












Esta es la segunda sección que hago de nuestros vecinos africanos ya que es la segunda escapada tras aquel viaje con mi amigo Jesús y que disfrutamos tanto (Marruecos 2017). Me dejó tan buen sabor de boca aquella estancia de 5 días por el sur del país y el desierto que estaba deseando volver, esta vez para conocer el norte, y sobre todo atraído por conocer esa atrayente población llamada la Perla Azul, Chefchaouen.
Para ir a Marruecos ayuda mucho el hecho de que los vuelos desde España además de que ser muy cortos (menos de una hora y media), los precios de los billetes son muy económicos. Eso sí, y siento decirlo pero cada vez corroboro más mi opinión que sean con la aerolínea Ryanair. «Gracias» a ellos y a uno de sus típicos y frecuentes cambios de horario de última hora tuvimos que ir un sábado en lugar de un viernes como teníamos previsto, además de retrasarnos luego otra vez un par de horas nuestra salida, vamos, un cachondeo. Pagamos unos 100€ cada uno con la opción Priority, con 2 piezas de equipaje de mano y selección de asiento incluído pero es posible ir por incluso menos dinero dependiendo de las fechas y la antelación.
Dado que quedamos tan contentos con aquella agencia que nos gestionó los traslados y los hoteles en 2017, por supuesto que contacté con ellos de nuevo para que nos ayudaran. Fue la fantástica agencia viajes-marruecos4x4 que ya son más que amigos. Hassan nos gestionó el acompañante y guías de nuestro viaje, desde que aterrizamos hasta que despegamos 4 días después. Yo ya procuro ir a cada ciudad que voy con un guía para sacarle todo el jugo a la ciudad, y no tiene nada que ver que hacerlo por libre.
Día 1. Llegada a Tánger
Aterrizamos en Tetuán los tres viajeros, Manolo, Rober y yo sobre las 14h un sábado 11 de noviembre, con una temperatura espectacular, tanto como para ir casi en manga corta.

Tuvimos que esperar una larga y lenta fila de control de pasaportes y sin rellenar ningún documento entramos en territorio marroquí. Cruzamos el aeropuerto que por cierto estaba bastante bien y fuera nos esperaba el que iba a ser nuestro acompañante y conductor durante todo el viaje, Daoud, un simpático y risueño marroquí original del sur del país y con el que pasaríamos unos buenos ratos. Nos dio la bienvenida y nos condujo a nuestro transporte, una cómoda y nueva furgoneta Ford en la que iríamos de lo más cómodos.
Cabe recordar que con cerca de 37 millones de habitantes, Marruecos es el 11º país más poblado de África y cuenta con una densidad de población de 81 personas por kilómetro cuadrado, más del doble de la del conjunto del continente. Sin embargo, el país sufre unos fuertes desequilibrios internos que dividen el territorio entre las regiones de las costas atlántica y mediterránea, donde se concentran tres cuartas partes de la población, y las zonas desérticas y montañosas del interior, donde hay grandes extensiones donde apenas vive gente.
Eran ya sobre las 3 de la tarde y nos acercamos a una de las atracciones principales de los alrededores de Tánger, el famoso Cabo Espartel, cuya atracción o curiosidad es que es el punto en el que se unen el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico. La foto era obligada….

Esta zona de acantilados es muy atractiva y muy visitada tanto por los pocos turistas que vemos pero sobre todo por los propios habitantes de los alrededores, que vienen aquí sobre todo a disfrutar de la puesta de sol. Un lugar muy muy bonito.

Caminamos un poco más subiendo una colina y alcanzamos la zona donde se encuentra el Faro, construido en 1864 y que se encuentra a 300 metros sobre el nivel del mar. Este es el punto más al suroeste de todo el continente africano y desde el que se ve de manera bastante nítida la costa gaditana al fondo.

Decidimos aparcar y comer en un restaurante de lo más turístico, de nombre no muy original Cap Spartel. Elegimos una mesa junto a la ventana con buenas vistas y pedimos una mini ensalada, un par de frituras de pescado y un filete de pollo empanado. Con una botella de agua y sin postre, pagamos 561 dirhams (unos 51€), el precio más caro que pagaríamos por comer en todo nuestro viaje. La verdad que la comida no me entusiasmó, sobre todo la fritura no me pareció fresca, todo congelado, pero es lo que tiene los lugares 100% turísticos, no lo recomiendo.



Tras subirnos al coche y no visitar otra de las atracciones de la zona, la Cueva de Hércules y de la que había leído en diferentes opiniones que no valía mucho la pena (además los no marroquíes debemos pagar 6€ por entrar) Daoud nos llevó bordeando la costa y de verdad recorriendo una zona muy verde, con unos jardines espectacularmente cuidados. Pasamos junto a uno de los múltiples palacios del rey Mohamed VI y en todo momento vimos unas villas por la zona de lo más exclusivo. Toda esta zona por lo visto es muy lluviosa y se veía por la frondosidad y lo verde de la vegetación.

