detalle.

Nos dimos una ducha estupenda, esta vez sí, y nos dispusimos a cenar. Nos habían preparado preparado una mesa en una jaima sólo para nosotros, calentita, buah, qué lujo pensamos todos.

Antes de la cena, nos invitaron a ver cómo cocinan en un horno subterráneo la carne, que puede ser cabrito, cordero, pollo y hasta dromedario. Dudé en probar este último pero Abderrahman me había avisado que había que saber bien donde comerlo, que es rico pero si está bien cocinado, así que no me quise arriesgar y opté por lo seguro.

Nos sirvieron unas ensaladas, una especie de rollitos fritos y para terminar una bandeja enorme de arroz con lo que habíamos pedido, cabrito, cordero y pollo. Le faltó la guinda de la comida para que hubiera sido una cena espectacular, la carne estaba algo seca, ya la habíamos comida antes mucho mejor, y el arroz también, aún así, la cena fue estupenda.

Al terminar nos ofreció uno de los hermanos propietarios sentarnos con él junto al fuego tomando un té y dulces y ahí estuvimos charlando un rato con este, cuanto menos, peculiar tunecino, eso sí, fue correcto y amable con nosotros en todo momento.

Esta es la ruta que habíamos hecho esee también completo día.

Día 6. Miércoles 22 de febrero

Nos levantamos y nos propusimos a desayunar, hacía de nuevo un frío considerable y cuando esperábamos que ibamos a tener otra jaima calentita preparada, cuál fue nuestra sorpresa cuando nos ofrecieron tomarlo al aire libre, a lo que nos negamos rotundamente y nos tuvieron que preparar una mesa cubierta a toda prisa, nos sentamos pero hacía un frío tremendo y hasta que prepararon las brasas a modo de calefacción y aquello comenzó medio a caldearse, ya habíamos terminado. El desayuno no estuvo mal, pan con mantequilla, huevos duros, dátiles, miel, queso y zumo de naranja, pero lo de que nos ofrecieran tomarlo al aire libre y el frío que pasamos, nos arruinó el momento, bueno, espero que hayan tomado buena nota.

Hicimos borrón y cuenta nueva y nos preparamos a disfrutar del día. Esa mañana la pasaríamos dando un paseo por la ciudad de Douz, que está en torno a 32,000 habitantes (2022). Alberga a finales de diciembre y durante cuatro días, el célebre Festival Internacional del Sáhara, cuatro días de conciertos, folclore, carreras de dromedarios y en definitiva una fiesta que por lo visto, atrae a muchos miles de visitantes.

Abderrahman nos guió por las calles mientras nos iba contando historias de todo tipo y nosotros friéndole a preguntas, es la suerte de tener un gran guía, ¿no créeis?.

Durante el recorrido nos llevó a ver una tienda de un artesano que hace calzado, estas visitas siempre nos gustan.

Como no, no podíamos dejar de visitar el Mercado de Douz, ubicado en la plaza principal del municipio. En él se encuentra de todo como suele ocurrir en estos mercados, mayoritariamente ropa, frutas y hortalizas, parecido a cualquiera de nuestro país.

Tengo que decir que antes de este viaje los dátiles no me hacían mucha gracia pero de tanto verlos, y animarme a comerlos (no tienen nada que ver los de aquí con los que hay en España) les fui cogiendo el gusto y la verdad que comí infinidad de ellos porque los había por todas partes, sobre todo en Douz y Tozeur, donde hay grandes palmerales.

Hago aquí un inciso para otro de los momentos top del viaje. A mí, que cada vez me gusta más buscar alternativas diferentes a las típicas de siempre, acordé con Amparo de la agencia una actividad que consistía en cocinar con una familia bereber. Esta experiencia tocaba este día, cocinaríamos con ellos la comida que a continuación disfrutaríamos todos juntos.

Llegamos a la vivienda donde nos esperaba el patriarca de la familia junto con su mujer, su hija y un par de niños. Era sobre la una de la tarde y ya tenían los ingredientes preparados, cocinaríamos couscous de cordero, con briks y unas ensaladas.

Además propusimos hacerles nosotros (bueno, más bien, el gran Chuchi) una tortilla de patata para que probaran algo de nuestra gastronomía.

También nos mostraron como hacer el pan casero, ese que tanto nos gusta.

Lo pasamos bien, nos reímos, aprendimos, disfrutamos y finalmente resultó una comida espectacular, ¿no lo parece?

Y lógicamente nos pusimos las botas, aunque a ellos parece que la tortilla no les gustó tanto como a nosotros, el patriarca de la familia, ni la tocó, respetable, siempre cuesta comer algo a lo que no estás acostumbrado…

Nos tomamos un té y nos despedimos de la familia dándole las gracias y todos encantados de la experiencia.

