MONT SAINT MICHEL – NORMANDÍA (FRANCIA)

En junio del año 2010, y aprovechando una reunión de trabajo de lunes en la ciudad francesa de Lille decidimos organizar una ruta por el país vecino mis grandes amigos Idoia, otra cansina de los viajes como yo, y un expatriado malagueño con nombre no muy del sur, Jordi Castells. Partiendo de París, iríamos hacia el oeste a conocer un lugar que llevábamos mucho tiempo con ganas de visitar como Mont Saint-Michel para luego ir hacia el norte a respirar historia de la II Guerra Mundial en las playas de Normandía y ver un par de preciosos pueblos de esa región para terminar en Lille.

Decir que fue un viaje muy muy recomendable, qué bien lo pasamos y qué pena no hacer más viajes juntos!! Lo hicimos en un fin de semana, aunque con un día más, quizás habría sido más desahogado. Si tenéis la oportunidad de hacerlo, es una buena opción hacer la ruta saliendo y volviendo a París, cuyo billete os saldrá bastante barato y siempre podéis dejar algún día para ver «la ciudad de la luz». Eso sí, hacerlo en primavera o verano porque si no habrá bastantes posibilidades de que os haga mal tiempo y aparezca la lluvia.

Un viernes volamos por separado Idoia y yo a París, donde Jordi nos esperaba en el entonces «pisito» de su novia Sylvie, digo piso en diminutivo porque era eso, yo entraba casi de perfil, pero claro, es París… El apartamento estaba por la zona de la Biblioteca Nacional, en el Distrito 13, bastante céntrico por tanto.

Primero llegué y esperé junto con Jordi a que Idoia lo hiciera tomándonos unas cervezas en un bar de la zona. Por aquel entonces se estaba jugando el Mundial de Fútbol de 2010 (¿recordáis quién lo ganó?), y casualmente jugaba Francia contra Uruguay. Los bares estaban llenos viendo al equipo galo, que decepcionó y sólo pudo empatar a 0 (quedó eliminado finalmente en primera ronda). Menudo cabreo tenía la gente. Cuando al fin llegó la de Rentería, cenamos en un kebab por la zona y sobre la 1 de la mañana volvimos al apartamento, donde le dimos unos regalos al gran Jordi, para que no olvidara sus raíces 😉

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Un poco más tarde nos fuimos a dormir, a las tantas, aunque al día siguiente madrugábamos, y de qué manera…

DÍA 2

El despertador sonó sobre las 5 y media de la mañana, y una hora más tarde ya estábamos saliendo del apartamento. En el trayecto para salir de París me quedé atónito cuando accedimos a la carretera “Périphérique”, algo así como la M-30 de Madrid, no eran más de las 7, en un sábado, y estaba totalmente atascada!!! No me puedo imaginar lo que puede ser un día laborable!!.

Teníamos un viaje largo por delante, unos 370 kilómetros, hasta la fantástica abadía de MONT SAINT MICHEL que se encuentra en la Baja Normandía, en el límite con la región de Bretaña. Decir de esta maravillosa e IMPRESCINDIBLE isla rocosa, que es el tercer lugar turístico más visitado de Francia (por detrás de la torre Eiffel y del castillo de Versalles) con cerca de 3,5 millones de visitantes cada año.

Llegamos sobre las 10.30h. y es espectacular cuando vas por la carretera y vas viendo la isla con la abadía a lo lejos….os causará sensación, os lo aseguro.

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Celtas, romanos, y ermitaños cristianos fueron sus habitantes hasta el año 708, cuando el lugar es descubierto por el obispo de Avranches, que vio el lugar apropiado para levantar un santuario en honor del Arcángel San Miguel.  En poco tiempo a su alrededor se fueron estableciendo los peregrinos, conformando la actual ciudadela que la rodea. Al año siguiente de terminar la construcción de la primera basílica, una marea viva engulló el bosque que la rodeaba y separó el monte de la tierra firme, hecho que sin duda marcaría su futuro. Fue ya en el año 966 cuando se fundó la Abadía Benedictina actual, en torno a la cual surgió un pueblo amurallado y que le da un aspecto casi de cuento.

Durante siglos únicamente era accesible por vía terrestre en los momentos de marea baja, y por vía marítima cuando la marea era alta, pero desde la construcción de un dique en el siglo XIX la bahía se llenó de arena y hoy está unido al continente. Actualmente se puede acceder a la abadía en todo momento gracias a la carretera que lleva a los pies de la roca.