Bordeamos la costa y entramos en Tánger por la zona nueva del puerto. Paramos a comprar una tarjeta SIM para poder conectarnos a internet sin la necesidad de tener wifi. Por 2G pagamos unos 5€, muy barato, con la compañía Maroc Telecom y que nos funcionaría muy bien durante todo el viaje. También cambiamos dinero para disponer de dirhams. Miramos la cotización en un casa de cambio y Daoud nos aplicó la cotización del establecimiento y nos cambió el dinero él mismo.
Una vez terminadas esas dos gestiones básicas, pusimos rumbo a Tetuán donde íbamos a pasar la primera noche, Tánger ya lo conoceríamos mejor el último día. Recorrimos buenas carreteras y de nuevo encontramos las zonas verdes muy muy cuidadas. Teníamos unos 60 kms por delante y ya empezaba a anochecer, es lo que tiene venir en esta época, que los días son muy cortos. Disfrutamos del paisaje viendo todo tan verde, a veces me parecía más estar en el norte de España o de Europa que en el norte de África.
Llegamos a Tetuán y Daoud aparcó donde pudo para acompañarnos al hotel, por el camino apareció de repente lo que yo denomino, el «listillo lapa» que nos empieza a dar la paliza con ayudarnos a encontrar el alojamiento, Daoud no se libra de él de manera tajante y se nos pega diciendo que trabaja en nuestro alojamiento. Ni que decir tiene que hay que sospechar de estos jetas y tras acompañarnos al mismo que estaba dentro de la medina, finalmente conseguimos librarnos de él sin soltarle una moneda, a gente así, ni un céntimo.
Nuestro alojamiento se llamaba Las Mil y una Noches, y que como decían las críticas está bastante bien, no en vano es uno de los más populares y con mejor fama de la ciudad. Hicemos el checkin en el bonito hall que representa el típico riad con un patio en medio y dos plantas.

Habíamos reservado dos habitaciones, que lo bueno que tenían era que cada una disponía de dos camas así que estuvimos muy cómodos. La habitación además era amplia aunque sin ventanas al exterior y el baño bastante pequeño pero nos vaía de sobra. Pagaríamos a través de la aplicación Booking por las dos estancias, 121€, desayuno incluído.

Había visto en un mensaje del alojamiento intercambiado en Booking que ofrecía ir a un hammam por 15€ y nos pareció una buena idea para alargar la tarde una vez ya anochecido y por tanto no tener mucho más interesante que hacer. Un hammam recordemos que es un baño árabe tradicional en el que la limpieza se hace básicamente a través de vapor acompañada de una exfoliación de la piel. Los hammams tienen su origen en las termas romanas y además de para un tema de higiene era un punto de encuentro y de conversación entre hombres y de mujeres (siempre por separado).
Tras instalarnos en nuestras aposentos, nos dieron una toalla en recepción, unas chanclas, un cubo y nos acompañaron hasta el establecimiento.
El hammam estaba muy cerca de donde dormiríamos, a apenas un par de calles. Después de poco más de una hora, la verdad es que nos gustó mucho la experiencia, que fue muy auténtica ya que el lugar estaba lleno de locales, nada de turistas. Nos cambiamos en el hall de la entrada junto a unas taquillas donde dejamos la ropa y pasamos a unas habitaciones donde recibiríamos nuestra sesión de exfoliación. Hacía mucho calor como suele ser habitual y tras un breve rato de aclimatación nos indicaron que nos tumbáramos en el suelo junto a otros habituales que nos miraban como diciendo de dónde han salido estos panolis. Una vez allí un trabajador ya de cierta edad nos empezó a echarnos agua caliente y comenzó a rascarnos el cuerpo con un guante como si fuéramos caballos, característica principal de un hammam como decíamos, la limpieza de la piel. Nos reímos mucho y ellos también se contagiaron, el «rascado» la verdad que fue reparador. Luego nos dieron con jabón por todo el cuerpo como si fuéramos bebés y nos dejaron relajarnos un rato.
Salimos como nuevos, nos vestimos y volvimos a nuestro alojamiento, no sin antes percibir ya que el ambiente por la noche por esas callejuelas con ya poca gente era muy diferente al del día, con poca iluminación, no era el mejor del mundo.
Llegamos al hotel y dudamos entres salir a cenar a un restaurante que tenía apuntado y que nos recomendaron que se llamaba Blanco, pero finalmente decidimos cenar en el propio alojamiento ya que ofrecía servicio de cenas. Lamentablemente tengo que decir que no nos entusiasmó ninguna salvo una sopa caliente que me tomé y que me recordó a las de Túnez. Aún así estuvimos muy tranquilos porque el entorno era agradable y la atención del personal de hotel, que todos hablaban español perfectamente, fue exquisita, incluso nos amenizaron con una pieza en un piano que había en el hall.

Día 2. Tetuán – Chefchaouen
Nos levantamos poco antes de las 8 para ducharnos y bajar a desayunar, que tenía lo básico para considerarlo un buen tentempié matutino, buen pan, zumo natural y diversas opciones para pasar el resto de la mañana.