Dejamos ya Douz para dirigirnos a otra ciudad importante del sur del país, Tozeur.

Al poco de salir y cuando estábamos en medio de la siesta, paramos para ver otra cosa curiosa, qué grande eres Abderrahman, qué bien elegidas esas interesantes paradas.

Este edificio que parece medio derruido, se trata de un pozo de agua subterránea. Según nos contó Abderrahman, el agua sale tan caliente que no vale para regar, por lo que primero tiene que enfriarse antes de pasar a regar el oasis circundante. Y no sólo las palmeras se aprovechaban del agua, porque vimos al menos a una decena de lugareños bañándose en sus aguas termales, pero con esponja y jabón.

Poco después llegamos a otro lugar muy muy curioso y otra de las mejores experiencias de Túnez, este país no dejaba de sorprendernos, y este lugar no era otro que el lago salado Chott el Djerid, un lago interior que en su día estuvo unido al Mar Mediterráneo y que ocupa una superficie similar a la de la provincia de la Rioja. Cruzamos la carretera que lo atraviesa, haciendo una parada para ver de cerca tan curioso fenómeno, que hace que incluso se haya comparado con las condiciones en el planeta Marte.

Escenario también de la saga de Star Wars (exactamente de la Episodio IV: Una Nueva Esperanza), lo normal es que el lago se encuentre completamente seco, ya que las temperaturas en verano pueden alcanzar los 50º C y por tanto la escasa precipitación anual se evapora rápidamente, produciendo el efecto óptico llamado Fata Morgana, en el que los objetos del horizonte se alargan y se elevan, los famosos espejismos del desierto.

Por el camino podréis ver acumulaciones de sal y pequeñas lagunas de colores variopintos, qué lugar tan extraordinario y curioso.

También encontramos alguna embarcación varada, que algún gracioso lo bautizó con un divertido nombre…

Cruzamos el lago, para llegar a Tozeur, que es considerado el oasis más grande de Túnez, cuyo palmeral, que ocupa una extensión de 8.000 hectáreas y unas 300 mil palmeras, impresiona. Este produce la mayor parte de los dátiles que se exportan al extranjero, siendo especialmente apreciados los de la variedad “deglat en nur” (dedos de luz).

La primera parada que hicimos en la ciudad fue el museo del dátil, donde un guía local nos fue explicando y Abderrahman traduciendo, mil y una historias de la palmera y el dátil, ese fruto tan importante para esta zona y para el país en general. No os aburriré pero nos explica cosas muy curiosas como la de que hay más de cien variedades o el sistema manual por el cual se poliniza de forma manual cada palmera, ah, también que hay machos y hembras ¿lo sabíais?

Sorprende ver el sencillo pero al mismo tiempo sofisticado y eficaz sistema de regadío del palmeral creado por el matemático Ibn Chabbat en el siglo XIII, que mediante 200 fuentes se consigue conservar la frondosidad del oasis en medio del desierto, increíble.

Tras la visita ya nos dirigimos al hotel, bueno, más bien llamada casa de huéspedes, llamada Dar Tozeur y que fue el alojamiento sin duda con más encanto del viaje, además tendríamos la suerte de disfrutarlo durante dos noches.

La habitación, sin ser espectacular, también estaba bien, pero lo que destaca de este alojamiento, son sus instalaciones, con esa piscina en el centro del establecimiento y otra fuera y una azotea para disfrutar de la puesta de sol y del palmeral al fondo.

Manolo aprovechó para darse un masaje de una hora en el servicio de masaje y spa que ofrece el hotel y tras ducharnos cenamos muy bien en su restaurante, donde por cierto vimos una familia de españoles, los únicos compatriotas que veríamos en todo este viaje.

Esta es la ruta que habíamos hecho ese día, sin duda el de menos kilómetros recorridos

Día 7. Jueves 23 de febrero

No madrugamos mucho y por tanto aprovechamos para desayunar tranquilamente y disfrutar del fantástico desayuno servido, otro punto positivo para el hotel.

Esa mañana, como hicimos en Douz, daríamos un agradable paseo por la mañana por Tozeur, ciudad más interesante que la anterior, que sin ser espectacular ni muy grande, es curiosa sobre todo por su arquitectura de ladrillo que adorna todos los edificios de la antigua medina.

Como tampoco la ciudad da para mucho ya que se ve rápido lo más interesante, es una buena opción si visitar un lugar que me sorprendió para bien, el Museo Dar Chraiet, o Museo de las Artes y Tradiciones. Se trata del primer museo privado de Túnez y fue creado por Abderrazak Cherait, que fue alcalde la ciudad, para mostrar la cultura y estilo de vida tunecino.

Tras su entrada de ladrillo claro se esconde un verdadero palacio, réplica de una residencia burguesa.

