MYKONOS

Llega el momento de embarcar a Mykonos y nos llevan en un autobús al avión en medio de la pista, pero una vez sentados nos dicen que hay un problema y nos llevan de vuelta a la terminal. Me olía a retraso de los «gordos» pero enseguida nos prepararon otro y además como compensación nos dieron un cupón con un vuelo interno gratis, buen detalle. Finalmente salimos sobre las 18h. El vuelo es muy breve, apenas de media hora, y es divertido porque permite ir viendo muchas de las islas que hay desde Atenas hasta la de Mykonos.

Llegamos al aeropuerto de destino, que como me gustan a mí, es de lo más pequeño y sencillo. Salen las maletas enseguida y salimos fuera donde nos está esperando el transporte del hotel, que por cierto es gratuito. Le pedimos perdón por el retraso pero dice que no hay problema, nos vino bien aquí la «pachorra» mediterránea.

Decir de la segunda isla más visita de Grecia tras Santorini que se encuentra en el centro del archipiélago de las Cícladas, es árida, está rodeada de apreciadas playas y destaca por la belleza de su capital, Chora. También es famosa por su vida nocturna, compitiendo con Ibiza por su hegemonía en el Mediterráneo.

Cuando decidí que iríamos a visitar las playas griegas sin duda pensé en Mykonos y si tengo que decir un consejo, sólo uno, es que si podéis, no vengáis en temporada alta.

Llegamos al lugar que nos acogería estos cuatros días, el Argo Hotel (argo-mykonos.gr), un precioso alojamiento de típica construcción blanca a pocos metros de la playa, muy tranquilo e ideal porque está bien situado, tiene una bonita playa cerca y es ideal para ir con niños con su piscina y un jacuzzi donde nuestra hija se lo pasó bomba. Esta es su situación con la distancia a la capital.

Argo hotel

Pagamos unos 100€ por cada una de las cuatro noches que estuvimos en Mykonos y quedamos más que satisfechos, sin duda lo recomiendo, como en su día me lo recomendó mi amiga Sheila, no sólo me gusta dar consejos sino también recibirlos, y les suelo hacer mucho caso.

Hicimos el checkin de nuevo con una simpática recepcionista y nos llevaron a la habitación con unas magníficas vistas, qué ganas de disfrutar de la isla pensábamos…

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Nos instalamos y bajamos a ver la playa antes de que anocheciera. El pequeño paseo marítimo estaba lleno de restaurantes muy bien montados, algunos tipos chill out y todos con el típico «gancho» en la puerta para invitarte a entrar. Nos sentamos junto a la playa y estuvimos ahí un buen rato viendo cómo se escondía el sol, un momento de tranquilidad de lo más agradable.

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Eran ya más de las 9 de la noche así que decidimos ir a cenar y lo hicimos en el que más gente vimos, en uno llamado Avlitouthodori, que además tenía descuento alojándonos en nuestro hotel. Disponía de una extensa carta, claramente dedicada al turista, lo que nos hizo no arriesgar e inclinarnos esta vez por platos bien conocidos.

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Pagamos 40€ con el descuento por tres platos y bebidas y la atención fue muy buena. Volvimos al hotel, hacía viento y algo de fresco, vimos que se avecinaba una tormenta.

Día 4. Playa Platis Gialos. Chora.

La mañana de nuestro primer día en Mykonos nos regaló una vista tan fantástica como esta desde la cama, y eso que había caído una espectacular tormenta de madrugada. Decir que el tiempo en el mes de mayo como luego nos dirían es muy cambiante en esta isla, y sobre todo es una zona muy azotada por el viento. A nosotros afortunadamente no nos molestó apenas.

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Nos preparamos y bajamos dispuestos a disfrutar de otro a priori atractivo del hotel, su magnífico desayuno incluído, y he de decir que las opiniones no se quedaban cortas. Tanto el lugar como toda la variedad que había hicieron que esta comida, ya de por sí una de los momentos que más disfrutamos en los viajes, sobre todo mi mujer, fuera fantástica.

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Y aquí hago mi particular y soberano homenaje a algo que me encantó, que me maravilló y que tantas ganas tenía de probar, el YOGUR GRIEGO, madre mía, qué rico, nada que ver con los que venden en España pretendiendo imitarlos. Lo de la mermelada ya fue invento mío, y uno como este de la foto me comí todos los días que duró el viaje.