A las 9 teníamos contratado un guía que nos había gestionado la agencia y que nos acompañaría a conocer Tetúan, una ciudad de lo más conectada con nuestro país. Llegaron a vivir aquí hasta 50,000 españoles (la mayoría funcionares y militares), de ahí que quisiera que fuera una de nuestras paradas obligadas en este recorrido por la parte septentrional del país.
Concretamente Tetuán, con unos 450,000 habitantes (2022) es una de las ciudades que antaño fue una ciudad próspera pero venida a menos. Situada al pie de la segunda cordillera del país que es la del Rif. Si es más visitada en los últimos años por los españoles ha sido también por el tirón del best seller El tiempo entre costuras de la escritora María Dueñas.
Llegó nuestro guía, que por lo visto no era el inicialmente previsto, un hombre ya de avanzada edad y que sin apenas presentarse comenzó saliendo de la medina donde estaba nuestro riad para enseñarnos otro nuevo palacio del rey, situado en la Plaza Hassan II a la que por cierto no se puede acceder por seguridad. Este palacio del siglo XIX muestra un estilo arquitectónico hispanomusulmán y la verdad que por fuera se ve espectacular.

Decir que la ciudad se encuentra dividida en 3 partes, la Medina, el Ensanche y la zona más moderna que rodea a las dos anteriores. La medina está amurallada casi en su totalidad y lógicamente es la zona más antigua. Con respecto al ensanche, al que nos dirigimos caminando, se construyó debido a la intervención e influencia española y en él predomina la presencia de edificios culturales, como consecuencia del empuje que le querría dar España a la ciudad como capital de su Protectorado. Recordemos que éste fue el régimen jurídico ejercido por nuestro país sobre algunas partes del norte de Marruecos entre 1912 y 1958 y Tetuán fue precisamente su capital.
Aquí la gente nos queda claro que no madruga mucho y las calles estaban vacías, sobre todo la calle comercial por antonomasia de esta zona, la avenida Mohamed V (que llegó a llamarse del Generalísimo). Caminando por ella efectivamente se ve enseguida la influencia española tanto de la arquitectura como incluso los nombres de los comercios y los letreros, muchos de ellos en castellano.

Llegamos a la plaza Moulay El Mehdi, llamada también plaza de Al-Yala, e incluso en época del Protectorado plaza José Antonio Primo de Rivera donde vemos una iglesia católica, Nuestra Señora de las Victorias de 1919, junto al antiguo café de París y el consulado español.

Nuestro guía, que ya percibimos que no es el mejor del mundo porque nos da explicaciones muy escuetas, nos lleva por el barrio de Mssalla Kdim, en las afueras del famoso distrito del Ensanche, donde se encuentran la mayoría de los edificios históricos realizados durante la etapa del Protectorado español. Encontramos por ejemplo el espectacular Instituto Cervantes o el Teatro Nacional, construido en 1914 y que fue conocido como teatro Victoria hasta los años 30. Vemos también el pasaje Benarroch, el Casino Español y el cine Avenida, todo vestigios de la huella que dejó nuestro país en Tetuán.

También encontramos el teatro restaurado por la Junta de Andalucía en el año 2000, diseñado en el año 1916 y construido en 1923, el ‘Español’ como se le conoce en Tetuán. Constituyó durante casi un siglo una referencia cultural y cuenta con butacas para 825 espectadores.

Cerca de este llegamos a un edificio de ladrillo cuya arquitectura enseguida me suena, yo que viví muchos años frente a un cuartel en Zamora. Efectivamente se trata de un antiguo cuartel que utilizó Franco y cuyo escudo con el Aguila que utilizó el caudillo todavía se puede apreciar cortado por la mitad en su fachada.


Llegamos al Parc Feddan, una plaza muy bonita y en el que se aprecia una bonita vista de la ciudad y sus casas blancas hacia lo alto de la colina de nombre Dersa.

Seguimos a nuestro guía a una pequeña puerta por la que accedimos a la histórica medina, ejemplo de la arquitectura marroquí-andalusí con un toque morisco, y que fue incluida en la lista de patrimonio mundial por la Unesco en 1997.
El legado arquitectónico de la medina alberga edificios de estilo andalusí que datan desde el siglo XV al XVIII, entre ellos el del fundador de la ciudad, Sidi Al Mandri, morisco que vino de la localidad granadina de Piñar con un grupo de exiliados y que obtuvo la autorización del sultán para construir una nueva ciudad sobre las ruinas de la anterior.
El guía nos cuenta que además de la cultura musulmana, se nota mucha influencia española y judía, a cuya zona nos encaminamos. Ahora apenas nos dice que hay 8 familias judías pero antiguamente llegó a haber hasta 6,000 residentes y 16 sinagogas y, a una de las cuales nos acercamos, la llamada Isaac Bengualid, del siglo XIX. Siempre me han encantado las medinas de calles estrechas y esta desde luego lo es.




Salimos por una de sus ocho puertas, la de Bab Nuader (construida durante la llegada de los moriscos en el siglo XVII) para pasar junto al imponente edificio de la popular aseguradora La Unión y el Fénix.

De nuevo volvimos a entrar en la medina por la puerta que se encuentra está junto al Palacio Real, llamada Bab Ruwah y que es más reciente. Nos seguía sorprendiendo que eran más de las 10 y media de la mañana y algunas calles de comercios siguen sin abrirse, esta es la de las joyerías.

Nos acercamos a la zona de curtido de pieles, que ocupa todavía un gran espacio y que cuenta con 380 pozos. El lugar está casi desierto y contrasta con lo turístico que es este lugar en ciudades como Fez y sobre todo Marrakech como pude apreciar en 2017. Actualmente el oficio está casi desapareciendo y apenas hay unos pocos curtidores que todavía trabajan las diferentes pieles como hace más de cinco siglos.