El museo alberga una colección de objetos artísticos de los siglos XVII a XX procedentes de Túnez y de las principales regiones del Imperio otomano (Turquía, Siria) y unas cuantas escenas costumbristas que con las explicaciones de Abderrahman resultaban siempre muy interesantes, una boda, diferentes oficios, labores domésticas, etc.

La verdad que el museo como he dicho, me sorprendió para bien, y además como siempre digo, si tienes el tiempo suficiente y no tienes una mejor alternativa, es una muy buena opción.

Después de la visita y como quedaba todavía algo de tiempo para comer, Abderrahman nos llevó a una ciudad cercana, Nefta, donde primero fuimos al llamado mirador de Vue Corbeille, donde se tiene una bonita vista del palmeral que rodea la ciudad.

Luego dimos una vuelta por la medina, que no tiene nada del otro mundo pero bueno, estuvo bien la visita.

Por el camino de vuelta, circulamos paralelo al enorme oasis de Tozeur, vimos las diferentes fábricas de dátiles, incluida la española el Monaguillo y también una residencia fastuosa que tiene la familia real qatarí y que puede que no la vuelven a pisar en su vida, pero ahí está, con su antena de telecomunicaciones encriptada según nos contó Abderrahman.

Volvimos al hotel donde nos esperaba una fantástica mesa para comer preparada al lado de la piscina al aire libre.

Comimos de nuevo muy bien, un pastel de verdura, pollo con salchichas y de postre sorprendentemente había postres de verdad y no naranjas, todo muy rico. Solíamos pedir agua en las comidas, que como sabéis no suelen estar incluídas las bebidas en los precios de estos tours, y por las botellas de litro o litro y medio, pagábamos siempre menos de un euro al cambio, baratísimo.

Esa tarde tocaba otro plato fuerte, otra excursión que a la postre sería otra de las mejores del viaje👏👏👏 .

Nos vino a buscar un 4×4 con un amable tunecino y nos pusimos en ruta poniendo rumbo al norte para visitar dos de los lugares más visitados e interesantes de todo Túnez.

Recordemos que un oasis es un zona situada en un erg, es decir, en la zona arenosa de un desierto en el cual se puede encontrar agua y vegetación, pero también hay otro tipo, los denominados oasis de montaña, y dos de los más importantes de Africa los íbamos a conocer a continuación, Tamerza y Chebika, escenario de nuevo de películas como el Paciente Inglés y el episodio IV de Star Wars.

Se encuentran a unos 60 kms de Tozeur, dejando el lago salado a la espalda y llegando a la cadena montañosa del Bajo Atlas que hay más al norte, transcurriendo por una estrecha y serpenteante carretera entre montañas y un bellísimo paisaje.

Por todos lados veíamos a la venta, por cierto, muy muy barata, la famosa rosa del desierto, que es el nombre coloquial con el que se conocen las formaciones de cristales de yeso o un mineral llamado barita donde generalmente están incluidos granos de arena. Los cristales de esta roca se forman mediante la evaporación del agua. Fijaos en las de la foto qué tamaño tienen, de unos 40cm de alto, aunque generalmente las venden de pequeño tamaño para su fácil transporte.

Primero nos dirigimos al oasis de Tamerza, a escasos kilómetros de la frontera con Argelia. No llegamos al pueblo del mismo nombre, y donde se encontraba la antigua población romana de Ad Turres, sino a su principal atracción, su cañón cercano formado por la erosión del agua del que brotan cascadas y un arroyo.

Dejamos el coche y seguimos un sendero hacia abajo, rodeado de tiendas de souvenirs hasta llegar al imponente cañón de unos 150 metros de altura.

Y enseguida podréis ver de cerca esa maravilla denominada, y así lo encontraréis en los mapas, como la Grand Cascade. Ahí, en medio de un lugar tan árido, resultaba ESPECTACULAR.

Tras disfrutar del entorno y hacernos fotos con un grupo de jóvenes tunecinos alguno de los cuales están aprendiendo castellano, regresamos a nuestro 4×4 para ir a nuestro siguiente destino, el oasis de Chebika.

Llegamos rápidamente y tras dejar el coche, subimos la colina para enseguida disfrutar una estupenda vista del antiguo pueblo del mismo nombre, ahora abandonado, y el palmeral regado por el agua del manantial que íbamos a ver de cerca.

Caminamos por un sendero delimitado y muy chulo, como siempre escuchando muy atentamente las explicaciones siempre interesantes de Abderrahman, qué tío, sabe de todo.

En una de las muchas rocas del camino, nos muestra restos de fósiles de moluscos y conchas marinas, lo que indica que todo esto hace muchísimos años, estuvo bajo el mar.

Continuamos por un sendero pedrogoso hasta alcanzar finalmente el origen de la fuente de agua, un pequeño riachuelo, y que nunca deja de tener agua incluso en las épocas de más calor y pleno verano.