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El lugar y las vistas desde las mesas en las que teníamos el desayuno tampoco estaban nada mal, así que en resumen, un diez.

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Liria se moría ya por meterse en la piscina y como ya era difícil decirle que no, dejamos que se bañara y yo bajé a la playa para ver cómo estaba en cuanto a viento y también si le había afectado la tormenta de la noche anterior.

Lo que ví, me dejó boquiabierto, y fueron esas aguas cristalinas que no recordaba haber visto antes. Quizás se podrían parecer a las del Caribe, pero estas con la arena más blanca que la que tenía ante mis ojos.

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Todavía soy impresionable y eso me gusta, en este momento dije, guau!! qué alegría haber venido y encontrarme con esto. Eran sobre las 12 de la mañana y apenas había gente. Me subí a una colina para intentar cogerla entera con la cámara.

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Madre mía! pensaba yo, y esta es una playa que apenas aparece en las guías, ¿cómo serán las demás?? Como véis, el entorno de la playa no dice mucho, montes «pelados» de vegetación y con bastantes construcciones, lo verdaderamente bonito y característico de estas playas para mí estaba en el agua.

Corrí subiendo a avisar a Magaly para ir cuanto antes a la playa y disfrutar de ella, no hacía apenas viento, y allí estuvimos disfrutando con nuestra hija que lo pasó en grande con la arena. Nos hizo una mañana espectacular. Cogimos hamaca y sombrilla por las que pagamos trece euros.

Sobre las dos y media nuestros estómagos ya rugían así que decidimos cambiar de lugar para comer y elegimos otro a pie de playa sobre todo porque tenía un chaval super simpático en la puerta ya que todos tienen parecidos menús, comida griega pero también mucha italiana. La verdad es fue una elección fantástica y nos atendieron fenomenal, eso es tener trato al cliente. Se llamaba Yialo Yialo (www.yialo-yialo.com). Yo de nuevo me decidí por el plato griego que me encanta, la moussaka, Magaly una ensalada y Liria un plato de pasta (nos movimos entre pollo y pasta casi todos los días para ella). La moussaka estaba absolutamente espectacular, mirar qué pinta.

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Por los tres platos, bebidas y postres pagamos 57€ con propina, con el mismo método de marcarla en el datáfono al pagar.

A continuación subimos al hotel un poco a la piscina, donde Liria lo seguía pasando bomba, lástima que no podía hablar en español con casi nadie y es que la ausencia de españoles nos seguía sorprendiendo. Uno de los camaremos del restaurante nos dijo que venían bastantes en los cruceros pero así como nosotros, muy pocos, y también que habíamos ido en buenas fechas, porque desde junio hasta octubre, no habrá una tumbona libre en la playa.

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Desde España y para no complicarme ya que las diferencias de precio no eran muchas pedí al hotel que contactara con una agencia para reservarnos un coche de alquiler para tres días. La empresa fue MOTOTRUST, pero hay mil agencias en la isla. Como suele pasar en estos sitios turísticos hay mucho alquiler de coches pero más todavía de motos y quads, que a veces da miedo cómo los llevan algunos turistas que seguro no han cogido uno de los dos transportes en su vida. Si no queréis alquilar, también hay un servicio de autobuses que llega a casi todos los lugares.

A las cinco de la tarde llegó una persona de la empresa que me llevó a la oficina que estaba muy cerca para coger el coche. Era un Fiat Punto bastante viejo, que con silla para la niña y un seguro adicional de daños al coche nos costó 40€ al día. Si el coche hubiera sido más nuevo, la recomendaría porque el trato fue de nuevo muy bueno.

Volví al hotel, nos duchamos y bajamos dispuestos a ir la que para mí es la gran atracción de la isla, la fantástica capital llamada por los griegos Chora u Hora. Llegamos muy rápido, en Mykonos las distancias son bastante cortas y se llega rápido a cualquier lado, eso sí, hay mucho tráfico, no me quiero imaginar en temporada alta. El tamaño de la isla es de unos 90 kilómetros cuadrados, una sexta parte aproximadamente que la isla de Ibiza. Por el camino destacan las coquetas y bonitas iglesias y ermitas que están repartidas por toda la isla.