Foto cabecera NORMANDÍA

Si por algo es famosa la isla es por el fenómeno de las mareas, el cual se repite dos veces diariamente, dejando a la ciudadela y su Abadía unida a tierra solamente por su carretera. Dicen que es tal la velocidad a la que suben las mareas, que el agua atraparía con facilidad a un caballo al galope. Debido a esta rapidez, con cada subida del mar, las campanas avisan con suficiente antelación, pues se ha convertido en casi una tradición o una curiosidad turística, el observar esa subida del mar a ras de orilla. Lástima que no nos quedáramos para verlo.

Dejamos el coche en un aparcamiento que hay en una explanada antes de llegar a la isla, que por cierto tiene 900 metros de circunferencia y 80 de alto.

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Lo primero con lo que nos encontramos es con el pequeño pueblo que rodea a la Abadía. Entramos por la Porte du Roy, una puerta muy auténtica y que sin duda ya es una primera toma de contacto con su historia.

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Por dicha puerta se accede a la conocida Grand Rue, la calle mayor por la que es obligatorio pasar para ir a cualquier lado. Obviamente este pequeño pueblo vive del turismo y de los peregrinos en menor medida. La mayor parte de los edificios, tiendas y restaurantes de Saint-Michel se estructuran en torno a esta calle, a precios obviamente, nada populares, pero muchos de ellos y como suele pasar con las tiendas en Francia, con mucho encanto. Yo en una de ellas me compré una gárgola.

Aquí una vista de la muralla, a medida que vas subiendo, el paisaje se hace espectacular.

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Desde este precioso mirador, se puede apreciar la inmensidad de agua y tierra que hay alrededor.

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La abadía de Mont-Saint-Michel se divide en dos partes: la Iglesia de la abadía o Iglesia Abacial y la «Merveille», es decir, la zona donde vivían los monjes. Esta última la podemos ver en esta foto vista desde el exterior, en su lado norte, donde se observa la fachada, que corresponde a la parte gótica. Es un conjunto de seis salas distribuidas en tres niveles, como son el refectorio, la sala de los Huéspedes, la capellanía, el claustro, la sala de los Caballeros y la bodega. Tiene tres plantas y su construcción se prolongó durante 25 años, me pregunto cuánto costaría llevar la piedra hasta ahí arriba.

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La iglesia de la Abadía, es románica y fue construida a comienzos del siglo XI, aunque la fachada data del siglo XVIII, pues hubo que reconstruirla por completo tras un incendio. La iglesia está rematada por una aguja neogótica enorme, que se divisa desde cualquier punto del Mont Saint-Michel.

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Este es el interior de la iglesia.

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Qué buenos ratos pasamos en este viaje, Idoia no te rías!!

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Pasamos a la zona de la Abadía, y entramos en la parte llamada «Merveille», donde es muy interesante La Salle des Chevaliers, o Sala de los Caballeros.

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Aquí está el Claustro.

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La verdad es que toda esta parte está bien pero nada de que me sorprendiera especialmente, lo más interesante de la abadía y de la isla en general son las vistas, y sobre todo verla desde fuera según llegas, según mi opinión.

La isla se ve en un día perfectamente, es más diría que en una mañana (nosotros es el tiempo que empleamos) aunque como con todo se puede estar uno mucho más tiempo viendo las cosas al detalle, pero no teníamos mucho más. El espectáculo de las mareas sí que lo recomendería ver si tenéis la oportunidad.

Una vez vista la iglesia y la Merveille empezamos a descender, desde donde se tiene unas vistas espectaculares de toda esa zona.

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Sobre el mediodía ya estábamos saliendo y yendo a coger el coche para buscar un sitio para comer. Junto al aparcamiento pudimos ver un cartel con la información de las dos mareas diarias, importante tomar precauciones.

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Este breve vídeo permite ver la magnífica isla desde el aire y el fenómeno de las mareas, no os lo perdáis.

Finalmente y tras coger el coche, repusimos fuerzas en un restaurante al poco de salir de la isla, donde me sorprendió que los sitios para dormir y comer no eran muy caros, a pesar de ser un sitio tan turístico y ser un sábado de junio. Había menús por unos 12€ que fue donde finalmente acabamos.

Terminamos de comer y eran las cuatro de la tarde, y como en esa época anochece tan tarde teníamos todavía unas 6 horas de luz para seguir nuestro viaje, así que nos fuimos en dirección a las famosas playas de Normandía.