Seguimos el curso del río hasta que llegar a una pequeña cascada y una laguna donde en verano seguro que buenos baños se darán los visitantes con el calor que hará.

Por el camino os econtraréis vendedores ambulantes con todo tipo de piedras a la venta a los que finalmente le compramos algo porque daban pena verlos allí con tan poco turismo y cuyos bajos precios no merecían ni el regateo. Aquí uno nos hizo una demostración con la flauta para captar nuestra atención, y lo consiguió.

Y ya finalmente regresamos a nuestro punto de partida, en un trayecto que habíamos hecho, no muy largo pero muy interesante.

Regresamos por la misma carretera que nos había traído desde Tozeur pero todavía falta un plato fuerte, la guinda a esta excursión tan recomendable.

En un determinado moment nos desviamos del camino para tomar una pista semidesértica por donde circularon los vehículos en el año 1989 en el famoso rally París – Dakar de ese año.

Comenzamos tranquilos por esas pistas, en algunos tramos había agua y barro con lo que tuvo que ir mucho cuidado, pero…. más adelante, y sin previo aviso el conductor empezó a acelerar y comenzó a hacer maniobras, pactadas con el «sinvergüenza» de Abderrahman que no nos había dicho nada y lo sabía todo. Aquel coche se puso de lado, subimos y bajamos en plan montaña rusa… no os doy detalles porque espero que lo probéis, sólo decirnos que a mí, que me encanta la adrenalina, fue de lo mejor de todo el viaje…. y para muestra, este vídeo, no soy mucho de poner vídeos y menos de nosotros porque mi blog no es hablar de mí mismo, pero es que este vídeo es tan bueno y muestra tan bien este momento que no me resisto a mostrarlo, lo siento…🙏

Aquí una foto con el culpable y experimentado conductor, qué gran momento nos hizo pasar…

Continuamos y nos acercamos a la guinda final de la excursión, otro escenario mítico de Star Wars, el llamado Mos Espa. Por lo visto es la ciudad de origen de Luc Skywalker, situado en el planeta Tatooine.

Los responsables de los escenarios de Star Wars, decidieron no desmontar el set de rodaje y lo dejaron ahí. Supongo que para los amantes de la Guerra de las Galaxias, este sitio es un lugar de culto, pero tengo que decir que no lo tienen nada bien mantenido, con los vendedores y sus puestos dentro del recinto y lleno de excrementos de dromedarios, ¿sería tan difícil dejar entrar sólo a los visitantes y mantener eso limpio y en las mejores condiciones? así no se decepcionaría el visitante. Abderrahman me dijo que ya se lo habían comentado a los responsables en múltiples oportunidades, qué pena da este tipo de cosas.

Y aquí terminó esta fantástica excursión cuando ya anochecía.

Regresamos al hotel donde cenamos, tomamos algo y nos fuimos a dormir, al día siguiente nos esperaba el madrugón más importante del viaje y también el recorrido más largo.

Aquí como siempre os marco en Google Maps la ruta de ese día, de nuestra segunda jornada en Tozeur y sus alrededores.

Día 8. Viernes 24 de febrero

Nos levantamos muy pronto para estar desayunando a las cinco de la mañana, hoy tocaba un largo viaje hacia el norte ya que hoy de nuevo dormiríamos en Sousse, a unos 360 kms de distancia de Tozeur.

Antes de llegar a nuestro destino final, haríamos concretamente dos paradas para ver interesantes lugares. El primero de ellos era Sbeitla, a unas tres horas de nuestra partida, para visitar otra antigua ciudad romana (también llamada Sufétula) similar a la que vimos el segundo día (Dougga) aunque seguramente no atrae tanto como la primera al estar en un paisaje diferente, al lado de una carretera y no en una ladera con espectaculares vistas como Dougga. Aún así, su estado de conservación es muy bueno y creo que merece mucho la pena. Fue fundada en el siglo I d.C. y alcanzó su máxima prosperidad a finales del III d.C.

Esta puerta de arco de medio punto, llamada de Antonino, es uno de los mejores conservados, junto al cual podemos ver la muralla que rodeaba parte de la villa y que da acceso al foro.

Lo que más atrae de las ruinas, seguramente sean estos tres templos dedicados a los dioses romanos, Júpiter, Juno y Minerva, cuya separación difiere de los templos capitolinos clásicos, que suelen acoger el culto a las tres divinidades en uno que juntase los tres.

Podréis ver las termas, un teatro y hasta un ¿spa de la época? 🤷‍♂️🤷‍♀️

Pues no, es un magnífico baptisterio o pila donde se celebraba la ceremonia del bautismo, impresionante su estado de conservación.

Disfrutamos de la visita y de las explicaciones de nuestro querido guía, que siempre aporta un plus imprescindible a este tipo de visitas a ruinas arqueológicas.

