Día 3. Bohol
A pesar de que nuestro vuelo salía a las 11:25h y dado el tráfico que tiene esta ciudad, preferimos ser previsores y levantarnos con tiempo. Pedimos un coche con la aplicación Grab y afortunadamente en unos 30 min estábamos en el aeropuerto (unos 10kms de distancia). Pagamos 360 pesos (6€) por el trayecto y nos dejó en la T4, la terminal doméstica. En todos sitios recomiendan un mínimo de 3 horas de escala en este aeropuerto, que es enorme, para llegar tranquilo a la salida del siguiente avión, tenerlo en cuenta.
Volamos de nuevo con Air Asia, que reservándolo con tiempo nos había salido muy barato, pagamos sólo 37€ cada uno. En el checkin no nos pesaron tampoco la mochila así que pasamos con ella sin problemas, desayunamos algo y a esperar en una abarrotada sala desde donde salían todos los vuelos internos.
La decisión de ir a Bohol fue bastante meditada. Como ya dije no es fácil decidirse a la hora de elegir destino en el país.
Una de las cosas al empezar a informarme que más nos apeteció hacer fue la posibilidad que ofrecía el país de poder nadar junto al tiburón ballena, ya que cerca de sus costas es uno de los mejores sitios del mundo para hacerlo. La opción más famosa y accesible es en Oslob, en la provincia de Cebú, aunque cuando leí a fondo y descubrí que alimentaban a los mismos con pescado para que se acerquen a los turistas, (estos mamíferos de hasta 12 metros se alimentan de plancton), que hace también que ya no emigren lo que afecta a su reproducción y todo el estres que les provoca, decidimos ser ante todo respetuosos con el medio ambiente, y desechamos de raíz esta opción.
Hay otros lugares donde se hace de manera más sostenible, como Donsol, Padre Burgos/Pintuyan o Puerto Princesa, pero no nos cuadraba porque sólo teníamos 11 días para conocer el país así que lamentablemente tuvimos que dejarlo para otra ocasión.
Aterrizamos a las 12:55h en el nuevo aeropuerto de Panglao, que habían inaugurado afortunadamente unos pocos meses antes de ir, y digo afortunadamente porque antes se aterrizaba en Tagbilarán, que se encuentra más lejos de la pequeña isla que es Panglao, situada al suroeste de la isla de Bohol y donde se concentran la mayoría de los hoteles.
Nuestro alojamiento se encontraba justo al lado del aeropuerto así que llegamos enseguida con un transporte del hotel. Decidimos cogerlo cerca de la zona más turística de Panglao, Alona Beach, para así poder tener algo de animación una vez que anochecía, recordemos sobre las 18:30h.
El hotel se llamaba Island World Panglao y si me enamoré de las fotos en la web de Booking, la realidad lo corroboró. Se compone de una serie de bungalows alrededor de una piscina, que si bien como suele pasar en Filipinas el interior de los mismos era bastante austero, he de decir que estuvimos en la gloria y lo recomiendo 100%.
Dejamos el equipaje, y como era la hora de comer, caminamos bajo un sol de justicia el pequeño trayecto de unos 5 minutos que había hasta la carretera principal para llegar a un restaurante italiano que había leído que estaba cerca, llamado Giuseppe, donde pedimos un plato de pasta y con bebidas pagamos 1,070 pesos en total (18€) pero que tampoco nos pareció espectacular el sitio, no repetiríamos.
Volvimos al hotel y teníamos pensado tomar esa tarde de relax, así que hablamos con la recepción para darnos un baño en la playa cercana de Dumaluan, mucho mejor que la famosa Alona. El hotel disponía de un transporte gratuito tanto a esa playa como a Alona con lo que lo tomamos y en unos 10 minutos un simpático chaval nos acercó a la playa. Para la vuelta nos dió su número de teléfono para que le enviáramos un wasap y pasar a recogernos… espectacular el servicio, ¿no?
Pagamos una pequeña tasa por entrar y os recomiendo que caminéis hacia el oeste, donde para mí está la mejor zona de la extensa playa. Toda esta costa está llena de hoteles que conservan sus playas privadas y que en teoría no puedes tumbarte frente a ellos, hay incluso personal de seguridad vigilando. Finalmente encontramos un tramo más tranquilo y ese fue el lugar que elegimos. En algunos tramos había algas en los bordes, pero en general la playa estaba bonita.
Caminé hacia el este porque había oído que la playa conocida como White Beach está muy bien también, pero no me lo pareció, así que recomiendo mucho más que permanezcáis en Dumaluan.