Por el camino nos paramos en un museo de vehículos militares, que por esta zona, abundan.

Sobre las 18h y tras una hora y media más o menos desde Saint Michel, llegamos a la primera de las playas a visitar. Es verdad que en las playas no quedan muchos restos de aquel acontencimiento, recomiendo más si se tiene un tiempo limitado ver los monumentos y luego sitios concretos como por ejemplo el Pointe du Hoc.

La playa de Utah fue la que tuvo el menor número de bajas de todas las del desembarco (menos de 200 pérdidas) de un total de 23.000 soldados norteamericanos que tomaron tierra en ella, y fue tomada en un tiempo relativamente corto.

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Una de mis grandes pasiones además de los viajes es la historia, pero sobre todo la del siglo XX y sobre todas las cosas todo lo relacionado con la Segunda Guerra Mundial. El hecho de poder combinar la visita al magnífico Mont Saint-Michel con lugares tan auténticos de tal acontecimiento histórico, fue algo fantástico y que disfruté al máximo. Es verdad que habían pasado muchos años (unos 60), pero las huellas que quedan todavía son sorprendentes, mucho mejor conservadas de lo que cabía esperar, los cráteres de los obuses, los búnkeres, y hasta algunas baterías de artillería.

Por si alguno no está tan familiarizado con el acontecimiento, decir que en estas playas se produjo uno de los hechos más importantes del siglo XX, como fue el famoso Día D, el desembarco de tropas aliadas, gracias al cual, unido al avance de los soviéticos por el este, fue clave para terminar con la Alemania nazi.

Tuvo lugar el 6 de junio de 1944 y es sin duda la invasión desde el mar más importante de todos los tiempos. Las cifras de los que intervinieron son espectaculares, unos 20.000 vehículos blindados, 6.500 buques, 12.000 aviones y nada menos que 156.000 soldados entre americanos, británicos, canadienses y franceses (como si una ciudad entera como Logroño desembarcara en un día…). Hacia finales de agosto habían entrado en Francia más de tres millones de soldados!!!, a una media de 10.000 diarios.

En este mapa de un panel que había allí se ve perfectamente las playas del desembarco y quién lo hizo en cada una de ellas.

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Habría para hablar líneas y líneas sobre tamaño acontecimiento, pero no quiero extenderme así que sólo diré que fuimos recorriendo las playas y los puntos de interés de este a oeste. Una operación que había costado a los aliados dos largos años de minuciosas y secretas preparaciones, ya que el que los nazis no supieran donde tendría lugar iba a ser clave para el éxito de la operación, por ello confundieron al mando alemán haciéndole creer que el desembarco se realizaría en el «Pas de Calais», mediante multitud de maniobras de contraespionaje. Se tenían tantas dudas sobre la operación, que el mismo Eisenhower tenía una comunicación preparada por si el desembarco hubiera resultado un fracaso, y no estuvo lejos de serlo…

En el mapa he marcado en rojo el «Paso de Calais» por donde se hizo creer a los nazis que tendría lugar el desembarco, y en verde donde finalmente se llevó a cabo, la distancia es considerable. Sin duda los aliados entre otras cosas se decantaron por esas playas porque el llamado Muro Atlántico que construyeron los nazis como defensa ante el previsible desembarco, no era tan importante ni estaba tan vigilado como las zonas más al norte.

Ataque aliado

Durante el Día D se produjeron más de 10.500 bajas en las filas aliadas, de las cuales 2.500 fueron muertos. Las bajas en la parte alemana fueron parecidas, unas 10.000. Una cifra inferior a la esperada, pero lo suficientemente grave y con progresos tan acotados, que el Alto Mando aliado llegó a creer que estaban perdiendo la batalla. Pero se equivocaban. El avance en los meses siguientes fue imparable.

Después de la playa de Utah, fuimos a ver para mí el punto más IMPRESCINDIBLE de toda la visita, el Pointe Du Hoc.

Este lugar era clave, porque estaba situado justo entre las playas Omaha y Utah, por lo que tenía una perspectiva de ambas playas desde un acantilado de entre 25 y 30 metros de altura.

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Esta misión se le asignó a una unidad de fuerzas especiales americana creada para la ocasión, el 2º Batallón de los famosos Rangers, que tuvieron que tomarla acercándose con lanchas y luego escalando por el acantilado. Si véis la zona y pensáis que por ahí tuvieron que subir bajo el fuego enemigo, es para echarse a temblar.