Desde esta zona hay una bonita vista de la muralla y de los cementerios de los que luego hablaré.

El guía nos acompañaba ahora a una tienda de especias y nos dice que podemos subir a la azotea desde la cual pudimos disfrutar de una perspectiva de la ciudad, apreciando lo grande que es y las montañas tan altas que tiene alrededor.

Seguimos caminando por la medina, viendo diferentes rincones y carteles que nos sorprenden por la identificación con nuestro país.


Llegamos a lo que fue el hammam más antiguo de la ciudad, llamado Sidi El-Mandri construido en el siglo XV. También vemos por fuera (los no musulmanes no podemos entrar en ellas) la Gran Mezquita construida en 1808.

Nuestro guía sigue con sus explicaciones, me da más la impresión que lo que nos explica lo ha aprendido a fuerza de vivir sus años aquí que de una formación profunda en historia, queda claro que no es para nada un guía oficial.

Por fin la medina comienza a coger vida y sus puestos a llenarse de gente. No encontramos prácticamente ningún turista y como parte positiva tengo que decir que aquí nadie nos agobia por comprar y nos encontramos muy agusto y tranquilos. No encontramos en todo nuestro viaje nadie que nos insistiera de manera reiterada a comprar o que fuera desagradable.

Tras este último recorrido por la medina, volvimos a la plaza Hassan II donde nos esperaba ya Daoud y donde nos despediríamos de nuestro guía de unas 3 horas por la ciudad marroquí.
Fuimos a por nuestras maletas al riad y como ya parece que habíamos visto la mayoría de lo más interesante de la ciudad, le propuse subir con el coche a lo alto de la colina para ver las vistas desde arriba. Junto a Daoud se sentó un misterioso y risueño caballero.
Subimos hacia el monte Dersa y nos apeamos junto a un descampado para tener otra amplia perspectiva de la ciudad, viendo en primer término el gigantesco cementerio musulmán y junto a él, un pequeño, comparado con el primero, cementario cristiano.

En esta foto de la zona más al este de la ciudad vemos en la parte inferior dibujando un pequeño un rombo blanco, el cementario judío y a lo lejos se aprecia Río Martín, la localidad costera a unos diez kilómetros del centro de Tetuán. La pequeña ría del Martín fue durante siglos el puerto de Tetuán, refugio de corsarios contra los reinos cristianos y entrada de invasores procedentes del norte.

Una vez que dejamos a nuestro acompañante y que Daoud para nuestra sorpresa nos resolvió el misterio diciéndonos que era un policía de incógnito, tomamos rumbo ya hacia nuestro siguiente destino, la singular Chefchaouen, la «Perla Azul» del norte de Marruecos y de las que nos separaban unos 65 kms, sobre 1 hora y 20 minutos.
De nuevo recorremos buenas carreteras y paisajes montañosos con bosques de pinos. A la media hora de salir, decidimos hacer una parada en un restaurante llamado Sed Nakhla, con una preciosa panorámica sobre una presa llamada Barrage Nakhla.

En su agradable terraza tomamos 2 cafés y un té, por los que pagamos 45 dirham (4.5€), botellita de agua de regalo para cada uno incluida.
Continuamos la ruta y Daoud nos dió un rodeo para entrar por la parte este de la ciudad, y no es casualidad, porque en las dos paradas que hace podemos disfrutar de unas bonitas vistas de nuestro destino. Sorprende porque no es pequeña precisamente y es que efectivamente ha crecido mucho. Tiene actualmente unos 42,000 habitantes y el antiguo pueblo, gracias al turismo, sigue creciendo.

Tuvimos que dejar el coche a las afueras de la ciudad e hicimos el resto del camino caminando. Nuestro alojamiento estaba en el centro de la medina, en una ubicación óptima. Se llama Casa Sabila y consta de un patio interior y con pocas habitaciones en total pero muy bonitas como podéis apreciar.

Y con un baño muy tradicional que nos encantó.

Ocupamos dos habitaciones, una doble y una individual, por la que pagaríamos en total con Booking 99€, desayuno incluído.
Eran pasadas las 2 de la tarde, y tras hacer el checkin con un simpático anfitrión que extrañamente no hablaba español, dejamos las cosas en las habitaciones y nos dejamos aconsejar para buscar un lugar para comer. Su recomendación nos llevó al restaurante Sofía, al que llegamos en apenas unos minutos.
Comimos fenomenal, comida casera 100% como nos confirmó el del hotel. Pedimos 3 tajin kefta más 2 rollitos y 2 pastelas, más bebida y pagamos 373 dh (unos 34€), super bien de precio y de calidad, muy recomendable el sitio.




Eran sobre las 4 de la tarde cuando terminamos de comer, eso significaba que nos quedaban apenas un par de horas de luz así que comenzamos a recorrer sus calles tranquilamente sin un rumbo establecido, que eso, es lo mejor de rincones como estos. Sabíamos que al día siguiente teníamos una visita guiada que esperábamos nos llevase por los lugares más recomendables y nos empapase de historias de la ciudad como así fue.