Estuvimos un par de horas para volver en el transporte al hotel, nos dimos un baño en la estupenda piscina y nos arreglamos para ir a la zona de Alona para cenar.
De nuevo utilizamos el transporte del hotel para llevarnos en una mini van a Alona, que se encuentra a apenas un kilómetro y medio. Enseguida vimos que la zona es la típica hecha para turistas, con una calle principal que baja hasta la playa llena de restaurantes, salas de masaje, alguna de souvenirs y agencias de tours.
Ya en la playa hay más restaurantes, muchos de los cuales ofrecen su «género» en la puerta, lo cual resulta bastante curioso.
Tenía apuntado uno que además contaba con música en directo, así que nos acercamos a ver si nos gustaba, este era el Coco Bar. Estaba lleno de gente y hasta nos costó encontrar mesa. Pedimos entre otros platos algo de carne al estilo filipino, la primera comida local que íbamos a probar.
Estuvimos agusto porque la verdad es que el grupo que cantaba en directo lo hacía bastante bien. Pagamos por 4 platos en total y bebidas 1,150 pesos (unos 20€).
En toda esta zona nos sorprendió ver a europeos más bien maduros acompañados de jovencitas locales, práctica que parecía bastante extendida y que ya había leído antes de ir. Por lo que pudimos saber las contratan en la cercana Cebú y luego pasan el tiempo en esta isla. En El Nido por ejemplo no veríamos nada de esto.
Tras la cena seguimos caminando y llegamos a un hotel de 5 estrellas llamado Henann Resort con música y bastante ambiente donde tomamos algo, lo recomiendo también.
Finalmente regresamos en el transporte del hotel y nos fuimos a dormir, al día siguiente de nuevo tocaba madrugar mucho.
Esta es la situación del hotel y los dos pequeños trayectos que habíamos hecho ese día por la isla de Panglao.
Día 4. Balicasag
Una de las excursiones más típicas de hacer en Bohol y que ofrecen en todas las agencias es un tour a la cercana isla de Balicasag, así que ya desde Madrid contacté con un español que tiene una agencia y organicé con él la excursión, lo siento, soy muy previsor.
Encargamos el desayuno, que no está incluído en el precio de la habitación, a las 5.40h, por el que pagaríamos 200 pesos (4,2€) y a las 6 teníamos el transporte preparado de la agencia que nos llevaría hasta la playa.
Llegamos a la playa de Alona y por supuesto como siempre en estos casos, no éramos los únicos, aquello era un bullir de gente, cosa que como siempre detesto, pero el bonito amanecer sobre la playa hace que me olvide 🙂
Nos atiende una chica muy simpática y nos «busca» a dos barqueros para hacer la excursión, y ahí nos tocó la lotería.. pero para mal… saludamos y de mala gana nos contestan, comenzamos el viaje, para empezar todas las barcas (llamadas bangkas) hacen un ruido horrible, por eso os recomiendo tapones para los oídos, no es coña, allí me lo agradeceréis, después de varias horas oyendo ese ruido uno se puede volver loco. La excursión la cogimos solo para nosotros dos, así que sabíamos que pagaríamos un poco más, concretamente 4,000 pesos en total (unos 65€) por 6 horas de tour.
La primera etapa del viaje, y por eso cogimos la opción que sale tan temprano (hay otra versión más barata que sale un par de horas de después) es avistar un grupo de delfines que siempre se mueven alrededor de la isla de Balicasag, a la que por cierto llegamos en unos 40 minutos, y eso a pesar de que nuestra barca era la más lenta de todas. En esta imagen podéis ver la aglomeración de barcas, y aunque vemos la banda de delfines aparecer un par de veces, supongo que estresados ante tantos visitantes no se hacen ver mucho, sinceramente, una de esas experiencias que yo llamo «turistada» masiva.
Como no daba el tema para más el barquero nos aconseja acercanos a la isla de Balicasag para el plato fuerte del tour, hacer snorkel alrededor de ella. Esta minúscula isla es famosa por la visibilidad de sus aguas y por sus fondos marinos, sobre todo para hacer buceo. La verdad que comenzamos a disfrutar con el paisaje, el color de sus aguas y que sobre todo ya no había tanta gente, repartida por un amplio espacio.
Dejamos la bangka atracada en la isla y se aproxima un lugareño, este un poco más simpático que nos dice que cojamos el equipo de snorkel que hay en la barca y nos metamos en un pequeño bote que nos llevaría a otra zona cercana. Le pedimos que se aleje lo más posible.
