COMILLAS & SANTILLANA DEL MAR (CANTABRIA)

Si hay dos poblaciones que destacan del OCCIDENTE de la preciosa provincia de CANTABRIA y que considero imprescindible visitar, esas son COMILLAS y SANTILLANA DEL MAR, dos villas que si no las conocéis espero que esta entrada os anime a hacerlo. Sin duda son de mis favoritas del poniente cántabro junto con otros puntos destacables como Fuente Dé y Potes.

A estos dos municipios que van a centrar esta entrada, y a pesar de que no me gustó tanto, voy a añadir otro que por cercanía a aquellos y porque además su visita no os supondrá mucho tiempo, también es interesante conocer, la villa marinera de San Vicente de la Barquera.

Empezamos por mi favorita, Comillas, una villa más bien pequeña, ya que tan sólo mantiene censados 2,126 habitantes (fuente INE 2022) pero en verano, que es cuando le hago mi última visita y que aquí os presento, su población se multiplica ya que es un destino vacacional cántabro muy famoso y hasta «real», luego os diré por qué.

Alberga quizás el mayor patrimonio arquitectónico de la provincia, pero a menudo queda eclipsada por la cercana Santillana del Mar, que es la localidad más turística de Cantabria, también por la cercanía a ésta a las famosísimas Cuevas de Altamira.

En Comillas si hay un lugar que destaca por encima de todos y que va a tener un lugar destacado en este espacio es el magnífico edificio Villa Quijano, popularmente conocido como el Capricho, primera obra del genial arquitecto Antonio Gaudí fuera de Cataluña.

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A finales del siglo XIX, la historia de esta población da un giro importante debido a un ilustre personaje, Don Antonio López, absoluto protagonista del pasado contemporáneo de Comillas, que tras emigrar a América, y cuyo éxito en los negocios (llegó a poseer más de 200 compañías) le permitirán convertirse en uno de los hombres más influyentes de finales de ese siglo. A la vuelta de América se estableció en Barcelona pero empezó a acudir de forma periódica a Comillas, invitando en el año 1881 al mismísimo Alfonso XII a pasar sus vacaciones en esta villa. El rey aceptará, complacido por el apoyo que durante años había recibido de Antonio y este agradecimiento fue acompañado con el nombramiento de Don Antonio como Primer Marqués de Comillas y como Grande de España, no está mal, ¿no?

La visita real y el papel de Antonio López supuso una gran transformación para la Villa de Comillas, ya que para la ocasión se trasladaron a Comillas arquitectos y artistas catalanes, que pusieron el germen del modernismo catalán en la villa a través de la construcción de edificios monumentales como el Palacio de Sobrellano, la Capilla-Panteón o la Universidad Pontificia.

En nuestra visita dejamos el coche en una calle cercana a un supermercado junto al paseo de Estrada y fuimos en busca de nuestro primer edificio que queríamos visitar, el fantástico Palacio de Sobrellano.

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Este precioso palacio neogótico diseñado por el arquitecto barcelonés Joan Martorell y encargado construir por el Marqués de Comillas, fue ideado como residencia de verano de este y de nada menos que la Familia Real de Alfonso XII. Fue inaugurado años después de la muerte del Marqués, en 1888 y en él trabajó como ayudante Gaudí proyectando el mobiliario de la capilla de palacio.

El edificio es de planta rectangular y totalmente simétrico, espectacular por fuera.

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Si su exterior es precioso, su interior no lo es menos, presenta una mezcla de estilos en el que destaca su hall distribuidor, su espectacular escalera de mármol y el gran salón, que forman un conjunto impresionante con su preciosa fachada. No pongo fotos para que lo veáis con vuestros propios ojos. Nos encantó.

Después de pasar un buen rato visitando este palacio que sin duda es imprescindible, fuimos en busca del lugar que más ganas teníamos de conocer de Comillas, el famoso Capricho de Gaudí.

Pagamos la entrada y ya tuvimos la primera vista del genial edificio, concretamente de la fachada este. La entrada al edificio se encuentra justo en el otro lado.