Realmente las bajas fueron bastante sensibles, de los 225 Rangers, nada menos que 135 resultaron muertos o gravemente heridos durante el asalto, ya que además de la dificultad de la subida, tras llegar a lo alto del acantilado descubrieron que los seis cañones no estaban en los búnkeres. Habían sido desplazados tierra adentro poco antes sin ser detectado el cambio por parte de los aviones de reconocimiento aliados.

Este lugar es espectacular porque se pueden apreciar perfectamente todavía los cráteres de las bombas de los ataques aéreos.

Además se pueden ver los búnkeres, algunos de ellos en bastante buen estado de conservación para todo lo que recibieron.

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Lo que no entendí muy bien es que cómo un lugar como este puede estar todo al aire libre, sin vigilancia y que cada uno podía moverse a su antojo, meterse en los túneles, etc, con lo que supone todo el deterioro que puede provocar eso, en algunos rincones vimos bastante basura, una pena. Aún así, me pareció increíble el estado de conservación después de 60 años.

Después de ver toda esta zona, nos fuimos en dirección a la playa de Omaha, a unos 12 kms de la de Utah. Si existe un lugar en el que el Desembarco casi fracasa, fue en esta playa. Las importantes pérdidas que vivieron las tropas americanas le valdrán el apodo de «Bloody Omaha», (Omaha la sangrienta) y es aquí donde se vivió la mayor de las batallas.

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En esta playa, y al igual que la de Utah, más al este, desembarcaron los norteamericanos el día D, aunque en Omaha, y debido a que la precisión de bombardeo no fue efectiva, pues los pilotos se enfrentaron a una densa niebla y grandes acumulaciones de nubes, por lo cual, soltaron sus bombas segundos antes o después de lo necesario, el resultado fue catastrófico para los aliados, las 13.000 bombas explotaron a unos kilómetros de las playas sin dañar su objetivo. El balance final para la tarde del 6 de junio de 1944 fue que de cerca de 34.000 hombres y mujeres  que desembarcaron en la Playa Omaha, unos 4.700 soldados perdieron la vida, resultaron heridos o se consideraron como desaparecidos. Entre los que sobrevivieron estaba un norteamericano de renombre, Ernest Hemingway.

En esta playa pudimos ver un monumento dedicado a los caídos.

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Y un cartel con una foto de aquel entonces.

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Aquí los cañones recordando la hazaña, están por todas partes.

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Después de visitar esta playa y dado que ya comenzaba a anochecer nos acercamos a la ciudad de Bayeux porque ahí teníamos nuestro hotel. Cenamos en una crepería de la ciudad encontrado con el móvil por Jordi, ya empezaban las tecnologías para encontrar los mejores lugares 😉

La verdad es que cenamos muy bien, las famosas crepes nos encantaron, y además terminamos con unos postres buenísimos.

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Dimos una vuelta por la ciudad, que como la mayoría en Francia, siempre tienen lugares interesantes y singulares.

Y ya de noche cerrada nos fuimos a nuestro hotel, que fue el PREMIERE CLASSE BAYEUX, (rue de la Cambette, 14400) (++). De la cadena Premiere Classe, que son como hoteles-albergue con literas pero que son extremadamente baratos. El baño parece el de los aviones, tipo cabina, pero lo encontramos todo muy limpio y en general bien. Pagamos unos 30€ por la habitación triple así que en calidad-precio insuperable.

Aquí está Idoia en el momento previo a ponerse a dormir como un tronco, yo creo que ni un obús lanzado por un panzer alemán la habría despertado esa noche.

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Esta es la ruta que habíamos hecho este día, 600 kms, casi nada.

Ruta día 1 VIAJE NORMANDÍA

DÍA 3

Nos levantamos pronto y tras desayunar en el hotel, nos pusimos en ruta en dirección a uno de los lugares también más interesantes, el cementerio militar americano de Colleville inaugurado en 1956 por el presidente francés Coty y el general Marshall y que ocupa unas 40 hectáreas por encima de Omaha Beach.

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Aquí reposan nada menos que 9.387 soldados americanos (entre ellos los dos hijos del presidente Roosevelt) caídos en la Batalla de Normandía (6 junio-22 agosto 1944).  La emoción es grande, casi palpable.