Nos encanta la zona y estamos expectantes por zambullirnos.
La primera parada es una zona de fondo arenoso donde estaba previsto ver tortugas. Nuestro compañero, dada su experiencia, enseguida nos avisa de que nos sumerjamos, que ya ve alguna, lo hace varias veces y efectivamente sin apenas dificultad, las vemos ahí al lado, tranquilos, sin gente alrededor, lo más importante. Me sumerjo con mi cámara acuática y puedo acercarme, no fue parecida a la maravillosa experiencia que tuve en Riviera Maya, con una prima hermana de estas, pero estuvo bien y disfrutamos del momento. Aquí os dejo un pequeño vídeo.
Luego nos movemos un poco para ir a la zona de los corales, estamos también bastante sólos y tenemos suerte porque leí que muchas veces suele haber mucha aglomeración en esta zona, sobre todo de chinos pisando y arrancando muchos de ellos el coral al que pueden llegar sin sumergirse. Vemos sobre todo estrellas de mar de color azul que son las más vistosas. El snorkel no está mal aunque quizás esperaba algo más, sobre todo más variedad de peces.
Lo mejor es el buceo y buscar si podéis arrecifes más alejados y poco frecuentados que conocen las mejores agencias de «diving». Nosotros íbamos con los que íbamos y poco más podíamos hacer, aún así tengo que decir que lo pasamos bien, aunque el que haríamos en El Nido unos días más tarde, estaría mucho mejor.
Después de unos 30 minutos el bote nos devolvió a la isla donde nos dejaron algo de tiempo libre para explorarla.
Nos bajamos y la verdad que no hay mucho que ver, hacía mucho calor, dimos una vuelta para ver el poblado de gente que vive allí de la forma más humilde. Por supuesto los niños los más divertidos, bien acostumbrados a ver a gente.
Nos alojamos un poco y vimos playas, que aunque no eran de las que enamorarse, estaban desiertas y son de las que me gustan, salvajes y poco transitadas.
Cuando nos cansamos volvimos y ya fuimos a nuestra última etapa, la Virgin Island. Para esta iba con poca expectativa porque aunque el sitio es idílico, de nuevo la aglomeración le hace perder todo su encanto a priori, pero tuvimos suerte y debido a estas bajas expectativas, la sorpresa fue muy grata.
Ya donde «aparcamos» nuestra barca prometía, qué aguas, cero rastro de algas, de contaminación, impresionante!!!
Nos bajamos de un salto para disfrutar de la playa, ansiosos. Es verdad que había gente en la playa, como no, pero no tanto como esperaba. Pudimos avanzar hasta el final de la manga del mar, que aunque con la marea algo alta, todavía se veía algo de arena, y guau!! esta era la imagen de playas idílicas de Filipinas, fue nuestro primer lugar de dejarnos con la boca abierta de par en par.
Aquí no pudimos evitar estar un buen rato, hasta que nos cansamos. Por supuesto el agua estaba buenísima, a una temperatura ideal y parecía más una piscina infinita que el propio mar.
Cuando nos cansamos de estar ahí volvimos ya hacia nuestra bangka para ya regresar al punto de salida al que llegamos antes de las 13h.
El final nos dejó tan buen sabor de boca que dejamos de pensar en el mal servicio que nos habían dado nuestros «barqueros», aunque no evité decírselo a mi contacto en Filipinas. Me dijo que como suele pasar, ellos no controlan el eslabón final, es decir las personas que van con los clientes en el barco, que digamos que lo subcantratan, pero no creo que sea una excusa porque eso lo tendrían que cuidar mucho más. Por ello no voy a dar publicidad a esta agencia, ni tampoco negativa porque el trato en todo momento de esta persona vía wasap fue exquisita.
Teníamos hambre así que buscamos un lugar para comer en Alona. Nos detuvimos en uno que tenía buena pinta y estaba bastante lleno, y este fue nuestro lugar favorito, el Oasis Resort, junto al Bugsay Bar. Tiene una amplísima carta con comida de todo tipo. Nos pedimos unos rollitos que nos enamoramos de ellos, y comimos fenomenal con estas vistas al mar. Lo RECOMIENDO AL 100%. De cervezas os encontraréis por todos sitios la San Miguel, ¿sabías que la célebre marca española nació en Manila en 1890?
Pagamos 1,180 pesos (20€) por 4 platos, postre y bebidas, y eso que estábamos en el lugar más turístico de la isla, esto dice todo de los precios de este país.