Continuamos ruta para hacer aproximadamente otros cien kilómetros hasta llegar a nuestra siguiente visita, esta sí que imprescindible, Kairouan, la ciudad más antigua de Túnez. Fundada en el año 670, fue la primera base árabe del Norte de África y terminó por convertirse en la cuarta ciudad santa del Islam, con la Meca, Medina (ambas en Arabia Saudí) y Jerusalén. Actualmente cuenta con unos 120,000 habitantes (2022).

Destaca por encima de todo en la ciudad su imponente mezquita.

Llamada también Mezquita de Sidi Uqba, se levanta sobre las ruinas de una más antigua del año 670, pero reconstruida con mayores dimensiones.

Es posible ver el interior aunque no entrar, reservado únicamente para los que profesan la religión musulmana y mantiene espacios diferenciados para hombres y mujeres.

Salimos del recinto y tuvimos la oportunidad de contemplar un muy fotogénico cementerio árabe, que como podéis observar en la foto nunca tienen flores u otro tipo de adornos como hacemos por ejemplo los católicos.

Al salir, cruzando la calle, teníamos la visita a la fábrica de alfombras (Cooperative des Tapis). Ninguno íbamos con intención de comprar pero bueno, normalmente estas visitas suelen ser interesantes, sobre todo porque algo se suele aprender. Tuvimos buen recibimiento con té y dulces, un poco de bromas y luego a la venta. Sinceramente no me gustó mucho la actitud finalmente del vendedor, que pasó de la información a la insistencia en tratar de vender, rozando la incomodidad, así lo vivimos todos.

Desde allí nos dirigimos a comer, a un hotel de los mejores de la ciudad, Hotel La Kasbah. Está catalogado como de 5 estrellas pero ya sabéis, que no es lo mismo que en España aunque he de decir que las instalaciones estaban muy bien. Aquí fue donde tomamos el café tranquilamente tras comer.

Nos acomodaron muy amablemente en un salón donde pudimos disfrutar de un buffet muy bueno, una comida muy agradable.

Aquí nos hicimos varios popurrís de comida, un poco de aquí, otro poco de allí…

Tras comer nos dirigimos a visitar la medina de la ciudad, que se encuentra en el interior de su gran muralla de arcilla de una altura de unos cinco metros, protegida por seis puertas.

Comenzamos viendo el llamado mausoleo del barbero y que alberga la tumba de Abou Dhama, un discípulo de Mahoma que era apodado “Sidi Sahab”, es decir, “el portador de tres pelos”, ya que se creía que llevaba con él tres pelos de la barba del Profeta.  La mezquita fue construida en el siglo VII y ampliada en el siglo XVII. Tengo que decir que es muy bonita y que merece la pena la visita, además encontraréis sus paredes y columnas con bonitos azulejos de Nabeul y yesería de estilo andalusí que os recordará a la Alhambra de Granada.

Después de la visita ya nos perdimos por las calles de la medina, por sus puestos ambulantes que siempre son interesantes y sin agobios de los vendedores, cosa que se agradece (como no acordarse de todo lo contrario en Egipto..)

Tuvimos tiempo de caminar por sus callejuelas estrechas, con esas puertas que me tenían enamorado, sobre todo las de color azul.

Abderrahman nos llevó también a ver las piscinas de los Aglabíes (s. IX), antiguos depósitos de agua diseñados para abastecer la ciudades y que estaban alimentados por un acueducto de 36 km que traía el agua desde las montañas.

Tras este más que agradable paseo dejamos la ciudad para dirigirnos más al norte hacia la costa para llegar al lugar donde de nuevo dormiríamos, Soussa, pero que este vez sí visitaríamos, no como a la ida que simplemente dormimos.

Esta es una de esas ciudades a las que suelen acercarse los habitantes de la capital para pasar un día de playa, sin embargo su legado histórico y monumental también es importante. No en vano su magnífica medina está declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1988.

Comenzamos dando un paseo y ya vimos una medina mucho más cuidada y atractiva, nada que ver con las de Tozeur o Douz.

Con la ayuda como siempre de nuestro guía Abderrahman que siempre nos llevaba a los mejores sitios, acudimos a una tienda a comprar especias, se llamaba El Mazgar. Quién más quien menos compró algo porque estaban a buen precio, un poco de sésamo, un poco de canela. La comunicación con los vendedores no es difícil, el idioma oficial del país es el árabe pero tiene el francés como segunda lengua, sobre todo en las zonas urbanas y turísticas, y yo ahí, me defiendo, alguno incluso, aunque no es frecuente, «chapurrea» algo de castellano.

Continuamos con el paseo, que a pesar del bullicio y la animación, se nos hizo muy agradable, sin agobios y sin molestias. Qué bien se viaja así por estos lugares, siempre guiados por los mejores sitios.