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Os recomiendo encarecidamente que conozcáis este insigne edificio mediante una visita guiada. Como todas las residencias proyectadas por Gaudí, esta también está llena de secretos que os irán desvelando en la visita guiada y que a nosotros, y hasta a nuestra niña, nos parecieron muy interesantes y divertidas, sobre todo si tenéis una guía tan competente y amena como la que tuvimos nosotros. Además como el interior del edificio esta prácticamente vacío, si no lo hacéis creo que la visita perderá mucho interés.

No os voy a contar todas las explicaciones de la visita, sólo algunas que pude anotar y otras en cambio os dejaré que conozcáis cuando vayáis, espero que así tengáis más ganas de ir y conocerlo 🙂

Decir que la obra se comenzó en 1883, en el mismo año que la Sagrada Familia y fue un encargo de Máximo Díaz Quijano, un ilustrado y rico indiano, abogado de profesión y concuñado del ya nombrado Antonio López, primer Marqués de Comillas. Además era músico amateur, detalle que como veréis será importante para la construcción de la vivienda.

Nos dirigimos a la fachada donde se encuentra la entrada principal, orientada hacia el oeste y ahí empezamos por una extensa explicación del exterior donde nuestra guía nos habló del modernismo, de la fusión y mezcla de estilos que presenta el edificio, tejados ingleses, torre mudéjar, elementos góticos, etc. Nos habló de los girasoles presentes por toda la fachada, que simula como Gaudí adaptó la casa a las condiciones climáticas, en función del recorrido del sol. También de las cuatro columnas que forman el pórtico de la entrada, simulando los puntos cardinales y otras curiosidades que seguro os intereserán, muchas de nuevo haciendo guiños al tema de la música.

La fachada exterior de la casa es muy colorida y original lo que hace que llame mucho la atención, exhibiendo la riqueza de su propietario, siempre pensando en él, eso sí que es una adaptación abnegada a los deseos de un cliente 😉

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La primera sala en la que nos detuvimos fue la que tenía que ser el dormitorio principal, incluso más grande que el salón y orientado hacia el este, es decir, por donde el sol debía de salir y de esta forma don Máximo pudiera verlo nada más levantarse. Junto a esta estancia entramos en el aseo, muy bonito, y con el espacio de la bañera por supuesto junto a la ventana.

Baño

En este cuarto están las que se consideran, según nuestro guía, las primeras vidrieras diseñadas por Gaudí, y que no se terminan por las prisas que tenía el dueño por vivir dentro.

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La residencia tiene unos 180 metros cuadrados, e incluso hay una sala con plantas traídas de Cuba donde el propietario pasó 10 años, ya que el dueño era un aficionado a las plantas exóticas. Esta sala hacía de invernadero, que entre otras funciones, regulaba la temperatura de la casa en los fríos inviernos cántabros, ¿una vivienda sostenible…? preguntar por qué la casa tenía forma de U…

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Pasamos al salón principal a la que nuestra «cicerone» llamó la de la música, que dispone de una bóveda ideal para la acústica. Aquí espero os cuente una de las curiosidades de la casa y que demuestra la genialidad del arquitecto de Reus, no os la voy a contar, sólo que está relacionada con el amplio ventanal, su sistema de poleas y la música otra vez… hasta le encantó la historia a mi hija.

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Os daréis cuenta que la casa tan solo tiene un dormitorio principal, el resto de estancias estaban más dedicadas a compartirlas con más gente. Pasamos a una de ellas, orientada hacia poniente, es decir donde disfrutar de las tardes de nuevo acompañado del «astro rey».

Una vez que terminaron las explicaciones subimos por una escalera de caracol a la planta de arriba, el desván, dividido en dos por el salón principal, con unas preciosas vigas de madera en el techo y que en el momento de nuestra visita mostraba algunos elementos de decoración provenientes de otros edificios, siempre trangresores para su época y que desde luego no deja indiferente.

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De ahí pasamos a una terraza donde es posible ver más de cerca su característica y preciosa torre-minarete, de inspiración mudéjar y que recuerda a los minaretes musulmanes.