Regresamos al hotel en un triciclo y dado que nos quedaban unas dos horas para que anocheciera y por no quedarnos tumbados sin hacer nada decidimos buscarnos la vida para ir a visitar alguna cascada. Hablamos con un chavalito del hotel, Leonil, con el que hicimos una buena amistad y nos consiguió un transporte para ir a las cascadas de Camugao.
Llegamos en unos 50 minutos, que aproveché para charlar con Leonil y el chófer, ambos majísimos. Pagamos una pequeña cantidad por entrar y la primera vista que se tiene de ella es desde arriba, así que descendimos para verla más de cerca. La verdad que me gustó mucho el entorno, lo único malo era que al ir en principio de temporada seca y tras unos 15 días sin llover según nos decían, había poco cauce.
Me dí un chapuzón y me coloqué incluso debajo de la cascada y fue un momento grandioso, me encantó el baño. Apenas había unas 5 ó 6 personas así que estuvimos muy tranquilos.
Nos sigue sorprendiendo el buen carácter de los filipinos, enseguida que les dices ¿cómo estás? que sé que equivale a la frase en tagalo ‘Kumusta?’ esbozan una sonrisa y se muestren de los más afables.
Después de un rato ya regresamos al coche para volver al hotel, no sin antes parar en la Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción, conocida también como Iglesia de Baclayon. Construida en el año 1596 se la considera el mayor ejemplo del pasado colonial español en la isla. Sufrió graves daños en un terremoto en 2013 pero fue restaurada y abierta de nuevo en 2017. Una lástima que llegáramos cuando ya estaba cerrada.
Muy cerca hicimos otra parada para ver una estatua emblemática, la conocida como Blood Compact Shrine, que simboliza la firma entre el explorador español Miguel López de Legazpi y Datu Sikatuna, jefe de Bohol, para sellar su amistad en 1565.
Lo pasamos muy bien con el gran Leonil, que chaval más majo.
Esta es la ruta que habíamos hecho esa tarde.
Nos dejaron en el hotel donde preguntamos por los masajes y contratamos uno para las 23h, por sólo 500 pesos (9€!!!!). Fuimos a cenar a Alona donde de nuevo cenamos en el Oasis Resort, otra vez estupendamente.
Y tras tomar algo regresamos para el señor masaje, y buff, fue estupendo, cómo lo disfrutamos, y no perdimos la opotunidad de reservar otro para el día siguiente.
Día 5. Bohol
Este día habíamos reservado un tour por la isla, lo hicimos con un conductor que nos buscó el de la agencia con la que fuimos a Balicasag casi como favor porque no se dedicaba a ello, pagamos 3,500 pesos (60€) por el tour para nosotros solos, desde las 7h hasta las 19h y haríamos unos 250 kms, de ahí que el precio fuera un poco más alto de lo normal. Queríamos aprovechar tanto el día y llegar incluso hasta la zona de Anda, la menos turística, que le pedimos madrugar mucho, así que a las 7 nos vino a buscar y comenzamos la ruta. Como era tan pronto y no había nada abierto, el conductor, que se llamaba Terrence, nos recomendó empezar visitando lo más lejano que le habíamos pedido, la cascada Can-Umantad, cerca de la localidad de Candijay, que había leído y visto fotos que me habían gustado mucho.
Os adelanto la ruta que haríamos este día.
Empezamos nuestro recorrido por el sur de la isla, conversando en inglés con nuestro compañero, algo tímido al comienzo pero que luego se fue soltando. Nos contó aspectos de su vida cotidiana que a mí me personalmente me gusta más que coger una moto por cuenta propia por ejemplo y perderse estas conversaciones. Nos dijo por ejemplo que los meses de más turismo son abril y mayo, y los más flojos agosto, septiembre y octubre.
Avanzamos por la carretera que recorre el sur, está en buen estado pero se cruzan muchos poblados y hay bastante tráfico, calcular que la velocidad media rondaría los 50 – 60 km/h. Desde el hotel hasta las cascadas, unos 120 kms, calcular 2 horas y media para hacer el trayecto.
A medida que nos acercamos a Anda, veíamos cada vez se ven menos turistas y sólo población local. Empezamos a ver campos de arroz, algunos ya cosechados, con el grano secando en las cunetas de la carretera.