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Todas las tumbas están perfectamente alineadas y orientadas hacia el oeste como si estuvieran mirando a Estados Unidos con una cruz o con una estrella de David en el caso de los que eran judíos.

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Dentro de él había unos cuantos monumentos y homenajes recordando a las víctimas, lo cual hacía que se respirara mucho respeto. Se palpaba la emoción en todo visitante, sobre todo si era norteamericano.

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Tras la visita al cementerio seguimos hacia otro sitio IMPRESCINDIBLE, la batería de Longues-sur-Mer, que se encuentra situada a sólo 5 km de Arromanches y que es la única de Normandía que aún conserva sus cañones, y qué cañones, de nada menos 150 mm, instalados en unas casamatas o bunkers abiertos de hormigón. Son un total de cuatro que sin duda merece la pena visitar. Tenían un campo de tiro de nada menos que casi 20 km y desde su posición podían cubrir tanto la playa de Gold hacia el este, como la de Omaha hacia el oeste.

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La artillería estaba increíblemente bien conservada. Yo hasta me metí en el papel…

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Este estaba peor conservado, sin duda había recibido más bombardeo aliado.

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Después nos acercamos al pueblo de Arromanches. En esta localidad se construyeron los famosos Mulberrys, que consistían en unos muelles artificiales construidos a base de bloques de hormigón, construidos en Inglaterra, y que fueron remolcados a flote por los navíos aliados hasta Arromanches. Una vez allí eran hundidos y unidos a los demás formando una media luna alrededor de la localidad. Así se evitaba tener que tomar los principales puertos de la región que estaban mucho más protegidos. Se dice que este puerto artificial estaba formado por unos 150 Mulberrys, lo cual hizo posible que se desembarcaran allí dos millones y medio de soldados!!!, cuatro millones de toneladas de equipamiento y más de 500.000 vehículos!!. Lamentablemente estaba la marea alta y no pudimos ver ninguno, una pena.

Aquí está el Museo del Desembarco que por lo visto es muy interesante, pero no teníamos mucho tiempo.

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El resto de las playas donde tuvieron lugar los desembarcos, fueron Juno, Gold y Sword, no las visitamos por falta de tiempo pero es verdad que a priori son menos interesantes. En ellas desembarcaron tropas inglesas, canadienses y francesas. En cada una tomaron tierra 21.400 (359 bajas), 25.000 (400 bajas) y 28.800 (683) soldados respectivamente.

Nos despedimos ya de las visitas a las playas y dejamos atrás ese gran episodio de la Segunda Guerra Mundial y nos dispusimos a empezar la ruta hacia el norte, hacia Lille, 420 kms teníamos por delante. Por el camino ya teníamos pensado ir haciendo paradas:

La primera fue un pueblo muy turístico, Honfleur, con apenas 8000 habitantes pero muy famoso en la zona y que recibe multitud de visitantes.

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Este pueblo marítimo invita al descubrimiento de sus callejuelas y sus casas antiguas. Poco afectada por el paso del tiempo, Honfleur ha sabido conservar las huellas de su rico pasado histórico convirtiéndose en una de las ciudades más visitadas de Francia. La fama internacional de Honfleur se debe, en parte, a la autenticidad y al encanto de sus callejuelas, sus tiendas, sus hoteles con encanto y sus restaurantes típicos, en esto los franceses son únicos, pero también a la diversidad de sus monumentos y a la riqueza de su patrimonio cultural y artístico. Es la ciudad de los pintores y del impresionismo, con un buen puñado de galerías de arte.

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La verdad es que el paseo por sus calles fue fantástico. Flanqueando el dique se extienden hileras de casas de los siglos XVI a XVIII a cual más singular, cada una con su propio tamaño, color y forma. El resultado es un colorido y pintoresco conjunto que nos recordó mucho a Copenhague.

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En Honfleur, a los que les guste la arquitectura encontrarán la iglesia de Santa Catalina, la iglesia de madera más grande de Francia, con un campanario separado del edificio principal. Fue construida sobre los cimientos de un antiguo edificio destruido durante la Guerra de los Cien Años. Desde luego que es muy original e interesante para ver, tanto por fuera como por dentro.

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Comimos en el restaurante italiano Il Parasole (2, rue Haute 14600) (++). Lo poco que recuerdo es que comimos bastante bien y no muy caro, que es lo que íbamos buscando sobre todo. Cuando terminamos volvimos al coche para seguir nuestro camino.