Caminamos y caminamos, parece que la medina de calles estrechas es pequeña pero al final no te cansas de andar si quieres. Entramos y salimos por sus 5 puertas, pero lo más interesante siempre estaba dentro. No os perdáis el Callejón Ben Yakub.

Nos dimos en cuenta enseguida de la cantidad de gatos que hay por todas partes, que aunque tradicionalmente son considerados muy limpios, son tantos, que acaban por ensuciar ciertos rincones de la ciudad, no sólo por algunos excrementos que encontrábamos, sino porque abren las bolsas de basura en busca de comida.
Fruto de «vagar» y perderse por sus entresijos, de repente te podías encontrar espacios tan bonitos como este, que a mí personalmente me encantó y seguro que no aparece en ninguna guía.

Fruto de que también Chefchaouen estuvo bajo la influencia de nuestro país durante casi los 50 años del Protectorado (al igual que Tetuán y Tánger) encontraréis muchas calles con nombres españoles.
Visitamos la principal plaza de la ciudad Uta el Hamman, de especial encanto, rodeada de restaurantes y de artistas que venden sus obras a pie de calle. Esta plaza es un lugar ideal para disfrutar de un té a la menta y disfrutar del ambiente relajado, que fue lo que hicimos, aquí todo el mundo entiende y habla castellano.

Al atardecer decidimos visitar algunas tiendas para comprar algunos regalos y recuerdos, y es que por comercios no será, ya que se calcula que hay unos 1,000 en toda la zona de la medina más visitada. Cero agobios de los vendedos para que compráramos, muy correctos, no encontré un lugar en Marruecos en los que estuvimos tan tranquilos entre las tiendas. Me acuerdo siempre de Egipto por todo lo contrario.






Cuando ya se fue el sol, y con varios kilómetros en nuestras piernas, decidimos volver al hotel a descansar un poco para salir a cenar a las 9 a otro restaurante recomendación de nuestro alojamiento, Triana. Tuvimos que descender varias calles porque está en la parte más baja de Chefchaouen, junto al río, hacia el cual tenía su terraza con bonitas vistas. Comimos el tajín de ternera de la foto, más una brocheta y un solomillo, con bebidas y dos postres pagamos 538 dh (48€). Recomendable el lugar, estuvimos muy agusto y de nuevo con buena atención.

Día 3. Chefchaouen – Tánger
Nos levantamos pronto Rober y yo e hicimos una cosa que os recomiendo encarecidamente hacer si sois medianatamente madrugadores, y es visitar la ciudad a una hora vespertina (lo hicimos sobre las 8), en la que, primero, no hay apenas nadie en las calles, y segundo, la luz es inmejorable para apreciar las tonalidades de sus rincones, con un sol que va saliendo y se va colando entre las callejuelas, maravilloso.


Volvimos al hotel y sobre las 8 y media desayunamos en un sitio inmejorable, la azotea del hotel donde teníamos una vista estupenda de la parte sureste de la ciudad.

A las 9 salimos al exterior y allí nos esperaba nuestro guía, Abdennour, un nativo 100% de varias generaciones, con un castellano muy bueno y que nos haría disfrutar dando todo tipo de detalles de la ciudad azul. Este sí, fue un guía de los que me gustan a mí, preparado y sobre todo muy divertido.

Nos contó que Chefchaouen, o Chaouen como se llamaba originalmente y hasta la independencia de Marruecos en 1956, fue fundada en el siglo XV, exactamente en 1471, por los bereberes y que prosperó con la llegada de refugiados musulmanes de España. Su población original estaba compuesta principalmente por exiliados de Al-Ándalus, tanto musulmanes como judíos, lo que explica por qué la parte antigua de la ciudad tiene una apariencia similar a la de los pueblos andaluces, con estrechas calles de trazado irregular y casas encaladas, de nuevo Andalucía aparece en las explicaciones.
Comenzamos visitando de nuevo la plaza Uta el Hamman donde se encuentran dos de las atracciones principales de la ciudad. La Mezquita Kebir, del siglo XVI y de la que destaca sobre todo su minarete octogonal, por lo que parece inspirado en la Torre de Oro de Sevilla. También en esa plaza pudimos vemos la Kasbah (la alcazaba), levantada en el siglo XV para proteger la ciudad.

Una de las preguntas que todo el mundo se hace ¿de dónde proviene ese nombre tan raro de Chefchaouen y que al comienzo cuesta recordar? pues el guía nos llevó a un lugar donde lo íbamos a averiguar con nuestros propios ojos, la bonita plaza EL HAOUTA con su original fuente azul en medio. Una vez allí nos hizo mirar hacia el noreste y descubrimos los picos Tisouka (2,050 m) y Megou (1,616 m). Estas montañas se elevan tras el pueblo como dos cuernos, de ahí el nombre de la ciudad, Chefchaouen en bereber significa ‘mira los cuernos’.