Para llegar a la cascada, los últimos 4 kilómetros son un suplicio, el camino está lleno de baches, y tardamos un buen rato en llegar. Llegamos a un control donde no es posible seguir con el coche y nos ofrecen por 100 pesos (1,7€) llevarnos en moto. Si llegáis en la vuestra podéis continuar aunque tener en cuenta que el camino está muy bacheado. La entrada para sólo ver las cascadas son 20 pesos por persona (0,34€). Llegamos en moto cerca de la cascada donde ahora un guía nos acompaña y nos explica algunas cosas muy amablemente de este bonito y no muy visitado lugar. Desde allí y tras un corto paseo bajando unos escalones de piedra y madera, cruzamos un puente sobre el río que no lleva mucha agua por esa época. El paisaje la verdad que es muy chulo.
Y al poco tiempo nos encontramos con la cascada, que tiene bastante más cauce que la del día anterior y es espectacular. Nos podemos bañar pero son las 9 y media de la mañana y no apetece mucho. Es la más alta de la isla, con 87 metros de caída.
Regresamos y las motos nos llevan ahora a los espectaculares campos de arroz de Cadapdapan. Toda la zona está llena de arrozales, pero son las que se llaman Eleuterio Can-Umantad Falls and Rice Terraces Resort los que merecen una visita sí o sí. Me parecieron espectaculares, y más en la época del año en la que vamos, marzo. La combinación de los arrozales verdes, con el cielo azul y las vistas a lo lejos hacen de este sitio un sitio de los IMPRESCINDIBLES, y además sin apenas visitantes, al quedar lejos de la isla de Panglao, lo más turístico.
Hay un pequeño bar donde podéis tomar algo o ir al baño, tras lo cual nos llevaron de vuelta al coche. Cruzamos de nuevo varios poblados donde en uno de ellos paramos y repartimos lo quedaba de lo que trajimos de España, libretas, rotuladores, pinturas y sobre todo globos, que se pelean por ellos como si fueran monedas de oro, como nos reímos, que buen momento pasamos.

Esta zona tiene unos paisajes preciosos, llenos y llenos de arrozales, algunos todavía inundados.

De allí fuimos a seguramente el paisaje más conocido de la isla y que aparece en todas las guías de Bohol junto con el pequeño Tarsier, estas son las Chocolate Hills, una formación geológica muy particular, compuesta por nada menos que 1,300 montañas con forma de conos, y cubiertas de una hierba verde que se vuelve marrón chocolate durante la estación seca (de febrero a julio), de ahí su famoso nombre. El sitio es muy turístico y está lleno de pequeños puestos, hay que pagar 50 pesos de entrada (0.85€) y subir un buen número de escaleras.
Pero la recompensa lo merece, una paisaje precioso y cuyas colinas ya empiezan a tomar ese color marrón al estar en marzo en el comienzo de la temporada seca. Son realmente curiosas estas pequeñas montañas porque parecen calcadas unas a otras, como si estuvieran hechas con un mismo molde, un espectáculo digno de ver.

Tras la visita fuimos a otro sitio típico de la isla, el llamado Bilar Man Made Forest, Un frondoso bosque de árboles de caoba que se extiende 2 kilómetros y que como su propio nombre indica fue creado por el hombre como reacción a la deforestación. Los árboles crean un túnel natural de lo más pintoresco y es inevitable bajarse y hacerse la foto.
Siguiente parada, cerca de la localidad de Sevilla, nos encontramos con un famoso puente, y no es el de Triana, es el Twin Hanging Bridge, un puente colgante de bambú y que por supuesto quisimos cruzarlo. Pagamos apenas 20 pesos (0.34€).

El cruzarlo es muy divertido, y no apto para los que tenéis algo de vértigo, no veáis como se mueve el puente y como cruje, yo creo que es el primer puente que cruzo de estas características en mi vida. Pasamos un buen rato, lástima que no fuera más largo.

Muy cerca y si os gusta este tipo de atracciones podéis lanzaros en una tirolina sobre el río, en el Loboc Ecotourism Adventure Park. Nosotros la verdad es que lo íbamos a hacer pero al final nos dió pereza y preferimos ir a comer ya.
Por el camino Terrence nos cuenta multitud de historias, que las famosas peleas de gallos son legales, pero sólo los domingos, o las palabras que comparten la lengua castellana y el tagalo, la mayoritaria en Filipinas, nos reímos enumerando él palabras como cinturón, basura, silla, y los números, que los pronuncian como nosotros.
Se acerca la hora de comer y hacemos otro de las atracciones turístico – festivas de la isla, quizás la mayor de todas, hacer un mini crucero por el río Loboc donde podréis comer en el propio barco, es el famoso Loboc River Cruise.