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Aparcamos en un parking grande que hay al norte de la ciudad y que os lo recomiendo porque si no os resultará complicado dejar el coche. Luego ya comenzamos a bajar hacia el sur para sumergirnos en el centro de la ciudad. Esta es la ruta aproximada que haríamos pero lo mejor es que os perdáis por sus maravillosas calles encaladas.

Ruta día 1 Mykonos town

En el puerto ya vimos algún que otro yate interesante…

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Cruzamos una pequeña playa y enseguida comenzamos a callejear. De nuevo os animo a que una vez que entréis en el casco urbano vayáis sin un rumbo fijo, no es tan grande para perderos, tranquilos. Deberéis tener en cuenta que tenéis que ir dirigiendoos hacia el sur y hacia el oeste, es decir, hacia la costa. Podréis enseguida daros cuenta de la belleza y magia del laberinto que forman sus estrechas callejuelas de pintorescas casitas de dos plantas, de blancura deslumbrante, con balcones adornados por flores multicolores y puertas, ventanas y escaleras pintadas de distintos colores, predominando el azul y sus pequeñas iglesias de cúpulas azules y rojas. Es una auténtica pasada, de verdad que es lo que más me gustó de la isla, por encima incluso de las playas.

Regresamos al norte al llamado «Viejo Puerto», caminando junto a la bonita iglesia cristiana de cúpula azul Agios Nikolaos. Desde este puerto parten continuamente barcos que llevan a todos los rincones de la costa de la isla, así como a la isla sagrada de Delos y a otras islas. La de Delos es una excursión muy popular entre los visitantes pero nosotros sobre todo por la niña preferimos quedarnos y dedicarle todo el tiempo a Mykonos.

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Empezamos a bordear la costa y comenzamos a disfrutar de unas magníficas vistas. Coincidió que ese día, como tantos otros supongo, había un enorme crucero que destacaba sobre el horizonte y hacía más original y diferente la caída del sol.

Pasamos al lado de una de las iglesias más fotografiadas de la isla, Paraportiani, y no es para menos, porque tanto su originalidad como sobre todo el lugar en el que está emplazada, con el mar al fondo, hace que te enganche desde el primer momento.

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Enseguida y bordeando la costa llegamos a lo que llaman la «pequeña Venecia o Little Venice». Es el barrio más pintoresco del pueblo, con coloridas casas de dos y tres pisos asomadas sobre el mar y bonitos balcones de madera. La mayoría de estas casas alojan tabernas, terrazas y bares de copas, y os podéis imaginar cómo se ponen cuando se acerca la puesta de sol.

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En esta zona destacan en una situación elevada los famosos molinos, cuya figura recortada en el horizonte representa una de las imágenes inconfundibles de Mykonos. Antiguamente había quince molinos pero ya sólo quedan cinco y uno vimos que se podía visitar incluso por dentro. El apodo de Mykonos de la «isla de los vientos» no fue desaprovechado siglos atrás para utilizar la energía eólica para moler maíz y otros cereales.

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Si no os queréis «dejaros un riñón» cenando o tomando algo en la zona de la «pequeña Venecia» para ver el atardecer, podéis seguir caminando y justo donde acaban las mesas y enfrente de una pequeña playa de piedras, podéis verlo perfectamente. Eso es lo que hicimos nosotros y disfrutamos de él muy bien, con gente alrededor, pero no estuvimos incómodos ya que el lugar no es pequeño y está abierto. Las vistas, con el barco en medio que le daba un toque diferente, a mí me parecieron grandiosas.

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Durante toda la tarde hacía algo de viento, pero a medida que se iba yendo el sol y en esta zona, el aire comenzó a hacerse algo incómodo y hasta hacía un poco de frío, así que ya que también la niña estaba bastante cansada decidimos regresar al hotel.

Día 5. Playa Panormos. Ano Mera. Chora.