¿Y la otra pregunta es….? efectivamente, el por qué de su color azul 💙. Nuestro cicerone, con mucha gracia, nos dice que no tiene nada que ver con que ahuyenta a los mosquitos, porque en su casa, y nos fue enumerando todo lo que tiene azul… pues bueno, a pesar de eso, hay mosquitos 😂. La teoría que él cree más factible, es que la tradición de pintar las calles de ese color que se ha intensificado a partir de los años 70 del pasado siglo provenía de los judíos refugiados en la ciudad, que en la década de los años treinta, comenzaron a pintar sus casas de azul para simbolizar el color del cielo, en alusión al concepto de libertad y de acercarse a dios, es por tanto digamos, un motivo espiritual y de fe, sentencia convencido Abdennour.
Seguimos caminando por sus calles yendo hacia la zona baja, donde vimos la antigua judería, y es que los judíos como hemos visto ocuparon una parte importante de la ciudad y convivieron en paz durante muchos años, qué gran paradoja con los tiempos que corren.

Nos internamos en una calle sin salida, concretamente en el callejón Rahmuni donde Abdennour nos señala una vivienda y nos pregunta ¿sabéis a quién perteneció? a un español famoso, Francisco Franco. El caudillo tuvo su casa aquí y yo la verdad que no tenía ni idea, curiosa anécdota.

Nuestro guía nos habla también, y de forma muy abierta y haciendo bromas de la importancia que tiene el cannabis (el kif, como lo llaman ellos) para la economía de esta ciudad y en general de la región del Rif. Se calcula que más de la mitad del polen que circula por el mundo sale de esta zona. No es nada raro que os ofrezcan un «porrito», marihuana o hachís más de una vez tanto aquí como en Tetuán y Tánger.
Seguimos paseando sin apenas gente, lo cual era fantástico y nuestro acompañante seguía contándonos historias muy divertidas, la verdad que nos reímos mucho. Nos llevó por las calles top de la ciudad, las más famosas, a las que vienen, nos dice, tanto los influencers buscando el típico y tan de moda postureo, como las mejores firmas de moda a hacer sus fotos y reportajes.





Y si no le créeis ver el anuncio de este mismo año de un perfume de una conocida marca italiana, ¿identificáis algo azul por ahí?
Al rincón que nos llevó a continuación desde luego, es espectacular, el patio del té se llama. El simpático dueño para no perder la oportunidad, hace negocio, ya que es un lugar privado. Por apenas 5 dirhams (0,50 €) te deja hacerte las fotos que quieras.

Y por último, no me quiero olvidar de las puertas de sus viviendas, algunas fantásticas, preciosas. Aunque no superan para mi gusto las de Sidi Sibou Said en Túnez (ver entrada TÚNEZ 2023) son muy muy bonitas.




Después de unas dos horas y media nos despedimos de nuestro guía genial. Aquí os dejo su número de teléfono que por supuesto le pedí permiso por si queréis contactar con él +212 603 033271.
Nos fuimos al hotel a coger nuestras maletas y quedamos con Daoud para ir juntos al coche para seguir nuestra ruta hacia Tánger, nuestro último destino y desde el que regresaríamos a España.
Como era pronto, y aunque era rodear un poco, le propuse (yo soy mucho de proponer y de improvisar sobre la marcha, y la capacidad de reacción dice mucho de nuestro acompañante) pasar antes por la localidad costera de Assilah (Arcila en árabe) para conocerla.
Después de unos 200 kms llegamos a nuestra parada justo a la hora de comer. Daoud nos llevó a un restaurante de barrio, sencillo, se llamaba Ali Baba. Allí, sin grandes pretensiones comimos por poco dinero y la verdad que no estuvo mal. Aquí tenéis la carta en castellano para que os hagáis una idea de lo que ofrece un lugar así, cero turistas, un lugar de barrio.

Compartimos una ración de gambas, además de otro plato cada uno (Daoud comió con nosotros) con bebidas y postres, y pagamos 377 dh (35€) por los 4. Yo me comí una pastela de pollo que es curioso porque lo recubren de azúcar glass que le da un toque dulce – salado cuanto menos raro para nosotros.

Después de comer, nos dejó Daoud una hora y media en la medina para que diéramos una vuelta. Patrimonio de la Unesco, Arcila es una ciudad de unos 30,000 habitantes (datos de 2022) limpia, cuidada, agradable y que recuerda muchísimo a los pueblos de Andalucía, como no. A la hora que vamos la encontramos vacía de visitantes, con apenas 4 negocios abiertos. Estas calles en verano seguro que serán bulliciosas en un lugar que vive eminentemente del turismo.





Llegamos hasta el mar para ver las murallas que rodean la ciudad y que fueron construidas por Alfonso V de Portugal en el siglo XV. Alcanzamos el imprescindible número uno del lugar, el Mirador, o Krikia, que se adentra con su espigón en el mar, un lugar idóneo para ver el atardecer junto al mar aunque nosotros llegamos un poco pronto para disfrutarlo.


Damos un pequeño paseo más y la medina se termina así que nos quedamos tomando un té esperando a que llegue Daoud.
Continuamos hacia el norte por una buena carretera incluso de peaje para llegar a nuestro punto de llegada a Marruecos hacía 3 días, Tánger.
Nuestro alojamiento se encontraba en la zona de la kasbah (más adelante hablaremos de ella) y como el tráfico rodado en ese área está restringido, quedamos con el propietario para que nos fuera a buscar, despidiéndonos de Daoud hasta el día siguiente.
Nuestro acompañante, en francés, nos guió hasta nuestro original «hotel», que dado que fue el más económico de nuestro viaje no esperaba grandes lujos. Realmente era una torre con 2 habitaciones como podéis ver en la foto, es el edificio del medio, el más alto.