Se acercaban las seis de la tarde y por tanto la caída del sol, y como ya habíamos visto bastante y el cansancio por el madrugón pasaba factura, decidimos ya retirarnos a nuestro hotel cuyo nombre completo es Sousse Pearl Marriott Resort & Spa.

Este alojamiento ya había acordado con la agencia que estaría más céntrico porque este día teníamos más tiempo que cuando fuimos al Iberostar.

Según nos acercábamos con nuestro vehículo la fachada nos dió una no muy buena impresión. He tenido malas experiencias con hoteles de las cadenas norteamericanas porque a veces son muy antiguos y están pidiendo a gritos una renovación (como no recordar el Hilton de El Cairo), pero cuando llegamos al hall del hotel y vimos que esa parte era nueva, nos sorprendió para bien.

Solicitamos nuestra habitación triple y de nuevo como el primer día en el Laico Túnez, no la tenían preparada. Hubo un par de llamadas de Abderrahman con su contacto de nuestra agencia en Túnez para quejarse y surtió efecto, porque nos dieron nada más y nada menos que ¡¡¡una estupenda suite en la última planta!!!!!

Y qué decir de las vistas que tenía hacia el mar…

Nos dimos una fantástica ducha y bajamos a cenar, otro espectacular buffet y otro homenaje para el cuerpo, ya habíamos perdido la cuenta.

Para terminar el día nos tomamos un cocktail en el agradable bar que tenían y aprovecho para decir que el alcohol es caro en Túnez en comparación con otras bebidas que tomamos en el país, como tés y cafés, refrescos o zumos de naranja. Los precios rondan los de España.

Esta es la ruta que habíamos hecho ese completo día.

Día 9. Sábado 25 de febrero

Desafortunadamente este era ya el penúltimo día en el país pero todavía quedaban sitios imprescindibles y muy visitados de Túnez.

Tras un estupendo desayuno buffet en el hotel y con un día nublado que hasta amenazaba lluvia nos dirigimos hacia Cartago, otro lugar obligado si venís a Túnez. Cerca de la famosa ciudad, capital en su día del estado Púnico, Abderrahman nos mostró un ejemplo de como casi en la misma calle pueden convivir una mezquita y una iglesia católica. Hay que decir que lógicamente el Islam es la religión de Túnez y de la casi totalidad de la población, apenas hay un 3% de católicos y una todavía más pequeña colonia de judíos. La constitución garantiza la libertad religiosa y Túnez es un ejemplo de convivencia en paz de diferentes dogmas y creencias.

Pararíamos en varios sitios ya que los vestigios arqueológicos están bastante dispersos. Esta ciudad es, hoy en día, un suburbio adinerado de Túnez, con villas rodeadas de jardines llenos de flores.

Primera visita, el llamado Tophet de Cartago, un santuario religioso llenos de tumbas con una gran cantidad de inscripciones y símbolos ubicada en el barrio de Salambó, cerca de los puertos púnicos. En él se llevaban a cabo los sacrificios de niños como ofrenda a las divinidades.

Decir que bajo la dinastía Magonid, Cartago se convirtió en la principal potencia comercial del Mediterráneo occidental, pero su éxito provocó un conflicto con la otra potencia mediterránea, Roma, que tras las tres guerras púnicas completaron la completa destrucción de su rival en el 146 a. C. Posteriormente, los romanos ocuparon la zona y la llamaron Julia Carthago.

Subimos a continuación a la colina de Birsa desde la que se tiene unas magníficas vistas del Golfo de Túnez.

Se ha identificado esta ciudadela como la ciudad vieja o acrópolis de Cartago, construida sobre una colina cercana al lago de Túnez en el 814 a. C. y hoy ocupada por la Catedral de San Luis, que se encontraba en obras de restauración.

A continuación nos acercaríamos a uno de los platos fuertes, las famosas Termas de Antonino, unas de las más importantes del Imperio romano.

Desde un pequeño mirador se puede apreciar, primero, el espectacular tamaño de las mismas, con una longitud de unos 200 metros, y su situación privilegiada frente al mar, lástima que el día estuviera nublado.

Bajamos a visitar lo que queda de ellas, porque a pesar de terremotos y abandono a partir del año 638, gracias a las expliaciones de nuestro guía, es posible hacerse una idea de lo que fue esta inmensa obra, alimentada de agua gracias a un larguísimo acueducto.

Vimos de cerca donde se encontraba el caldarium, las saunas, el gimnasio, la columa frigidarium de 15 metros de altura y los sótanos de las termas, lugar de trabajo de los esclavos, todo espectacular.

Terminamos esta visita que nos había llevado una buena parte de la mañana, pero antes de ir a comer y a conocer la capital, faltaba la visita a otra de las atracciones turísticas del país, el precioso pueblo de Sidi Bou Said.