Nos levantamos sobre las ocho después de dormir estupendamente y bajamos a disfrutar de nuevo del fantástico desayuno. Para esta mañana habíamos pensado descubrir los rincones y playas de la isla. Había leído que las más «salvajes» y menos visitadas estaban en el norte pero que también tenían un visitante a veces incómodo, el viento. Dado que vimos que ese día amaneció muy bueno y poco ventoso, decidimos probar y visitar dos de las menos visitadas, las de Panormos y Agios Sostis, en la parte septentrional de la isla.

Este mapa que cogí en el hotel me ayudó mucho, ya que tiene las playas y lugares más importantes de la isla y además muy clarito.

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Dado que Mykonos es relativamente pequeña y llana, en apenas 20 minutos estábamos en la primera de ellas, Panormos. Aquí hago un inciso para deciros que para guiarnos por la isla utilizamos una solución fácil y sencilla, Google Maps. Hacía tiempo que no alquilaba un coche en mis viajes, y no la había utilizado antes pero es fantástica. Te descargas el mapa de la isla cuando tengas acceso a wifi o en tu lugar de origen y lo guardas. Luego cuando estés en el lugar elegido, vas a la opción de «mapas sin conexión» de la página y lo abres, y él te guiará, con la ventaja importante, de que no necesitas conexión a Internet y por tanto no os consumirá datos. Si no lo conocíais, espero que os pueda servir, a nosotros nos fue de maravilla.

Como decía, Panormos una de las playas más solitarias, por lo que, si buscáis tranquilidad y reposo, esta es una de las mejores opciones.

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Ojo porque tiene un aparcamiento grande pero es de un restaurante que está junto a la playa así que deberéis buscar otro lugar para aparcar si no váis a consumir algo en el mismo, y la verdad que sitio, no hay mucho más.

La playa al comienzo la vimos y no nos pareció nada del otro mundo, pero a medida que pasaba el tiempo nos fuimos encontrando más y más cómodos y nos fue gustando más. Nos quedamos en esta primera parte según se accede a la misma y aquí estuvimos disfrutando de un día estupendo de sol, sin apenas viento y bañándonos en su agua cristalina, que aunque un poco fresca, la probamos, sobre todo Magaly que siempre es más valiente que yo.

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Dimos un paseo hasta el otro extremo, que también tenía unas aguas magníficas aunque esta parte es más ventosa. Vino algo de gente pero apenas estaríamos unas veinte personas, tranquilidad absoluta y momentos de disfrute máximo. Nos gustó tanto que decidimos pasar toda la mañana aquí y no ir a ver más.

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Ya sobre la una y media decidimos recoger para ir pensando en comer pero antes de volver por donde vinimos, y en una de estas casualidades que nos dan los viajes, pensé en seguir la carretera para ver al menos desde lejos, la otra playa que tenía apuntada, Agios Sostis, y cuál es mi sorpresa, que justo cuando subo la colina que me llevaría a esa playa, nos encontramos ante nuestros ojos una imagen maravillosa. Una preciosa iglesia de blanco impoluto y azul, que con el fondo de la playa, el mar y el cielo, hacía una estampa que fue para mí la IMAGEN de todo el viaje, por eso lo elegí como portada de esta entrada. Aquí está, ¿no créeis que es maravillosa??

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Aquí está de cerca, preciosa, parece recién encalada y todo. Leí que en la isla hay más de mil iglesias!! pero para mí esta… es la top 1.

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Volvimos al coche para ya ir a comer. Había leído que una muy buena opción es ir al pueblo de Ano Mera, en el centro de la isla. Es la segunda población más grande después obviamente de la capital y por cierto la única sin costa y a la que llegamos otra vez enseguida. Esta es la ruta que habíamos hecho esa mañana.

Ruta a Panormos

Había leído también (es lo que tiene informarse) que debía ir a la plaza del pueblo y probar en una de las tabernas que hay, que además de buena comida estaba muy bien de precio, y de nuevo, qué gran recomendación!!. Nos decidimos por una llamada Giorgios & Marina. Nos atendieron de maravilla y comimos, buff, qué decir, había una extensa carta, con mucha comida local y no tanto turística. Ya para empezar pedimos pan y nos trajeron unas fantásticas tostadas con aceite de oliva, qué gran idea. Yo pedí de nuevo moussaka, que estaba buena aunque no superó la del día anterior, la niña un escalope de pollo y Magaly unas albóndigas que cuando llegaron nos hicieron pensar lo peor, porque eran negras!!!, pero nada que ver, estaban buenísimas. Nos atendieron de maravilla, hablamos de todo, de fútbol, de la vida en la isla, etc.