Pagaríamos otra vez mediante Booking por una noche 65€ con desayuno, imbatible. Las habitaciones son muy muy pequeñas y el edificio como no podía ser de otra manera viendo lo estrecho que era por fuera, tiene unas escaleras muy empinadas. Lo mejor era la terraza de arriba que tenía una vistas espectaculares de la ciudad, ya de noche en ese momento porque ya eran como las 7 de la tarde.

Para esa tarde, había reservado, aunque esta vez vía mail desde España un tratamiento en un hammam a modo de despedida del viaje, este sería en un sitio más «fino» que el que habíamos tenido en Tetuán. Concretamente fue en el hotel La Tangerina, a apenas 5 minutos andando de nuestro alojamiento. El tratamiento nos costó 35€ y consistía en una exfolicación por una señorita en un pequeño hammam muy limpio y cuco donde recibimos por parejas un tratamiento de unos 40 minutos. El riad además por dentro es precioso, se trata de una casa antigua de 10 habitaciones situadas en torno a un patio central y con una arquitectura de estilo colonial. Si no os importa gastaros algo más, esta podría ser una opción perfecta de alojamiento para visitar la ciudad.
Volvimos a nuestro apartamento de lo más relajados y dado que ya estábamos un poco cansados de tanto tajin y comida marroquí y nos apetecía un clásico de nuestros viajes, habíamos preguntado a la recepcionista de la Tangerina donde podríamos comer una buena pizza, y la recomendación no pudo ser más auténtica y adecuada, la Casa de Italia.
Situado en el antiguo palacio de Moulay Hafid, para llegar a él tuvimos que salir de la medina y caminar ya con noche cerrada unos 20 minutos por sus animadas calles, sin ninguna sensación de inseguridad.
Pudimos degustar cada uno una pizza hecha en un horno tradicional y muy muy buena. Los precios estaban en torno a los 110 dh (unos 10€) y pagamos por 3 pizzas y bebidas pagamos 415 dh (37€). Así que ya sabéis, si os apetece una buena pizza, esta es una muy buena opción.

Día 3. Tánger y regreso a España
Teníamos otro nuevo guía en la ciudad a las 9 de la mañana pero antes de las 8 ya estábamos despiertos Rober y yo. Como nos sobraba tiempo, decidimos subir a la azotea y nos encontramos con este bonito amanecer.

Llegó nuestro desayuno que para la falta de espacio y dado que nos lo traían de fuera, no estuvo mal, la verdad.

A las 9 y puntualmente llegó Fátima, nuestra guía del día y que nos acompañaría las próximas 3 horas visitando fundamentalmente la kasbah y la medina, lástima que sin tiempo para más.
Comenzó sus explicaciones en un espectacular lugar junto a las murallas defensivas, en la puerta de Bab el Bahr o Puerta del Mar que se abre hacia la bahía y desde la que se ven unas vistas preciosas del nuevo puerto.

Tánger, nos cuenta, con una problación en torno al millón de habitantes es una de las top 5 en importancia del país, sobre todo por su situación estratégica. Precisamente esa ubicación junto al mar le ha permitido ser testigo del desembarco de cartagineses, vándalos, romanos, fenicios, árabes y más recientemente franceses, españoles, ingleses y portugueses.
Lugar que enamoró a artistas de la talla de Delacroix o Matisse es una ciudad que hace de la mezcla europea y africana uno de sus principales reclamos.
Comenzamos visitando lo mejor para mí de las siguientes 3 horas, la preciosa Kasbah, espacio fortificado situado sobre una de las colinas de la ciudad y muy cerca de nuestro alojamiento. La antigua alcazaba tiene su origen en torno al siglo X y está formada por un entramado de calles estrechas encaladas que las hace de nuevo recordar a las de los pueblos blancos andaluces.

Aquí está Fátima explicándonos la importancia de las fuentes, donde se recogía el agua que luego se utilizaba en las viviendas particulares. También cada familia solía llevar sus ingredientes a los hornos comunitarios, otro lugar muy importante para la comunidad, donde las familias podían hacer su propio pan. Las explicaciones de nuestro guía fueron extensas y muy precisas, muy amenas.

Pasamos junto al palacio Dar el Makhzen, antigua residencia del gobernador. Levantado en el siglo XVIII durante el reinado del sultán Moulay Ismail, actualmente alberga un museo, por lo visto muy recomendable (yo lo siento pero no soy mucho de museos).

Seguimos bajando por la kasbah, callejeando, disfrutando del ambiente tranquilo, un fantástico lugar para perderse.

Descendimos la calle de los artesanos textiles, donde entramos en uno de los locales donde nos dieron una pequeña explicación de cómo todavía se fabrican las diferentes prendas a la manera y maquinaria tradicional.

Pasamos junto al café Cherifa, de bonitas vistas sobre la medina pero que por falta de tiempo no disfrutamos tranquilamente, vosotros si podéis, hacerlo.

Dejamos la alcazaba y entramos ya en la vecina y famosa medina de Tánger, que sobre las 10 de la mañana se encontraba prácticamente vacía….