Para terminar decir que el dueño vino a morir prácticamente a la casa, de ahí sus prisas, porque cogió una enfermedad, y murió, según nuestra guía ¡¡¡a los 7 días de haberse terminado!!!, ¿se puede tener más mala suerte?

Después de morir el señor Díaz Quijano, el palacio fue pasando de manos. Tras la guerra civil el Capricho quedó abandonado y aunque en 1969 fue declarado Bien de Interés Cultural, no fue recuperado hasta 1977, año en el que dejó de ser propiedad de la familia del Marqués de Comillas y pasó a manos de un empresario cántabro cuyos hijos lo convirtieron en 1988 en un restaurante de lujo, adquirido incluso en 1992 por una compañía japonesa, pero que finalmente tuvo que cerrar con la crisis. En 2010 afortunadamente abrió como casa museo para que todos lo podamos disfrutar y espero que sea por muchos años.

Y aquí termina la visita a este noble edificio, que por encima de su belleza encierra tantas y tantas historias, curiosidades y detalles que en mi opinión lo hacen apasionante. Su construcción supuso toda una revolución al adelantarse a todas las vanguardias europeas del modernismo. Este palacio es uno de los tres únicos edificios que el arquitecto construyó fuera de Cataluña, con la Casa Botines en León y el Palacio Episcopal de Astorga, qué personaje tan genial, no me extraña que sea venerado en nuestros días.

Aquí tenéis una última perspectiva de la casa que me encantó.

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Adyacente al Palacio se encuentra la Capilla-Panteón de los Marqueses de Comillas, construida también por el catalán Martorell y con mobiliario de Antoni Gaudí, una de las primeras incursiones del arquitecto en la decoración de interiores. Para su construcción, Martorell siguió modelos del gótico inglés y centroeuropeo, dando lugar a una catedral en miniatura.

Es una iglesia de estilo neogótico, que el marqués de Comillas mandó construir en honor a su hijo mayor fallecido (murió muy joven de tuberculosis). El propio rey de España, Alfonso XII, fue a inaugurar en persona esta iglesia en el año 1881.

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Después de las visitas a los tres edificios más representativos decidimos perdernos por las calles del centro de la villa.

Los artistas catalanes que acudieron a Comillas desde finales del XIX, también han dejado su sello en el casco histórico de la villa. En una de las plazas principales, encontrarás La Fuente de los 3 Caños, obra de Doménech i Montaner. Desde este punto es muy recomendable pasear por su empedrado casco histórico, el cual ha sido designado Conjunto Histórico Artístico.

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Después de visitar la oficina de turismo podéis tomar la calle los Arzobispos para llegar a la Plazuela de los Cantos, centro neurálgico de la villa llena de agradables terrazas donde tomar algo o llenar el estómago con la fantástica gastronomía local.

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La imponente torre de 30 metros de la Iglesia de San Cristóbal domina toda esta zona, este es el principal templo religioso de Comillas que data del siglo XVII.

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Podemos seguir por la Plaza de la Constitución, el centro neurálgico de la localidad y donde encontramos algunos de los principales monumentos de Comillas. Entre ellos está el Ayuntamiento Antiguo, situado justo al lado de la Iglesia de San Cristóbal.

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Como ya era casi la hora de comer nos dirigimos al restaurante en el que habíamos reservado viendo sus buenas críticas. En el restaurante Gurea, comimos un menú del día por 15€ bastante bueno, por supuesto y a pesar de que era verano, me pedí el célebre cocido montañés, como dejar pasar esta oportunidad de un amante de la cuchara como yo…

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Dado que el restaurante está en la parte alta de la villa nos acercamos a un mirador desde la que se tiene una preciosa perspectiva de la zona del puerto y la playa, que siendo verano y con el día que hacía, estaba repleta de gente. Disfrutar pensaba yo que días como estos no hay muchos por esta zona…

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En Comillas también hay muchas “Casas de Indianos”, que son palacetes típicos del norte de nuestro país que construyeron los españoles que emigraron a América después de hacer una pequeña o gran fortuna, a mí me personalmente me cautivan estas construcciones.