Pagamos 35€ sólamente por los tres platos, postres, bebidas y una infusión, fantástica calidad-precio. Es el lugar que más recomiendo para comer de todos los que estuve en la isla, así que, no os lo perdáis!!

Había leído también que en el pueblo estaba el monasterio de Panagia Tourliani así que después de comer y ya que lo teníamos al lado decidimos visitarlo (abría a las 15.30h.).

Entramos pagando un euro y una mujer mayor nos explicó en un inglés que a duras penas pude entender un poco de su historia. Fue fundado en el año 1542 por dos monjes y restaurado a mediados del siglo XVIII. En el patio hay una gran torre de mármol y en el interior del edificio destaca un impresionante retablo de madera del año 1775 que fue realizado por artistas italianos según nos contó la señora. Pensaba que sería más grande por dentro y por eso como que me decepcionó un poco, pero es verdad que por dentro está bien y la visita apenas os llevará tiempo.

Por el camino seguimos viendo más y más pequeñas iglesias, muchas de ellas privadas claro, porque están cercadas. Los griegos por lo que nos contaron son muy religiosos, muy espirituales y estas iglesias han sido muy importantes para ellos a lo largo de los años.

Regresamos al hotel a bañarnos un poco en la piscina y descansar y ya sobre las seis cogimos el coche de nuevo para ir a la capital, para mí no hay un plan mejor, salvo irte de fiesta a las playas Paradise y Superparadise… Aparcamos donde el día anterior y caminamos hacia el centro de la ciudad. Este día habíamos pensado ver el atardecer en otro de los lugares donde se suele poner la gente, y a mí fue el que más me gustó, y es junto a los molinos de viento.

Nos adentramos en la ciudad y de nuevo nos perdimos por sus callejuelas, yendo sin rumbo fijo, descubriendo nuevos rincones, de tiendas espectaculares en el que el blanco predomina por encima de todo.

Hay tiendas de todo tipo, incluidas las de las marcas más exclusivas.

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Cuando ya se acercó la hora de la puesta de sol nos dirigimos hacia los molinos.

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Su imagen con el atardecer al fondo, me pareció de las mejores estampas del viaje.

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Un buen lugar para ver el atardecer si coincide que no esté ocupado es justo debajo del primer molino, el más alejado del mar, en un banco de esos camuflados con la pared de la fachada de una tienda de souvenirs llamada Mytho. Desde aquí se tiene una preciosa vista de toda la zona de Little Venice.

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Pero sobre todo de un GRANDIOSO ATARDECER!!!

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Deciros que si no encontráis ese sitio, lo podéis ver en cualquier otro lugar de la explanada que hay junto a los molinos. Para mí fue el mejor lugar para disfrutar de él, el más tranquilo y más amplio.

Antes de que anocheciera del todo y sorprendidos por la cantidad de norteamericanos que veíamos por todos lados buscamos un restaurante italiano con buenas críticas y fuimos a uno llamado D’Angelo, bastante cerca de los molinos. Comimos pizza y pasta, y pagamos 45€ con propina. Lo que más sube el precio suelen ser las bebidas y en esta ocasión el increíble precio del café, 3.2€, ¿lo habrían traído desde Colombia en lancha?.

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Una vez que terminamos regresamos al puerto disfrutando también de las calles por la noche, que desde luego también tienen su encanto. De nuevo soplaba el viento así que si váis en mayo no olvidéis llevar una chaqueta. En Mykonos el viento, el llamado meltemi, sopla sin cesar durante 200 ó 300 días al año, y menos mal porque si no se haría difícil soportar el calor en los meses que más aprieta.

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Pasamos por el puerto donde nuestra niña se quedaba boquiabierta viendo tanta luz en los yates.

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Día 6. Playas de Mykonos. Chora.

Nos levantamos sobre las 8 y después de desayunar Magaly y Liria se quedan en la piscina y yo decido coger el coche y recorrer la isla para descubrir otras playas que no había tenido oportunidad de ver. Dado que habíamos estado en el norte el día anterior, decidí visitar las del sur, las más concurridas. por ello puse de nuevo el navegador del Google Maps del móvil a tope de batería.