Tras callejear por ella y dirigirnos hacia el sur, salimos de ella por la puerta de Bab Al Fahs para hacer una parada en la Plaza del 9 de Abril. Es una de las grandes plazas de la ciudad, también conocida como el Gran Zoco y cuyo nombre proviene de la fecha en el que el rey Mohammed V pronunció su famoso discurso sobre la independencia de Marruecos. Es un espacio de encuentro de gran tamaño, con zonas de bancos, una gran fuente de mármol y palmeras y donde se encuentra una de las mezquitas principales de la ciudad, Sidi Bou Abib.
Seguimos la ruta con las explicaciones de Fátima, paseando junto a la iglesia de San Andrés para adentrarnos de nuevo en la medina donde visitamos su mercado de pescado, del que pude apreciar lo limpio que estaba todo.

Nos encontramos, como no, con las famosas especias, tan apreciadas siempre y que tanta gente acude a por ellas a este país.

Compré dátiles, que me gustan mucho (desde que los comía a diario en Túnez) en un puesto que me dijo Fátima y también compramos el famoso y apreciado aceite de argán (Marruecos es el productor nº 1 mundial), así como una crema en un sitio también recomendado por ella y que indico en la siguiente foto. Se llamaba Herbal Medina Center, por si os interesa comprar cosas parecidas.

Cruzamos por la Plaza Aissawa donde hay una bonita y pequeña mezquita y una zaoia (en francés), que es una institución islámica mixta que puede ser una especie de monasterio, escuela religiosa e incluso simple alojamiento.
Seguimos caminando por las laberínticas calles hasta llegar a la calle comercial Rue de la Marine donde nuestra acompañante nos recomendó que entráramos a ver el pequeño y muy cuco hotel Palais Zahia, con un bonito patio interior. Incluso pedimos permiso para subir a la azotea desde la que pudimos apreciar unas bonitas vistas y coincidimos en que era un lugar ideal para tomar algo tranquilamente.

Justo al lado, más arriba, en la plaza del llamado Zoco Chico o Pequeño Zoco se encuentra el Gran Café Central, famoso por ser frecuentado en el pasado por distintos artistas, escritores y bohemios europeos y americanos. Junto al Café París y el Hafa, uno de los más emblemáticos de la ciudad, fundado en 1813.

Continuamos bajando por la calle comercial de la Marine dirección a la nueva marina y nos encontramos con la llamada Gran Mezquita de Tánger, de color blanco y verde, y con un altísimo minarete que destaca en medio de la medina. Este templo fue ocupado por varias civilizaciones durante generaciones, fue templo romano e iglesia cristiana bajo dominación portuguesa hasta que el Sultan Sulayman la reconstruyó en 1815.

Os recomiendo que os acerquéis hasta el mirador que hay al final de la calle, donde además de ver algunos cañones de su pasado defensivo, tendréis una bonita perspectiva hacia el norte, donde veréis a lo lejos la Mezquita Lalla Abla, también conocida como Mezquita del Puerto.

Y tendréis otra perspectiva hacia el este, pudiendo observar desde el Cabo Malabata a la izquierda de vuestra vista hasta la zona del puerto y la bahía hacia la derecha.

Y en este punto se terminó nuestra ruta guiada y los servicios de Fátima, que nos cobró 50€ por esas 3 horas de visita. Aquí os paso sus datos que por supuesto ella me ha permitido para que si queréis podáis contactar con ella, yo desde luego que la recomiendo (+212 661 497282).
Tengo que decir que lamentablemente se nos quedaron lugares sin visitar situados fuera de la medina, por ejemplo todos aquellos que fueron fruto de la dominación española durante el Protectorado. Cabe recordar que en el momento de mayor presencia hispana, en la década de los 50, vivían en la ciudad más de 45,000 españoles además de unos 20,000 judíos marroquíes (mayoritariamente sefardíes) que se expresaban habitualmente en lengua castellana. No os perdáis el imponente Teatro Cervantes, la que fue la sala más grande del norte de África, con un aforo de 1,400 localidades aunque actualmente no se encuentra en buen estado. También otros edificios como el Teatro Alcázar y no dejéis de pasear tanto por el Boulevard Pasteur como por la avenida Mohamed VI. Todo esto, lo dejaremos para una próxima visita, que por proximidad, no será difícil que vuelva.
Regresamos a nuestro alojamiento subiendo de nuevo hacia la zona de la kasbah para quedar con Daoud que nos llevó al aeropuerto y al que le pagamos los 325€ cada uno que habíamos pactado por sus servicios. ¡Gracias por todo amigo!.

Y aquí terminó nuestra corta aunque intensa escapada por el país alauita, una nación que he aprendido a amarla y que os invito a descubrir a ella y a sus gentes, dejando a un lado prejuicios y tópicos ridículos.
¡Hasta pronto Marruecos !👋
Para terminar y a modo de resumen, os dejo en el mapa la ruta que hicimos en nuestro viaje.

Hola Luis !!!
Gracias por el link !!! Esta chulo !!!
Gracias de nuevo !!!
Saludos,
Hassan
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De nada Hassan, espero visitar más veces vuestro país, que es fantástico. Un fuerte abrazo y gracias como siempre a vosotros por vuestros servicios
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