A apenas 20 kms de la capital, se eleva esta pequeña joya sobre un promontorio sobre el Mediterráneo atravesado por callejuelas peatonales y escalinatas.

La historia de Sidi Bou Said es milenaria aunque ciertamente esta localidad no respondía al nombre que tiene actualmente hasta el S.XIII, fue entonces cuando vivió aquí un sabio religioso de nombre Sidi Bou Said.

Nos dejó Dris a la entrada del pueblo y subimos por una cuesta empinada para sumergirnos en esta joya azul y blanca.

Apenas habíamos comprado souvenirs en el viaje, y a pesar de que cada año que pasa compramos menos, los imanes nunca fallan, para nosotros y para regalar, así que aquí, aprovechando la gran cantidad de tiendas que había, casi arrasamos con ellos.

Guiados por Abderrahman, nos perdimos por sus calles adoquinadas, algunas de las cuales no eran muy transitadas.

En el año 1912, el inglés Barón d´Erlanger se construyó un palacio en Sidi Bou Said que llamaba la atención por su parecido con las viviendas típicas de Santorini, en Grecia. A causa de esto, el barón presionó y finalmente consiguió que el gobierno tunecino aprobase, en 1915, una ley que estableció que todas las construcciones del pueblo debían de ser blancas con las ventanas y puertas en azul intenso. El resultado fue un rotundo éxito, y se extendió a más localidades del país.

Y precisamente es esto lo que me enamoró de este pueblo, las preciosas puertas de sus casas, la mayoría de color azul, algunas amarillas, con sus remaches de metal, absolutamente maravillosas.

Las puertas en Túnez y en general en el mundo islámico son un símbolo de fé, hospitalidad y bienvenida, pero también de protección, por eso también están llenas de amuletos, formas geométricas, medias lunas, manos de Fátima para ahuyentar el mal de ojo, etc.

Nuestro cicerone tunecino nos invitó a probar en un puesto callejero un dulce llamado Bambalouni, una especie de rosquilla con azúcar, que la hora en la que estábamos, cerca de la una del mediodía, entraba de maravilla.

No vimos muchos rincones con vistas al mar, al menos por las calles por las que se paseamos no están tan orientadas hacia el Mediterráneo, como puede pasar en otros pueblos de Grecia por ejemplo o España, y eso sí lo eché en falta. Esta son las únicas que encontramos.

Tomamos un café en un establecimiento célebre, Café des Nattes, desde cuya terraza hay una bonita vista de una de las calles principales.

Ya saliendo del pueblo y antes de subirnos al bólido de Dris, Abderrahman nos llevó, ya que se lo habíamos pedido, a un sitio de confianza para comprar dátiles, pero buenos dátiles. La tienda se llamaba Deyma y hay varias repartidas por el país. Los precios no eran elevados, y la presentación sin embargo, espectacular. Su especialidad o su artículo más original son los dátiles rellenos de frutos secos, y que como véis en la foto, una caja valía 30 DT (unos 11.5€ al cambio), pero los normales eran más baratos y estaban deliciosos, nada que ver con los que había comido en España.

Después de Sidi Bou Said ya nos dirigimos a nuestro destino final del viaje, la capital del país.

Dris nos dejó junto al Monumento Plaza de la Alcazaba, un lugar emblemático y que se encuentra rodeado de edificios oficiales.

Caminamos un poco y nos adentramos ya en la medina de la ciudad, observando antes este mapa que había en la pared y que aprovechó Abderrahman para explicarnos lo más importante.

Entramos y lo primero que nos encontramos fue la mezquita Hammouda Pacha construida en 1655 y en el que destaca su interesante torre, que se ve desde casi cualquier lugar de la medina.

Pronto nos encontramos con la Mezquita Zitouna, que es el gran centro patrimonial y espiritual de la ciudad. Muy cerca de la mezquita está ya el Zoco El Bey (Dar El Bey), un mercado cubierto, el típico zoco pero infinitamente más tranquilo que el de El Cairo, Estambul o Marrakech, por decir alguno que he visitado, mucho mejor así.

En la capital y zonas turísticas vimos a mucha más gente, sobre todo mujeres, vestidas como en Europa. Hay que decir que Túnez es sin duda unos de los países musulmanes más liberales y tolerantes, pero ello no implica que no deban acatarse unas normas básicas en cuanto a cultura y ética.

Hicimos una pausa para comer en un restaurante llamado Fondouk El Attarine, muy céntrico, en un bonito patio interior y que estaba hasta arriba de gente.

Pedimos lo que se asemeja al menú del día español, con varios platos a elegir y la verdad es que de nuevo comimos muy muy bien. El menú de dos platos abundantes y postre costaba 45 dinares, unos 14€ al cambio en ese momento, nada caro.