Mi primer destino, la playa Paradise, una de las dos donde se concentra la marcha nocturna de la isla, lo pongo en el GPS y me lleva por el camino más corto, pero madre mía, que carretera, peor que la de cualquier pueblo de nuestro país, además con unas cuestas, que en algunos momentos temé por la integridad del embrague si llega a venir uno de frente.

Es mejor seguir la ruta que pongo más abajo en el mapa para llegar a esta playa, accediendo a ella desde el sur del aeropuerto. La carretera que llega hasta la misma es malísima, estrecha, empinada, no me quiero imaginar lo que puede ser de noche, bajando y subiendo motos, coches y quads y seguro que alguno con una copita de más, super peligroso.

Llego a un parking donde dejo el coche. Al ser tan pronto obviamente no hay casi nadie. Recorro el complejo Paradise Beach Club y el Tropicana, justo al lado. Al fondo veo el también famoso Club Cavo Paradiso. Aquí se concentra buena parte de la fiesta de Mykonos, junto a su vecina Super Paradise y la capital. Me acerco a la playa que a estas horas no está llena de tumbonas. Es pequeña pero muy bonita, el agua como siempre cristalina y la arena fina y blanca. Me gustó mucho aunque como siempre tendrá el hándicap de la masificación a ciertas horas.

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Continúo hacia el oeste en búsqueda de la otra playa de la «movida» de la isla, Super Paradise, esta por lo que dicen donde predomina más el ambiente gay. A esta no bajo hasta abajo del todo, la veo desde arriba, parece más pequeña que su antecesora pero tiene también buena pinta. En estas playas la fiesta está presente durante casi todo el día y me imagino como se debe poner esto de junio a septiembre con lo pequeña que la veo desde la distancia.

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Para ir hasta la siguiente playa más importante del sur, tuve que dar un gran rodeo desde la anterior, me ví obligado a subir al norte y bordear el aeropuerto por arriba. Decir a su favor, que la carretera es ancha y correcta. La que baja hasta mi siguiente parada es muy buena, amplia, nada que ver con las anteriores. Después de una bajada tendida llego a mi destino Elia beach. Esta me encanta nada más verla, tiene un parking enorme y la playa es magnífica, larga. Esta sin duda será la MEJOR en mi opinión de todas las que visité en la isla, que fueron diez.

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Casi al final de la parte oeste de la playa hay una pequeña franja rocosa que deja un bonito trozo de arenal aunque lleno de hamacas. La playa me parece magnífica repito, la más amplia y cómoda que me encontré en la isla.

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Vuelvo al coche y voy a visitar mi última playa en el sur, Kalo Livadi. Esta también tiene un buen acceso, buen parking, aunque a diferencia de la anterior tiene muy pocas tumbonas, es más corta que Elia pero ancha, no está mal, de arena fina y con un buen tamaño.

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Esta toma es desde el otro lado que la verdad que la hace lucir más. Una buena playa, la segunda mejor del día quizás.

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Hay más playas como Kalafati, Agrari, pero decido que ya está bien por las playas del Sur. Finalmente decido ir a visitar la más aislada, Fokos, al norte de la isla. Tardo unos veinte minutos en llegar. La última parte del camino hasta la playa discurre junto a una pequeña presa de agua y los últimos dos o tres kilómetros dejan de ser asfaltados y se llega por una pista de tierra.

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Hay un pequeño bar al lado de donde hay que dejar el coche. La playa efectivamente es salvaje, muy pequeña y con los montes a los lados sin apenas vegetación. La playa tiene arena pero es más de piedra. Sinceramente no me pareció nada del otro mundo, le salva algo quizás la claridad del agua pero no es una playa que creo merezca la pena llegar hasta aquí, es mi opinión.

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Desde aquí ya regresé al hotel, que aunque está casi en el otro extremo de la isla, tardé sólo una media hora, esto da una idea del tamaño tan accesible de la isla. Por el camino pude ver el paisaje típico de Mykonos, siempre muy árido, salpicado con el blanco de las viviendas y las numerosas iglesias.