El resto de los edificios notables y casas solariegas del municipio corresponden a finales del siglo XIX y principios del XX, época en la que Comillas gozó de su máximo esplendor económico y social. Muchos de estos edificios son dignos de admirar como este que alberga la famosa tienda Molucas.

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Me fijé en este edificio de madera, mucho más reciente, que también me encantó.

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Otro edificio ilustre se encuentra en el llamado alto de la Cardosa, y es la Universidad Pontificia, de estilo neogótico con influencia mudéjar. El II marqués de Comillas (uno de los hijos de Antonio López) crea esta Universidad, aunque el edificio fue levantado por los Jesuitas. En la actualidad, La Fundación Comillas es una organización privada sin ánimo de lucro, creada en 2005. Su objetivo principal es la puesta en marcha, desarrollo y gestión de un centro de excelencia dedicado a la promoción y enseñanza especializada de la lengua y la cultura hispánicas. Lo vimos a lo lejos ya que no teníamos tiempo para visitarlo antes de que cerrara, pero lo tenemos apuntado para la próxima.

Pontificia de Comillas

En el municipio también podéis visitar otros lugares como el cementerio gótico, situado en una colina muy próximo a la costa, lleno de esculturas como el famoso Ángel de Llimona u otros lugares como la Casa Ocejo o el Parque Güell y Martos, lo que demuestra que esta noble villa está llena de sitios interesantes que descubrir y que sin duda merece una visita a fondo y sin prisas.

Tras la estancia en Comillas que perfectamente os puede llevar un día completo, apenas a 20 kms por la carretera bordeando la costa llegamos a otra famosa población, Santillana del Mar, que esta sí se puede visitar perfectamente en media jornada. Popularmente se le conoce con el sobrenombre de villa de las tres mentiras, ya sabréis por qué.

Muy cerca de ella se encuentra la cueva de Altamira, calificada como la «capilla sixtina» del arte rupestre ya que contiene probablemente las pinturas prehistóricas más famosas del mundo. Esto hace que se llene de visitantes y por cercanía muchos de ellos se acerquen a Santillana.

Dejamos el coche en un aparcamiento por el que pagamos una pequeña cantidad y nos acercamos primeramente al centro de visitantes para interesarnos por lo que debíamos ver en dicha población. Nos dieron un mapa y nos mostraron la ruta más interesante, sorprendiéndome de que el camino marcado por la amable chica que nos atendió no parecía que nos iba a llevar excesivo tiempo porque era bastante corto.

Santillana del Mar es un municipio de 4.250 habitantes censados (fuente INE 2022) dedicados en su mayoría a la actividad agropecuaria y, sobre todo, como no, al turismo. Gozó de gran esplendor en el siglo XV, cuando don Íñigo López de Mendoza fue nombrado marqués de Santillana. Posteriormente volvió a gozar de brillantez a finales del siglo XVII y, sobre todo, durante el siglo XVIII con la vuelta de los indianos, aquellos emigrantes que como ya he comentado fueron a América y trajeron una gran fortuna con el que se construyeron magníficos palacios.

Su casco histórico se organiza en torno a dos calles principales que van a parar a dos plazas. La primera de las calles toma diversos nombres (CarreraCantón, y del Río) y va a dar a la plaza que da acceso a la colegiata de Santa Juliana, su principal monumento. Si acercáis el mapa veréis marcado a bolígrafo la ruta que nos marcaron en la oficina de Turismo.

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Con estas indicaciones iniciamos el paseo por sus calles empedradas y su trazado medieval.

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A lo largo de su calle principal pudimos apreciar multitud de regias casonas producto de los momentos de mayor esplendor de la villa, son muchas para enumerar aquí. Justo enfrente del magnífico hotel de 5 estrellas la Casa del Marqués decidimos hacer un break para tomar un café en la Terraza Restaurante Casa Miguel, el sitio espectacular, con una terraza en un sitio privilegiado, rodeado de árboles y con buen tiempo de lo más tranquilo y alejado del bullicio de las calles, aunque quizás el servicio no es el más profesional, otro efecto colateral del turismo masivo, pero el sitio es fantástico.