Nuestra siguiente etapa sería otro precioso pueblo aunque diferente, Etretat, a unos 45 kms tan sólo de Honfleur.

Antes de llegar pasamos por una maravilla de la ingeniería, el puente de Normandía.

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Su longitud total es de 2143,21 m, de los que 856 m se corresponden con el vano central del puente. En el momento de su inauguración en 1995, fue el puente atirantado con el mayor vano del mundo. Tiene una curva muy característica al comienzo que la hace muy singular. También singular fue el peaje que tuvimos que pagar, unos 5 euros por atravesarlo!!! supongo que sería para acabar de pagar la casa en las Bahamas del arquitecto, mamma mía!!.

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Y por fin llegamos al pueblo de Etretat, una pequeña localidad situada en la Alta Normadía en plena Costa de Alabastro: 140 Kilómetros de costa de acantilados que sorprenden por su verticalidad y la blancura de su roca. Apenas tiene censados 1400 habitantes (2014) pero sin duda es de esos pueblos que en los meses de buen tiempo multiplican su población varias veces.

Como el día acompañaba, decidimos subir a una colina en la zona norte del pueblo para poder disfrutar de las vistas, sin duda lo mejor del lugar, no os lo perdáis. Recuerdo que el pobre Jordi casi quema el embrague del coche en la subida. Pero había una buena recompensa arriba, qué preciosidad de vistas!!!!

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Este arco natural en la roca, al que llaman el «ojo de la aguja» es quizás lo más famoso de este fantástico sitio, e incluso el pintor impresionista Claude Monet llegó a pintarlo en un cuadro («Étretat, l’aiguille et la falaise, 1885″).

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Esta es la vista de la parte más al norte, con la playa abajo y el mar de un color entre verde y azul, precioso.

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Bajamos a la playa, que era de piedra, no de arena, y hasta metimos los pies en el agua, madre mía cómo estaba, helada!!!! por algo no había ni un valiente bañándose.

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Pasamos un muy buen rato sentados charlando y disfrutando de las vistas y el buen tiempo. El pobre Jordi lo teníamos muerto de conducir, y lo que quedaba!!

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Sin duda si váis, no dejéis de conocer este pueblecito y de bajar a la playa.

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Ya sobre las 6 de la tarde emprendimos por fin el último tramo de nuestro viaje a Lille, quedaban 315 kms por delante. Si vuestro viaje comenzara y terminara en París, desde Etretat tendréis unos cuantos menos, sólo 205 kms.

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Esta es la ruta completa que hicimos en este segundo día.

Ruta día 2 VIAJE NORMANDÍA

Y todavía llegamos de día a Lille, ciudad que si tenéis la oportunidad también merece una visita, La Grand Place, Le Vieux Lille, una bonita ciudad del norte de Francia, cuna del sector de la distribución, y que yo tantas y tantas veces he visitado por trabajo. Con sus 231.000 habitantes, con su área metropolitana de más de un millón, la convierte en la cuarta más grande del país galo, tras París, Marsella y Lyon. Es verdad que el norte de Francia no alberga las ciudades más bonitas del país precisamente, pero tiene una ventaja, que las preciosas Brujas y Gante están a sólo 80 kms.

Aquí podéis ver la imponente Cámara de Comercio con su campanario de 76 metros, y a su lado la Opera de Lille, de estilo neoclásico e inaugurada en 1923, reconstruida tras un incendio que destruyó la anterior. Ambos edificios son de lo mejor de la ciudad en mi opinión.

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Este es el edificio llamado la «Vieille Bourse», en español la «Antigua Bolsa», otro monumento de los más famosos de la ciudad, situado entre la Grand Place y la Plaza del Teatro, muy cerca de los dos anteriores. Fue construido en el siglo XVII y España ocupa un lugar destacado en su historia.

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Finalmente nos reencontramos con un viejo (desde luego no por su edad) amigo, el gran Gregoire Derville, alias Greg, un francés madridista acérrimo y con el que pasamos un muy buen momento. Un abrazo Greg!!!

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Y aquí terminaba nuestro intenso fin de semana en el que pudimos visitar tantas cosas interesantes, no hay nada como aprovechar el tiempo.

Espero que os haya gustado y sobre todo que os animéis a hacer esta ruta, que como véis, se puede hacer un fin de semana, aunque si tenéis algún día más, lo podréis disfrutar más a fondo.

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