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Si me preguntan si vi alguna casa espectacular o una zona de viviendas más de lujo, la verdad es que no lo ví por ningún lado. Las casas más grandes que pude ver son como esta, ¿donde se meterán los adinerados? quizás sólo se acerquen con sus yates y estén de paso.

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Esta es la ruta completa que había hecho esta mañana, de oeste a este, para regresar después.

Ruta visitando playas

Dejé el coche en el parking del hotel que es gratuito y nos acercamos a la playa de al lado. El día era estupendo, hacía calor y pasamos un par de horas fantásticas. Comimos por segunda vez en el restaurante Yialo Yialo junto a la playa. Los camareros son atentísimos, sobre todo un chaval con el que charlamos un poco y que tenía una labia espectacular.

Tras la comida la niña y Magaly se fueron a dar un chapuzón a la piscina y yo sobre las 5 de la tarde tenía que entregar el coche donde lo recogí. Como tenía que entregarlo con el depósito lleno, busqué una gasolinera cercana y por apenas 15€ lo llené, aunque atención porque el precio de la misma en la isla estaba altísimo, ví hasta a 1.68€ la gasolina y 1.36€ el diesel!!!. Hay que recordar que debido a los continuos rescates del país, los impuestos que soportan los carburantes son un medio muy eficaz para recaudar dinero por parte del estado, de ahí que sus precios están entre los más altos de Europa junto con otros tradicionales países como Dinamarca, Países Bajos o Italia.

Tras dejar el coche, un empleado de la agencia me bajó hasta el hotel y me sumé a la diversión de las chicas en la piscina.

Otra de las ventajas del Argo hotel es que tiene justo a él, una parada de un autobús que te lleva a Chora, así que esa tarde ya sin el coche, iríamos y vendríamos en ese medio de transporte. Aunque tener en cuenta que mucha gente hace lo mismo y la parada estaba llena, tanto es así que hubo mucha gente que tuvo que ir de pie.

El autobús te deja en la zona sur de Mykonos, llamada la Fabrika, pero que se encuentra sólo a apenas 5 minutos caminando de la zona de los molinos.

Estación buses Mykonos

Esta última tarde-noche que pasaríamos en la isla estuvimos callejeando por la parte sur de la capital, la que menos conocíamos, le compramos un vestido de griega a nuestra hija que junto a su diadema de laurel, se iba quedando con todos los empleados de las tiendas, de nuevo demostrando el carácter afable y cariñoso de los griegos.

Ibamos por una calle cuando de repente apareció este pelícano acompañado de una chica, supongo que para protegerlo. Luego nos contaron la historia de Petros, que fue un símbolo de Mykonos durante 29 años. En 1954 apareció por la isla y misteriosamente se estableció aquí, renunciando a sus hábitos migratorios. Era fácil encontrarlo en cualquiera de las calles o plazuelas porque circulaba por el pueblo libremente. Su muerte fue tan sentida en la isla que fue reemplazado por otro pelícano, este.

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De nuevo fuimos a la zona de los molinos a ver el atardecer, de nuevo fantástico.

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Cenamos en el restaurante Fato a Mano, este el más caro de todos (sobre todo las bebidas, una cerveza Coronita 6€) pero de nuevo el trato fue exquisito. Yo esta vez me decidí por un plato de varias carnes que me gustó mucho. Pagamos finalmente con propina 61€.

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Ya sobre las 11 de la noche cogimos el bus de vuelta que nos dejaría en el hotel, al día siguiente lamentablemente teníamos que dejar la isla.

Si tuviera que dar una impresión general y siempre muy personal de Mykonos diría que no se caracteriza por su belleza en sí, ya que es bastante árida, seca y sin apenas vegetación. Sus playas, yo que conozco bastantes, no diría que me enamoraran, por culpa del entorno que tienen, pero lo que destaca son sin duda sus aguas cristalinas y la limpieza de su arena blanca, libre de algas por ejemplo. Luego lo que sí me encantó de verdad fue su capital, Chora, así como las pequeñas iglesias de color blanco y cúpulas azules y rojas que había por todos lados y a veces en los lugares más imprevistos. Desde luego que recomiendo una visita a la isla como parte de la visita a este fantástico país que nos encontramos.

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