Desembocamos en la parte de la calle principal conocida como “del Rio”, que desciende hacia un curioso abrevadero, a cuya derecha encontraremos otras viviendas señoriales, las Casas de los Cossio y los Quevedo, de finales del XVII.

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En esta plaza entramos en el Museo del Barquillero, que lógicamente a nuestra niña le gustó mucho y pasamos un buen rato viendo los juguetes antiguos.

Al lado de este se encuentra sin duda el edificio más representativo del municipio, la Colegiata de Santa Juliana, que data del siglo XII, la joya más importante del románico en Cantabria. Y dada su importancia decidimos pagar la entrada para visitarla por dentro.

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Nos acercamos a su entrada por La Plaza de las Arenas, donde destaca el Palacio de los Velarde, de estilo renacentista y construido durante el siglo XVI para Alonso Velarde, un joven de una familia importante del municipio. Entramos en la colegiata por su puerta occidental, que nos lleva directamente al claustro, que es el elemento más destacable del conjunto. Adosado a la fachada norte de la iglesia, se trata de uno de los claustros románicos más bellos de España, donde sobresalen sus capiteles románicos esculpidos en la piedra, a nosotros sin duda fue lo que más nos gustó.

A continuación entramos en la iglesia, que consta de tres amplias naves en cuyo interior se observan sepulcros medievales y relieves románicos de los siglos XI y XII. El retablo mayor según leímos es una excelente obra de estilo hispano-flamenco de finales del XV.

Salimos del templo y recorrimos de nuevo la calle Río para enseguida girar a la derecha y tomar la calle Racial en busca de la Plaza Mayor, sin duda otro de las principales atracciones de la villa. En ella se encuentra el edificio del Ayuntamiento, construido en el siglo XVIII y que está construido sobre un triple soportal con un bonito balcón en el primer piso, que lleno de flores, lo hace lucir mucho más. También en la plaza se encuentran otros edificios ilustres como las Casas del Aguila y de la Parra, caseríos de la antigua nobleza, las Torres del Merino y Don Borja y el Palacio Barreda – Bracho que alberga el Parador Nacional Gil Blas. Este es otro de los lugares más visitados de Santillana y casi seguro lo encontraréis lleno de turistas.

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Dejamos la plaza para continuar por la calle de Juan Infante, otra de las principales y que teníamos marcada en nuestra ruta.

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Caminamos por las callejuelas adoquinadas y los edificios de piedra, datados entre los siglos XIV y XVIII donde nos topamos con uno de los museos más interesantes y visitados de Santillana ya que siempre generan algo de curiosidad la temática, es el Museo de la Tortura, que contienen buen número de instrumentos de tortura utilizados por la Inquisición para combatir la herejía. Decidimos no entrar por ir con la niña con lo que al final, la Colegiata fue el único sitio que visitamos por dentro.

Y aquí terminó nuestro paseo por Santillana, que no nos llevó más de 3 horas, con lo que como os decía se ve bastante rápido. La impresión que tuve de ella, y es muy personal es que me dió la impresión de que ha perdido un poco la «esencia» de su belleza por la cantidad de visitantes que tiene, por la acumulación en sus pocas calles principales y por la proliferación exagerada de tiendas típicas y restaurantes, pero es verdad que bien merece una visita por su valor arquitectónico.

Decir que a la salida os encontraréis con un jardín botánico y un sorprendente zoológico!!, sí, como lo oís, aunque no sé como puede subsistir teniendo a apenas a 30 kms el supervisitado Parque de la Naturaleza de Cabárceno.

Como teníamos todavía algo de tiempo esa tarde, dudamos en ir a un sitio que seguro le habría gustado mucho a nuestra niña y que recomiendo porque me han hablado muy bien de él, el laberinto de Villapresente, el más grande de nuestro país, pero finalmente decidimos hacer una breve visita a la villa costera de San Vicente de la Barquera.

Fuimos a por el coche y en una media hora estábamos ya en la villa marinera. San Vicente de la Barquera es un municipio de 4.030 habitantes censados (2022) y cuya ubicación geográfica ha favorecido sin duda su desarrollo como uno de los destinos turísticos preferidos en la región. Está enclavado dentro de la ría de San Vicente y se encuentra rodeado de bonitas playas, como las de la Maza y el Tostadero, en plena ría, y las de Oyambre y Merón, más hacia el este y de mayor extensión. Además forma parte de la denominada Ruta Lebaniega, que enlaza el Camino de Santiago de la costa con el Camino Francés.