En la entrada te dan un número y esperas tu turno, todo muy bien organizado. Pagas 550 pesos (9.5€) cada uno y enseguida tienes un barco preparado, aquello va a toda prisa. Subimos a las 14:30h y enseguida nos ponemos a comer en el buffet, la comida pues bueno, no era un buffet de 5 estrellas más bien bastante low cost, pero nos arreglamos porque estábamos muertos de hambre.
El viaje podría ser de lo más placentero porque el paisaje es espectacular.
Pero nos deleitan con unas canciones, que al principio pues hace gracia pero que a mí ya después de unas cuantas como que me cansaban, qué bonito es el silencio a veces…
A los 15 minutos da la vuelta y vuelve sobre sus pasos. El paisaje selvático nos encanta, con el agua de color verde y el cielo azul hacen el paseo de lo más recomendable.

Como un poco antes de llegar al final hacen una parada para una turística exhibición de bailes de un grupo de niños, que aunque a mí ya suponéis lo que me parecen, pues bueno, si sirve para mejorar la vida de ellos, no me importa en absoluto, y más siendo niños.
El mini crucero dura exactamente media hora, llegamos a las 15h de nuevo al punto de partida donde nos está esperando nuestro conductor. La experiencia, aún siendo muy turística, la recomiendo, aprovecháis el paseo que es agradable y coméis por un módico precio.
Después de esto, y antes de que cerrara sus puestas, que lo hacía a las 16h, fuimos en busca de otro de los puntos turísticos más importantes, a ver el famoso tarsier en el Philippine Tarsier Sanctuary cerca del municipio de Corella. Según me había informado, hay otro lugar donde se pueden ver, el Loboc Tarsier Conservation Area, pero este parece que realmente su objetivo principal no es la conservación de la especie si no hacer negocio, así que tenerlo en cuenta para vuestra visita.
Pagamos la entrada y nos recibe una chica muy simpática que va a ejercer las tareas de guía y nos acompaña por el espacio que tienen acotado y cerrado, de unas 8 hectáreas. Dentro hace un calor con humedad horrible, con lo mal que llevo yo eso.
Mientras caminamos, nuestra guía nos dice que hay 8 tarsiers y cada mañana salen los guías en su búsqueda para luego mostrárselos a los visitantes. Si váis, alucinaréis porque me pregunto cómo pueden dar con ellos… ¿llevarán un GPS o algo así?. La chica nos enseña a los 5 que tienen localizados ese día, y madre mía para ver alguno de ellos, son muy muy pequeños, de apenas 15 cms.
Los tarsiers pertenecen a la especie de los primates y llevan en la tierra más de 45 millones de años. Hoy en día están considerados una especie en peligro de extinción. Son solitarios y tímidos, y si se estresan pueden llegar a suicidarse, no os digo cómo…
Aquí lo encontramos en su posición más «típica» e hice esta foto con el máximo zoom posible, tratándoles de molestarle lo menos posible. La verdad que esos ojos te hipnotizan, no en vano es el mamífero con los ojos más grandes del mundo en proporción al tamaño de su cuerpo. Tiene un aire al maestro Yoda de Star Wars ¿no?
Son ya casi las 17h y nuestro guía nos aconseja un sitio que no tenía previsto en mis planes, una cueva en la que además podemos hasta bañarnos, la Cueva de Hinagdanan, que está ya al norte de la isla de Panglao, muy cerca ya de nuestro hotel. Pagamos una pequeña entrada y vemos la única sala que tiene.
Lo más pintoresco es la laguna que tiene en medio, y hace tanto calor y veo un trío de franceses que se están dando un chapuzón, que me animo yo también, y la verdad que el agua estaba estupenda.
Sobre las 18h de la tarde ya estábamos en el hotel y nos despedimos de nuestro amigo, con el que hemos hecho buena amistad. Lo contrataríamos para el día siguiente para llevarnos al puerto de Tagbilarán. Un abrazo campeón!!
Del hotel fuimos a cenar de nuevo a la zona de Alona beach. Al ser sábado había más gente. Nos sorprende ver la cantidad de mujeres que ofrecen dar masajes directamente en la playa, preguntamos el precio por curiosidad, y nos dicen 1,200, cuando en el hotel pagamos 500… Cenamos donde siempre y volvemos al hotel porque tenemos el último masaje, de nuevo maravilloso y nos vamos a dormir.
Esta es la ruta que os recuerdo habíamos hecho en esta jornada, no hay nada como aprovechar el día.
Al día siguiente partiríamos a El Nido.