Tras la comida, teníamos que hacer alguna compra más así que nos llevó Abderrahman a una tienda donde compramos unos perfumes y sobre todo aceite de Argán, que después de comprarlo en Marruecos tenía ganas de volver a adquirirlo. En Túnez no hay mucho aceite de este tipo y la mayoría viene de Marruecos, no es barato, así que por supuesto no os fiéis de lo que os ofrecen por ahí a bajo precios, son burdas imitaciones.

Seguimos recorriendo la medina de la ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979 en la que podréis encontrar agradables cafés y por supuesto muchos y muchos comercios.

Caminamos hasta que ya un poco cansados, regresamos al hotel Laico, en el que nos alojamos también la primera noche.

Fue el momento de despedirnos de nuestro increíble guía, el amigo ya Abderrahman Rihani. Ya le dije a él, y lo vuelvo a repetir, nunca tuve un guía como él, tan profesional, tan formado y sobre todo tan buena persona. ¡¡¡¡Mil gracias Abderrahman y seguro que volveremos a vernos amigo!!!. Os paso su contacto para si en algún momento os queréis comunicar con él para visitar Túnez, podéis hacerlo por whatsApp sin problemas +21620050420.

Nos dimos un baño relajante en la piscina climatizada del alojamiento, cenamos y nos tomamos el último gin-tonic en el país brindando por los estupendos 9 días que habíamos pasado.

Esta fue la ruta de este penúltimo día en el país

Día 10. Domingo 26 de febrero

Este día, dado que teníamos el vuelo de regreso a España a las 20h. nos levantamos tranquilamente y nos dirigimos a pie ya los cinco sólos de nuevo a la zona de la medina que estaba a apenas unas manzanas del hotel, llegando a ella por la céntrica avenida Habib Bourguiba.

En la plaza de la Independencia, justo antes de acceder a la medina, nos encontramos con la fastuosa Catedral católica de San Vicente de Paul, inaugurada en 1897 y que mezcla estilos románico, gótico y bizantino.

Era domingo y aunque parecía que estaba cerrada su puerta principal, es porque la entrada se encuentra en la parte posterior a la que nos acercamos y pudimos acceder gratuitamente diciéndoles a los de seguridad de la puerta que íbamos a rezar… no hay que pagar por entrar.

A continuación ya nos dirigimos a la medina y caminamos como el día anterior por las calles estrechas del zoco cuyos comercios, al ser domingo muchos de ellos estaban cerrados.

En la Plaza de la Victoria, junto a una de las entradas al este del zoco, veréis el precioso Hotel Royal Victoria, que acogió el consulado del Reino Unido en Túnez, y más tarde su embajada después de la independencia del país en 1956.

Decidimos en su agradable terraza tomarnos algo para agotar las últimas horas antes de comer. Esta es una plaza ideal para observar a los vendedores ambulantes ofreciendo sus artículos y personajes de todo tipo deambulando. De nuevo cuando pedimos la cuenta, confirmamos que excepto el alcohol, las consumiciones en Túnez en los bares y restaurantes son muy asequibles, más barato que en España incluso en lugares turísticos como este.

Volvimos ya por la Avenida Bourguiba de regreso al hotel. Esta zona que es la más moderna por lo visto de la ciudad, tampoco es que viéramos nada especial que nos atrajera, salvo corroborar que el imperio Inditex está por todos lados.

Y volvimos al hotel tras haber hecho esta ruta a pie.

En el hotel Laico ya disfrutamos de la última comida en su buffet y a título anecdótico y para que corroborar lo de que era quizás el mejor hotel de la capital, nos encontramos en su hall con unos cuantos integrantes de la familia real de Arabia Saudí, y fijaos los coches tan sencillos que había fuera esperándoles para transportarlos.

A la hora acordada nos vino a buscar el gran Dris, elegante como siempre para llevarnos al aeropuerto, donde nos despedimos con un gran abrazo de despedida, fue un placer conocer también a una persona como él.

El vuelo de regreso a España lo haríamos con la aerolínea local Tunisair y la verdad que la experiencia fue nefasta, comenzaron a anunciar retrasos en nuestro vuelo y en otros de la misma compañía. Los ánimos se empezaron a caldear, gente protestando, enfadada, nadie de la compañia nos dió explicaciones ni nos ofreció ningún tipo de compensación. El vuelo tenía que salir a las 20:10 y acabamos saliendo a la 01:20h del día siguiente, es decir, más de cinco horas de retraso. Hemos reclamado indemnización pero se defienden diciendo que como no pertenecen a la UE, no tienen por qué indemnizarlo, en fin, lamentable.

A pesar de este último contratiempo, desde luego no consiguió empañar un estupendo viaje a un país que nos encantó, TÚNEZ, espero volver algún día y os lo recomiendo 100%.

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