Dejamos el coche en una calle junto a la Avenida Miramar que circula paralela al mar y fuimos en busca de su atracción principal, el Castillo del Rey, que se divisa desde cualquier lugar de la villa. Para alcanzarlo subimos la calle Padre Antonio donde ya íbamos viendo unas bonitas vistas de la localidad.

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Caminamos por la zona conocida como la Puebla Vieja, también llamada Puebla Alta, un conjunto monumental plagado de interesantes edificios. El monumento principal es sin duda el Castillo del Rey, construido en el año 1210 tras la concesión de fuero a la villa por Alfonso VIII. Su estructura alargada se adapta al espolón rocoso que domina la bahía de San Vicente. En el lado oriental tiene adosada una torre cuadrada y en la fachada occidental la Torre del Homenaje.

La fortaleza tiene en total una longitud de 54 metros y del castillo arrancaba la muralla que se extendía a lo largo de las diferentes laderas del peñasco sobre el que se asentaba la antigua villa. De esa muralla se conserva la mayor parte de la fachada norte, así como algunas de sus puertas como la del Preboste, junto al actual Ayuntamiento, y la situada detrás de la Iglesia de Santa Maria de los Ángeles, monumentos todos ellos que vimos por fuera y que si tenéis tiempo y os interesa podéis visitar su interior. También son de interés las ruinas del Convento de San Luis.

Donde sí entramos fue en el Castillo que tras acceder a su torre más oriental pudimos ver una proyección audiovisual hablando de su historia y que aguantamos hasta que se le acabó la pacienca a nuestra niña. El interior de la fortaleza después de una rehabilitación se ha acondicionado para acoger diferentes eventos culturales: exposiciones, conferencias, conciertos, esto lo hace ser un importante foro cultural de la región. Hoy cuenta con una exposición permanente sobre la historia de San Vicente con documentos y piezas históricas de la villa y con una fotográfica de lugares del pueblo.

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Pero para mí lo mejor del castillo son sin duda las fantásticas vistas que hay desde cualquier rincón del edificio…

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Sólo por la panorámica que hay de diferentes partes de la localidad desde este punto merece la pena la visita. Aquí tenéis una perspectiva de uno de los ríos que desemboca en la ría de San Vicente, el río Gandarilla.

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También hay una preciosa perspectiva del Puente del Parral, construído en el siglo XVIII y que cruza hacia el otro lado del pueblo. Para mí es quizás la foto más bonita de todas porque simboliza bien a las claras el estatus de villa marinera que ostenta San Vicente de la Barquera.

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En esta otra panorámica se puede apreciar otro de los puntos más célebres de la villa, el Puente de la Maza, que con sus 32 ojos cuando fue construido entre los siglos XV y XVI, era considerado uno de los más largos de España. El mirador es precioso, con la ría en primer término, la localidad rodeada del Parque Nacional de Oyambre y los Picos de Europa al fondo.

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Después de disfrutar de las vistas, descendimos de nuevo por la calle Padre Antonio para cruzar el Puente del Parral y dar un agradable paseo por el otro lado de la villa, a lo largo de la zona donde se encuentra la cofradía de pescadores.

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Llegamos hasta el Santuario de la Barquera para después ya volver en dirección a nuestro coche. Una pena no disfrutar de la gastronomía de la localidad, muy apreciada y siempre relacionada con el mar, tendrá que ser para otra ocasión.

Y aquí termina el periplo de dos jornadas por estas tres villas del oeste cántabro. Os recomiendo de nuevo que las visitéis porque seguro no os defraudarán, sobre todo como ya he dicho la primera de ellas, Comillas, y que a mí personalmente fue la que más me gustó pero las tres desde luego que tienen algo y bien merecen una visita que podéis hacer perfectamente en un fin de semana, si podéis añadir un día más, mucho mejor.

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